Las cartas de amor no existen

Jonás es un parisino de unos 40 años, que está divorciado, tiene un hijo que vive con su madre, y también una amante, Léa, de la que sigue enamorado, pero lo ha echado de casa. Un día tras una noche de borrachera llama a su puerta para confesarle sus sentimientos, pero ella lo rechaza y se va a la cafetería de enfrente para escribirle una última carta de amor recordando los días felices que pasaron juntos.

Al mismo tiempo tiene un problema en la constructora con un socio que se fugó con el dinero y no dan con él. Con la ayuda de Mathieu, el dueño del bar, y algunos vecinos, Jonás se enfrentará a sus relaciones pasadas, a su futuro laboral incierto y lo que comienza siendo un último intento por recuperar a Léa, se convertirá en una reflexión sobre su desastrosa vida.

Cualquiera que se haya enfrentado a una ruptura sentimental habrá tenido entre sus manos esa carta que ha empezado a escribir, la ha terminado o no, o al menos se la ha imaginado, que no sabe si arreglará la situación o la empeorará. Una apuesta a ciegas que acaba siendo un acto de redención para el que la escribe o si hará el mismo efecto en la que la recibe.

El director francés Jérôme Bonnell, utiliza esa misiva para crear en torno a ella el argumento de este su último film, y lo hace con humor, huyendo de los tópicos y los miedos del hombre tras una ruptura sentimental a través de una comedia de enredos e ironía y buenas dosis de realidad.

Las cartas de amor no existen (2021) es una cinta muy francesa que huye de los tópicos parisinos y de los clichés sobre el amor desde la perspectiva masculina.

El parisiense Jérôme Bonnell ha escrito y dirigido seis cortos y ha hecho lo propio con ocho largometrajes, de los cuales tan sólo conocemos en España El tiempo de los amantes (2013), y ahora esta película irónica desde su propio título, pues vaya que sí que existen y bastante larga, al menos la que escribe el protagonista, aunque hoy día con los adelantos de la tecnología esas cartas posiblemente se escriban por internet y no las lleve el cartero, un oficio que parece que está llamado a desaparecer, o no.

Este film es una mezcla de drama, debido a la ruptura de Jonás con Léa, y de comedia por las situaciones en que se ve envuelto el protagonista con los personajes que desfilan por el bar mientras está en él escribiendo la larga misiva que hasta Mathieu tiene tiempo de leer y de opinar sobre lo escrito que ocupa varios folios.

A pesar de permanecer media película metido en el bar, con alguna salida, la narración no se hace lenta ni pesada en ningún momento, sino que discurre bastante bien y a buen ritmo, originando una cinta entretenida con una buena interpretación del trío protagonista, Grégory Montel como el dubitativo Jonás, Grégory Gadebois en el sereno Mathieu, y Anaïs Demoustier en la inestable Léa.