La gala de los cuartos Premios Carmen, que entrega la Academia de Cine de Andalucía, tuvo lugar ayer sábado día 1 de febrero en el Gran Teatro de Córdoba, con retransmisión en directo de la ceremonia por parte de Canal Sur, que también la emitió por internet a través de su plataforma Canal Sur Más. La gala duró más o menos lo previsto, tres horas, quizá porque los premiados no estuvieron demasiado pesados con los agradecimientos; que lo hiciera el Carmen de Honor, el gran Antonio P. Pérez, era lógico, pero a él, como premio honorífico, no se le exigía lógicamente brevedad. Los presentadores, la cordobesa Macarena Gómez y el malagueño Antonio Pagudo, actriz y actor, se ajustaron al guion establecido, aunque este desde luego fue muy plano, sin aristas ni siquiera alguna ironía: parece que sus autores no quisieron meterse en ningún charco, cosa que a veces se agradece, pero no tanto, mecachis... El maestro de ceremonias, desde un atril al fondo del escenario, el también cordobés Juan Carlos Villanueva, puso la sobriedad y la solemnidad de su poderosa voz al servicio de la gala.
Los agradecimientos, como decimos, no fueron exagerados, salvo algún caso puntual. En cuanto a las reivindicaciones, la que se escuchó con más frecuencia fue la petición de más recursos materiales, públicos y privados, para hacer más audiovisuales, incluso para (en palabras de la presidenta de la Academia, Marta Velasco) competir internacionalmente, en lo que quizá fue ya más la expresión de un sueño imposible que un deseo mínimamente realista. También, en palabras de Paz Vega, al agradecer su Carmen a la Mejor Dirección Novel, hubo una contundente denuncia sobre la violencia de género, al referir el primer asesinato machista del año en España, ocurrido solo unas horas antes en un pueblo asturiano. Hubo también alguna alusión indirecta a los malos tiempos que vienen para la cultura, en general, con la nueva administración Trump, y poco más. En ese sentido, la gente del cine en Andalucía no fue demasiado reivindicativa ni combativa: pragmatismo se llama la figura...
En cuanto a los premios en sí mismos, la gran ganadora fue, sin duda, Segundo premio, la película dirigida por los catalanes Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez, aunque con coproducción andaluza, de ahí su aparición (avasalladora, en este caso) en el palmarés. De la forma en la que esta cinta (que se identifica a sí misma como “esta No es una película sobre Los Planetas”) arrolló a todas las demás aspirantes puede dar idea el hecho de que estaba nominada a nueve estatuillas y se llevó... ocho, convirtiéndose figuradamente Segundo premio, entonces, en “Octavo premio”, lo que nos ha permitido la gracieta del título de esta crónica. Esos ocho galardones fueron por los conceptos de Película, Guion Original (Fernando Navarro), Actor Revelación (Cristalino), Dirección de Arte, Efectos Especiales, Montaje, Maquillaje y Peluquería, y Vestuario.
La segunda plaza en el podio correspondió a una ópera prima, Rita, la primera película como directora de la actriz sevillana Paz Vega, que recupera el cine “con niños” (como La lengua de las mariposas, como Secretos del corazón), en su vertiente conmovedora, también dramática, a vueltas en este caso con el maltrato doméstico. El film de Vega se llevó cinco premios Carmen, concretamente los de Dirección Novel, Actriz Revelación (Paz de Alarcón), Música (Pablo Cervantes), Sonido y Dirección de Producción. Aunque ciertamente se puede considerar que se convirtió en la “medalla de plata” de los Carmen, quizá ese resultado tuvo un sabor agridulce, teniendo en cuenta que optaban nada menos que a 14 estatuillas...
El tercer puesto, por número de premios, fue para la dramedia ¿Es el enemigo? La película de Gila, el peculiar e interesante biopic sobre el genial humorista madrileño, que se llevó tres galardones, entre ellos el de Dirección, para el algecireño Alexis Morante, además de los de Actriz de Reparto (Adelfa Calvo, por su entrañable personaje de la abuela de Gila) y el de Guion Adaptado (Alexis Morante, Raúl Santos). Estaba nominada a ocho Carmen, así que se llevó casi el cincuenta por ciento de lo que optaba.
Ya con solo dos premios resultaron La estrella azul, del aragonés Javier Macipe (Película No Andaluza y Fotografía), aunque sus opciones eran muy limitadas precisamente por su carácter de film sin producción o coproducción andaluza; Fandango, de la onubense Remedios Malvarez, que se llevó los Carmen a Largometraje Documental y Canción Original. Y con una estatuilla se tuvieron que conformar la dramedia de vocación ochentera Solos en la noche, del cordobés Guillermo Rojas (Actor Protagonista, para el sevillano Pablo Gómez-Pando), ambientada en el 23-F, lo que debió saber a muy poco, cuando era la máxima nominada de la noche, con 15 candidaturas; y Fin de fiesta, de Elena Manrique (Mejor Actriz Protagonista, para Beatriz Arjona). Claro que peor les fue a La mujer dormida, de la sevillana Laura Alvea, y a Por donde pasa el silencio, de la astigitana Sandra Romero, cada una de ellas con cinco nominaciones, pero que se fueron de vacío.
El actor malagueño Antonio de la Torre se llevó el Carmen al Mejor Actor de Reparto por su estremecedora interpretación de un enfermo terminal en la película no andaluza Los destellos, de la cineasta aragonesa Pilar Palomero.
El Premio Carmen de Honor para el cordobés (afincado en Sevilla desde hace tantos años) Antonio P. Pérez lo estimamos merecidísimo. El cine andaluz no se entiende sin su labor callada y tenaz desde hace cuarenta años, produciendo contra viento y marea films como Belmonte, Habana Blues, 3 días, La voz dormida, El Niño y La espera, entre otros muchos, y, sobre todo, ese icono del cine de nuestra tierra que es la magistral Solas, de Benito Zambrano, auténtico pistoletazo de salida para el actual “boom” del cine que se hace en Andalucía.
La ceremonia estuvo pespunteada por varios números musicales, con cantantes de diversa laya, desde el muy flamenco, muy jondo El Pele, hasta la jovencísima María Parrado. Habría que plantearse, de todas formas, o así nos lo parece, la posibilidad de que en las actuaciones musicales de las galas de los Premios Carmen lo que se interpretaran fueran las canciones originales que optan a esos galardones, como hacen en los Oscar desde hace décadas, lo que tendría todo el sentido del mundo.
Por lo demás, la organización fue correcta, sin ninguna metedura de pata, al menos que se apreciara, y la gala discurrió por los senderos previstos. Como apuntábamos antes, quizá se echó en falta algo más de ánimo reivindicativo, no ya desde el punto de vista corporativo (o sea, pedir más pasta para hacer más y mejores audiovisuales...), sino desde el punto de vista social: el mundo de la cultura, en estos tiempos aciagos (y más que se van a poner...), debe ser siempre una punta de lanza en la lucha por lo que le es consustancial: derechos humanos, libertades públicas, democracia, paz, bienestar social y económico para todos. Si abjuramos de esos principios, nos acercaremos peligrosamente a convertirnos en la versión actualizada de aquel sarcástico aforismo de los antiguos romanos: “panem et circenses”, pan y circo...
Ilustración: Foto del equipo de Segundo premio, al recoger el Carmen a la Mejor Película.