Enrique Colmena

Realmente es curioso el fenómeno producido en la cartelera española con las películas del actor argentino Ricardo Darín: su mera presencia en un filme ya supone un aval suficiente para ser estrenado en España, y todo ello gracias a los sucesivos éxitos de taquilla (y generalmente también de crítica) que han tenido sus películas en este país. Todo empezó en el verano del 2001, con el estreno de "Nueve reinas", la peculiar aportación de Fabián Bielinsky al cine de sorpresas, con dos timadores profesionales que se van estafando mutuamente durante todo el relato, con escasos medios presupuestarios pero muy bien aprovechados, y sobre todo un guión originalísimo que llamó poderosamente la atención, hasta el punto de que Mel Gibson adquirió los derechos para hacer una versión en Hollywood. Darín era aquí uno de los dos timadores, en teoría el más resabiado. Esta pequeña pero inteligente película recauda más de dos millones de euros, cifra muy superior a su menguado presupuesto.
En otoño de ese mismo 2001 vuelve Darín como protagonista, ahora con el filme al que, seguramente, debe la mayor parte de su actual prestigio y popularidad en España: "El hijo de la novia" se convierte, desde su estreno, en un acontecimiento, y además demuestra ser un corredor de fondo, aguantando en exhibición muchos meses, llegando a rebasar largamente los siete millones de euros de taquilla (similar cifra en dólares, para que lo entiendan los visitantes extramuros España), una barbaridad para lo que suelen recaudar no ya las películas españolas (ésta era coproducción entre nuestro país y Argentina), sino, por supuesto, las hispanoamericanas, cuya presencia en las carteleras, y no digamos en el "box office" español, era siempre simbólica.
El tremendo éxito del filme dirigido por Juan José Campanella hace que los distribuidores se traigan, en el verano de 2002, una película anterior de Darín, "El mismo amor, la misma lluvia", también bajo la batuta de Campanella, pero rodado en 1999; vuelve a dar en la diana, con casi tres millones de euros al zurrón, que tampoco es moco de pavo para una comedia entre dramática y romántica en el contexto vertiginoso de la Argentina de los años setenta a noventa. Como seguía la racha, los distribuidores insisten con "Un tipo corriente", que se estrena en otoño de 2002, y que en Argentina llevó el título de "Samy y yo", comedia romántica que quizá sea la más floja de todas las películas de Darín vistas en España. Consecuentemente, no alcanza las cifras de los títulos anteriores, pero deja de todas formas más de setecientos mil euros en caja, lo que para una película hispanoamericana en España es lo más parecido a la taquilla de "Titanic"...
Como no hay quinto malo, según dice el refrán español, en diciembre de 2002 llega un nuevo título protagonizado por Darín, "Kamchatka", de nuevo en el paisaje desolado de la Dictadura de Videla/Viola/Galtieri (que parece la defensa del Boca Juniors, pero no tiene nada que ver...), con familia en la clandestinidad e hijos pequeños que han de sobrellevar ese atrabiliario régimen de vida como mejor saben. Otra vez Darín da en la diana, o la gente se deja convencer (ambas cosas son ciertas, seguramente), y la película dirigida por Marcelo Piñeyro de nuevo gusta a la crítica y deja dos millones seiscientos mil euros en taquilla. Así que es de imaginar que los distribuidores españoles ya le habrán echado el ojo a "Luna de Avellaneda", la película de este año de Juan José Campanella, otra vez con Darín, lógicamente, pero también con otro de los estupendos actores argentinos, Eduardo Blanco, que además estaba inmenso en "El hijo de la novia".
Así que, ¿quedan dudas de que "el efecto Ricardo Darín" existe, y además funciona a las mil maravillas? Si suman las recaudaciones citadas en los párrafos anteriores (por cierto, extraídas de la web pública del Ministerio de Cultura de España: www.mcu.es) verán que alcanzan la escalofriante cifra de quince millones y medio de euros (o de dólares, o, si lo prefieren unos dos mil quinientos millones de las antiguas pesetas). Así las cosas, se dirán los distribuidores (y por qué no, también los cinéfilos), "y este hombre, ¿por qué no hace más películas?"...