Buñuel y la Mesa del Rey Salomón

Pudiera parecer que Carlos Saura hubiera cambiado de temática en esta película, que figura ser, nominalmente, una aventura. Pero en la práctica, como no podría ser de otra forma, el cineasta aragonés sigue apegado a sus temas, a sus obsesiones, y sólo se puede hablar de cierto cambio estilístico en cuanto a la inclusión de evidentes homenajes e influencias de los componentes de la Generación del 27.

Pero el núcleo del cine sauriano también está aquí: la coexistencia de espacios y tiempos diferentes, la indagación sobre el sutil proceso de la creación artística, la preocupación por la guerra, la mujer como imán para el hombre... Un Saura, pues, con todos sus avíos, aunque también un fascinante espectáculo visual, en esta historia en la que un Buñuel de nuestros días (en hermosa licencia poética que mantiene al genio de Calanda vivo y con el aspecto de sus últimos años) imagina, por mor de un encargo, las vicisitudes de Buñuel, Dalí y Lorca, en un Toledo entre el futuro y el medievo, en busca del arca perdida de turno, para la ocasión la mítica Mesa del Rey Salomón, en cuya superficie supuestamente podrían verse todas las generaciones, desde Adán al Apocalipsis.

El hecho de que la anécdota argumental gire en torno a un rodaje aporta otro interesante efecto, al ser actores que representan a actores que interpretan a personajes históricos. El conjunto es de una belleza visual poco común; aunque esta vez Saura no ha contado con la magia de Vittorio Storaro en la fotografía, José Luis López Linares hace que no se le eche en falta.

Algunas imágenes, como la del niño levantando el manto del océano, tan surrealistamente daliniana, o el padre del genio de Figueras deambulando en silla de ruedas en un fantasmagórico Toledo noctámbulo, preludian toda la parte final, de una belleza deslumbrante, con elementos que remiten a referencias tan dispares, pero tan bien avenidas, como la cábala, el talmud, el cine (ese androide femenino de tamaño gigante, reproducción exacta del de Metrópolis), en una película que no dejará indiferente, pero que desde luego se pueden ahorrar los que busquen una simple aventura, porque lo que conseguirán será un cabreo. Y no precisamente simple...