Superagente Cody Banks

Convertido Hollywood en una máquina de reciclaje en la que films, géneros, series o personajes son aprovechados en todas sus variantes posibles con tal de no crear nada nuevo de verdad, no es demasiado extraño que un serial de la longevidad y éxito como el de las películas de James Bond, tantas veces imitado y parodiado, tenga ahora una primera versión adolescente.

Y decimos primera porque ya los productores preparan una segunda cinta con nuevas aventuras de este Cody Banks, un chico de dieciséis años que, aparte de ir al colegio y jugar al baloncesto, resulta que es un agente encubierto de la CIA. Encarnado por el televisivo Frankie Muniz (protagonista de la excelente serie Malcolm y visto también la gran pantalla en Gordo mentiroso), el muchachito en cuestión lleva con desparpajo su doble vida y como buen agente secreto se rodea de chicas guapas, dispone de ingeniosos accesorios o espectaculares coches, y como está mandado tiene que enfrentarse al malvado científico de turno, que quiere destruir el mundo.

Dirigida por el casi primerizo Harald Zwart, Superagente Cody Banks tiene el ya habitual tono aséptico, de usar y tirar, de casi todo el cine comercial que se rueda hoy día (y no sólo en Hollywood), pero también tiene la mínima virtud de no intentar engañar a nadie, limitándose a ser un correcto entretenimiento con cierto ingenio, superando a otras parodias recientes del agente 007, como la patosa y fallida Johnny English. Así las cosas, el listón está tan bajo que cualquier producto que simplemente no hiera la sensibilidad del espectador, hasta se agradece.