Enrique Colmena
Aunque ya le tenemos dedicado un Artículo de Fondo a Martin Scorsese (véase “Martin Scorsese, el estilo hecho cine”), hoy queremos ver las películas de Marty (diminutivo con el que es conocido dentro del mundillo del cine USA) desde otra perspectiva: hay muchas maneras de clasificar la ya extensa filmografía de Scorsese: por géneros, por temas, por estilos… pero también hay otra quizá menos común, la que se podría establecer, incluyendo etapas claramente diferenciadas, atendiendo a los actores (digo bien: las actrices, en Scorsese, ejercen casi siempre roles secundarios) que ha utilizado en sus películas.
Es obvio, pero es así: al actor scorsesiano por antonomasia es Robert de Niro, cuyos mayores éxitos se ha producido bajo la batuta de este cineasta italoamericano nacido en el barrio de Queens, en Nueva York. Curiosamente, hay dos etapas De Niro en la filmografía de Scorsese: la primera va de 1973, con la casi desconocida “Malas calles” (donde Robert interpretaba un personaje al límite, un joven pasado de vueltas en el contexto de una panda de amigos), hasta 1983, con “El rey de la comedia”, uno de los pocos fracasos comerciales de Scorsese. En esa primera etapa ambos consiguen varios hitos fundamentales: el más importante, “Taxi Driver”, que pone en imágenes la historia de un ex combatiente de Vietnam, paranoico de soledad y vivencias, que encumbraría al actor y al director; también fueron notables el acercamiento al musical clásico en “New York, New York” y al “biopic” boxístico en “Toro salvaje”.
Tras el fiasco en taquilla de “El rey…”, Scorsese y De Niro se dan un tiempo de reflexión y continúan sus carreras por separado, cerrándose la primera parte de esta etapa De Niro. Siete años más tarde ambos vuelven a trabajar juntos en “Uno de los nuestros”, la obra maestra de Scorsese en el tema de la mafia italiana, reincidiendo ambos en “El cabo del miedo”, “remake” del famoso filme de parecido título (en España “El cabo del terror”) de los años sesenta. Esa segunda parte de la etapa De Niro se cierra, al menos por ahora, en 1995, con “Casino”, una nueva vuelta de tuerca al hampa italoamericana.
En esa misma primera época del cine de Scorsese hay otro actor, Harvey Keitel, sobre el que también se puede establecer una clasificación dentro del cine del neoyorquino. De hecho, Keitel aparece ya en dos de los primeros títulos, cuasi “underground”, de Marty, “I call first” y “Street scenes”. Ya en su época profesional, ambos trabajaron juntos desde 1973, en la citada “Malas calles”, hasta 1976, en títulos como “Alicia ya no vive aquí” y “Taxi Driver”. Keitel era el secundario seguro sobre el que Scorsese montaba su historia con sus estrellas, ya fuera Ellen Burstyn (“Alicia…”) o De Niro (“Taxi…”); años más tarde, en 1988, todavía volvería Keitel a colaborar con Marty en “La última tentación de Cristo”, en este caso con un jugosísimo papel secundario: nada menos que Judas Iscariote.
En la década de los ochenta otro secundario de lujo asoma su jeta en los filmes de Scorsese: Joe Pesci se especializa en personajes de violencia inusitada, dentro de películas sobre hampones, a las que confiere una brutalidad que se convierte pronto en marca de fábrica del cine scorsesiano sobre mafias: “Uno de los nuestros” y “Casino”, pero también “Toro salvaje”, en este caso en un papel más pacífico.
Durante la última época, entre los años noventa y este comienzo de siglo XXI, parece que Scorsese es más ecléctico escogiendo a sus actores y no suele repetirse. Aún así, hay algunas reincidencias llamativas: por ejemplo, la de Daniel Day-Lewis, que intervendrá en lo que podríamos llamar el díptico histórico neoyorquino de Scorsese: fue el distinguido y romántico galán de “La edad de la inocencia”, en la elitista aristocracia de Nueva York de 1870, pero también interpretará un papel diametralmente opuesto en “Gangs of New York”, ambientada unos años antes, en 1863, donde Day-Lewis será el brutal jefe de una banda de delincuentes en los balbucientes años en los que la Gran Manzana no alcanzaba siquiera el grado de ciruela…
Pero el actor por el que Scorsese se ha decantado claramente en los últimos años, hasta el punto de que se puede hablar ya de una etapa con su nombre, es Leonardo DiCaprio; estuvo por primera vez a la órdenes de Marty en la citada “Gangs of New York”, como alfeñique, después bragado rival de Day-Lewis en la lucha por el poder de los barrios bajos, para repetir dos años más tarde, en 2004, en la biografía de Howard Hughes, “El aviador”, en un papel que a Leo le venía grande. Claro que no debió parecerle así a Scorsese, que de nuevo le ha dado el personaje principal en “Infiltrados”, donde el actor se esfuerza en dar un papel para el que, evidentemente, no está dotado.
El cine de Scorsese según sus actores: de grandes divos como De Niro, o sobresalientes actores de reparto como Keitel o Pesci, a pipiolos como DiCaprio, hay un abismo. Claro que sobre las fobias y, sobre todo, las filias de los grandes del cine, ¿quién puede juzgar? Lo importante es el resultado final, e “Infiltrados” parece reconciliarnos con el mejor cine de Marty; ojalá no sea un espejismo…