Malena es un nombre de tango

Tras un apreciable esfuerzo (sólo parcialmente conseguido) en su debú con Desvío al paraíso, el productor Gerardo Herrero vuelve a la realización con esta estimulante adaptación de una de las novelas claves de la literatura española de los años noventa, una obra que retrata hondamente algunas de las coyunturas históricas y sentimentales de la mujer española de los años setenta y ochenta.

Con la omnipresente Malena del título (una Ariadna Gil admirable en su composición de un personaje atormentado) asistiremos al paso del tardofranquismo a la Transición, y de ésta al incipiente gobierno socialista, siempre como paisaje de la peripecia vital de una niña en su camino hacia la edad adulta, siempre también en contraposición a su hermana melliza, más calculadora, más conservadora, más fría. No sería disparatado imaginar que ambas son, en esencia, las dos Españas de Machado, dos caras antagónicas de una misma moneda.

Aunque Herrero peque aún de cierta impersonalidad en su cine, hay un director sólido en él. Lo demuestra su dominio del "tempo" cinematográfico, sobre todo en la segunda parte, plena de ritmo y buen hacer. Habrá que disculparle entonces algunos excesos discursivos, más achacables al guionista, el siempre verborreico Senel Paz, que al propio realizador.

Obra madura y serena, tiene una intensidad sentimental que no es frecuente, y ésa, y su sinceridad, son sus mejores armas.