Enrique Colmena
Estrenado que ha sido ya el último segmento de la saga de "Star Wars" (aunque, en cuanto al teórico orden cronológico de la narracion, haya sido el tercero de los seis de la serie), se pueden concluir algunas conclusiones, seguramente obvias, pero que han de decirse en voz alta: una, que guste o no, la saga forma parte ya del imaginario colectivo del ser humano de los últimos treinta años; dos, que dentro de cien años, George Lucas aparecerá en la enciclopedias de cine (electrónicas, claro: entonces los libros sólo se podrán encontrar en las tiendas de antigüedades) como el autor de la saga, y el resto de su obra como director habrá sido olvidada. Claro que tampoco ha sido tan extensa: aparte de los cuatro capítulos de la saga galáctica dirigidos por él (los episodios I al IV; el quinto y sexto los rodaron dos profesionales, Irvin Kershner y Richard Marquand, pero vigilados tan de cerca por Lucas que se puede afirmar sin desbarrar que son tan lucasianos como los otros cuatro que, también nominalmente, ha dirigido), sólo tiene dos películas más como realizador, "THX 1138", su primer balbuceo en el largometraje, que años más tarde retomaría para denominar su famoso sistema de sonido THX, y "American graffiti", comedia de nostalgia juvenil que en su momento tuvo cierto predicamento pero que, me temo, debe haberse quedado más que antigua, directamente vieja.
Así las cosas, no deja de ser curioso que Lucas haya tardado tanto en darse cuenta de cuál era su papel en esta vida: terminada la primera trilogía (con los capítulos IV, V y VI) allá por 1981, se dedicó a otras cuestiones, algunas estimulantes, como producir otro famoso serial, el de Indiana Jones, y otras muchas bastante menos, como producir pastiches aventureros como "Willow" o directamente petardos como "Howard, un nuevo héroe". Tuvieron que pasar veinte años desde que rodara la seminal "La guerra de las galaxias" (el episodio IV, aunque entonces ni el propio Lucas sabía que lo era) y se volviera a reestrenar con todos los honores aquella trilogía en nueva versión digitalizada y remasterizada, para que el bueno de George se diera cuenta de que, si en el futuro alguien se acuerda de él, no será por otra cosa que por haber imaginado y puesto en escena este curioso mito de nuestro tiempo que es "Star Wars", ciertamente nada original (son evidentes las influencias de la saga literaria de "Dune", de Frank Herbert, pero también de la tolkieniana trilogía novelesca de "El Señor de los Anillos", e incluso referencias cristianas: la espera de un Elegido no es precisamente inocente...), pero cuya mixtura resulta tan atractiva. Es cierto que con frecuencia los monstruitos espaciales que tanto gustan a Lucas resultan cargantes, y que el humor de C3PO resulta a veces indigesto, y que en ocasiones se le fue la mano con el infantilismo en la serie (véase el episodio VI, "El retorno del jedi", que parecía para párvulos), pero el conjunto resulta un armónico producto, sin duda comercial, pero que se ha convertido ya en un punto de referencia del mundo moderno.
Claro que, poniéndose uno en el pellejo de George Lucas, habría que preguntarse qué pensó al día siguiente de haber estrenado este último episodio que cierra el círculo: con sesenta y un años recién cumplidos, y sabiendo que ya nada de lo que hagas en la vida va a aumentar tu inmortalidad nominal (la otra, la física, no es posible, al menos por ahora), ¿qué va a hacer ahora este hombre?
Para terminar, algunas curiosidades: una, las tres películas de la trilogía que se rodaron inicialmente se hicieron cada dos años (1977, 79 y 81) y las tres de la trilogía última filmada se han hecho cada tres (1999, 2002 y 2005), y ello porque la mayor parte de los escenarios son virtuales, mientras que en los primeros filmes eran reales: para que después digan que la técnica ahorra tiempo...
Y segunda curiosidad: ¿sabes, querido visitante de CRITICALIA, que todos los episodios de esta mítica saga cinematográfica se han estrenado en Estados Unidos en el mes de mayo? ¿Y sabes en qué mes nació nuestro George? Exactamente...