El viaje de Carol

El cineasta vascongado Imanol Uribe nunca se ha caracterizado por su sutileza; sus mejores películas son, precisamente, aquéllas en las que predominan los temas duros y los aspectos ásperos, como en La muerte de Mikel o Días contados; pero cuando se pone tierno o humanista mete la pata a modo.

Eso le ocurre con este El viaje de Carol, enésima muestra del cine de tazón, ambientado en la Guerra Civil, con niña hispano-norteamericana que viaja con su madre al pueblo natal de ésta, en la España profunda, conociendo allí desde el amor infantil hasta el dolor por la muerte de seres queridos y el gozo del reencuentro con el padre. Pero todo ello, que en una película de sentimientos como ésta, debería emocionar, apenas si transmite un levísimo temblor al corazón; si se hace cine sensible ha de ser con todas sus consecuencias, conmoviendo desde la complicidad y desde el sincero dolor.

Pero Uribe, carente de la imprescindible sensibilidad para comunicar emociones, lo fía todo a sus actores, y entonces se pierde definitivamente; porque la pequeña Clara Lago puede ser en el futuro una intérprete estimable, pero no parece la adecuada para este papel; María Barranco es un claro error de casting (o de nepotismo, dado que es la mujer del director), una actriz que funciona bien en lo cómico pero es nefasta en lo dramático; el chico Juan José Ballesta, que estuvo ejemplar en El Bola, es de lo mejor, componiendo un personaje de pillastre, aparentemente duro, que contrasta con el cosmopolitismo de la hispano-yanqui.

Quedan algunos destellos, como las escenas finales, en las que Uribe parece ponerse las pilas, pero ya es tarde; queda también la cuidadosa ambientación de época, y queda, como no, el maniqueísmo habitual en estos casos, con todos los personajes republicanos buenos, sabios y santos, y todos los franquistas crueles o botarates, o las dos cosas a la vez, como si no hubiera habido marrajos y gente decente en ambos bandos. Total: otra muestra más de lo agotado que está el subgénero de la Guerra Civil...