Enrique Colmena

A estas alturas de la temporada, El hijo de la novia se ha constituido ya, sin duda, en el éxito sorpresa del año (eso que los norteamericanos llaman “sleeper”), como en años anteriores lo fueron filmes como Full Monty o Billy Elliot. La película hispano-argentina ha puesto de moda a su director, Juan José Campanella, un bonaerense de cuarenta y pocos años, quien sin embargo saltó a la fama en tierra tan lejana como Estados Unidos, allá al principio de los años noventa, cuando dirigió El niño que gritó puta, extraño filme independiente que concitó entusiastas y merecidos elogios, la historia de un crío con graves problemas de comunicación y de sociabilidad, en un entorno familiar desolador. Aquella película tuvo gran repercusión donde quiera que se estrenó, incluida España, y le permitió a Campanella labrarse una apañada carrera en la industria audiovisual USA, aunque en su mayor parte, curiosamente, dentro de los platós de televisión.

Su segundo largometraje para cine, Y llegó el amor, nos desencantó del pujante cineasta que habíamos intuido en su “opera prima”. Y es que aquel filme entre romántico y negro apenas llegaba al espectador, a pesar de nuestra Aitana Sánchez-Gijón que lo protagonizaba. No volvimos a saber de Campanella hasta finales del año pasado, cuando se estrenó El hijo de la novia, sutil combinación de drama, comedia, romanticismo y filosofía humanística, un delicioso cóctel cuyo éxito de taquilla (sólo en España ha superado ya largamente los seis millones de euros) ha propiciado ahora el estreno de su anterior filme, El mismo amor, la misma lluvia, también con Ricardo Darín, aunque sin duda lejos de su obra maestra.



Pie de foto: Norma Aleandro y Ricardo Darín en una escena de El hijo de la novia.