La espera (2023)

CINE EN SALAS

F. Javier Gutiérrez (Córdoba, 1973) es un director, guionista y productor andaluz que se dio a conocer internacionalmente con su film 3 días (2008), coproducido, entre otros, por Antonio Banderas y Antonio P. Pérez. Aquel film pequeño, que jugaba con un inminente apocalipsis en la Tierra ante la llegada de un meteorito cuyo impacto en nuestro planeta acabaría con toda vida sobre el mismo, tuvo un muy interesante recorrido, no ya en España (donde de todas formas arrasó en el Festival de Málaga, con 4 Biznagas), sino incluso en Estados Unidos, donde llegaría a recibir una oferta de “remake” de Wes Craven, el famoso especialista en el cine de terror, toda una institución en el cine de género jolivudense. Sin embargo, esa excelente acogida en el mercado USA no se plasmó en la formalización de nuevos proyectos hasta casi una década más tarde, cuando Gutiérrez dirige para Paramount, bajo pabellón yanqui, Rings (2017), secuela no especialmente distinguida del clásico The ring (2005), de Gore Verbinski, que a su vez era un “remake” del film japonés Ringu (1998), como es sabido. Con un presupuesto de 25 millones de dólares, Rings recaudó en el mercado USA 83 millones, con lo que se puede decir que tuvo una trayectoria comercial aceptable.

Gutiérrez vuelve ahora al cine español con La espera, de nuevo un producto de terror, género en el que prácticamente se inscribe toda su obra, y debemos decir que, como en el caso de 3 días, en el que había una buena premisa inicial en el guion que, sin embargo, no llegaba a buen puerto por un nudo y un desenlace que no estaban a la misma altura, en esta su nueva película nos encontramos otra vez con una sugestiva idea que no termina de tener una adecuada resolución.

La historia se ambienta a principios de los años setenta, en algún lugar innominado de Andalucía (en una escena se menciona a la Virgen de la Cabeza, patrona de la jiennense Andújar, pero la película está rodada en Cantillana y otros pueblos de la Vega Alta del Guadalquivir, en la provincia de Sevilla). Conocemos a Eladio, un guardés que en el pasado fue alcohólico; ahora, casado con Marcia y con un hijo de 10 años, Floren, se ha rehabilitado, y tiene una entrevista de trabajo con Don Francisco, cacique del lugar, quien finalmente lo acepta, para lo que Eladio ha de mostrarse totalmente servil. Pasan los años, y el pequeño Floren se incorpora también como “secretario” para servir en las cacerías que organiza Don Francisco en su coto. Don Carlos, otro de los terratenientes de la zona, tienta a Eladio para que aumente el número de cazadores por puesto, en contra de las instrucciones de Don Francisco, lo que podría incrementar el riesgo de accidentes; Don Carlos soborna a Eladio, quien en principio se muestra reacio a ello, pero después, tras llamarle cobarde su mujer por no aceptar la suculenta oferta, termina sucumbiendo a la tentación. El día de la cacería, una bala perdida impacta en el pequeño Floren y lo mata. A partir de ahí, se abre un infierno para Eladio y para Marcia; especialmente ésta se siente culpable por haber aceptado el soborno, creyendo que la muerte del hijo es un castigo por ello...

Como decimos, en La espera hay una premisa sugestiva, la historia de este pobre diablo al que la tentación pone a los pies de los caballos cuando se produce lo peor que le puede pasar a un padre o una madre, para después adentrarnos con Eladio en una espiral de autodestrucción que se verá revisada y corregida en el último tramo, cuando la película se vuelve entre existencialista y abstracta, casi como un cuento demoníaco sobre la culpa, en una parte final más endeble, más divagatoria. Con un final un tanto ambiguo e indefinido, más allá del tema de la tentación y el peligro de caer en ella, la película parece querer centrarse en la figura del pobre infeliz tentado por el diablo, como un Mefistófeles que se apareciera en Cantillana con la efigie de un cacique del campo andaluz, uno de esos personajes que tan bien definió en su momento Juan Diego en su formidable “señorito Iván” de Los santos inocentes, la delibesiana cinta de Mario Camus, de la que hay algo también, aunque en otro tono, en esta La espera. Y es que, al final, quizá estemos ante un cuento moral: ceder ante lo incorrecto conlleva la perdición; si hablamos en términos religiosos, sería la condenación, aunque no parece que sea ese el terreno en el que juega la película.

Así que, con una historia no demasiado afortunada, estamos ante un film en el que resulta mucho mejor el continente que el contenido, con una excelente puesta en escena, pero siendo claramente mejorable la trama que se nos cuenta. Pero formalmente lo cierto es que estamos ante una película en buena medida impecable, con una narrativa seca, austera, sin concesiones pero elegante, en una producción muy cuidada, sin que se note, con una adecuada ambientación en vestuario, maquillaje y peluquería, sin parecer de diseño, ese pecado tan habitual en el cine español “de época”. Gusta la fotografía de Miguel Ángel Mora, con una paleta de colores terrosos, los propios de la tierra en la que está rodada la película, y una intrigante música de Zeltia Montes, recurriendo en algunos momentos, con acertado criterio, a cánticos de voces blancas como la del niño muerto en este envite de tentación diabólica.

Con los ropajes del cine de terror, en La espera estamos, en el fondo, ante una mirada nada amable sobre el campo andaluz de hace medio siglo, donde se mantenía incólume el caciquismo y la palabra del señorito era ley, en un thriller de terror de venganza telúrica, sin duda distinto, sin nada que ver con las americanadas al uso.

Excelente trabajo de Víctor Clavijo, que lleva sobre sus espaldas toda la trama, en un trabajo en el que el ya veterano actor algecireño alcanza, a nuestro juicio, una de sus cumbres interpretativas (otra sería, precisamente, la mencionada 3 días). El resto del elenco muy bien, una pléyade de veteranos (Pedro Casablanc, Manuel Morón, Luis Callejo, Antonio Estrada...) que conforman un reparto seguro y solvente.

(25-11-2023)