Enrique Colmena
Quien le iba a decir a Ángeles González-Sinde a finales de enero, durante la ceremonia de entrega de los Premios Goya, que la reivindicación que sobre el propio escenario expuso al entonces ministro de Cultura, César Antonio Molina, sobre la necesidad de atajar el fenómeno de las descargas de películas en Internet, iba a ser cuestión suya en tan poco tiempo. Con el nombramiento de González-Sinde como nueva ministra de Cultura en la recentísima crisis de gobierno de Zapatero, llega a la cúspide administrativa cultural de España, por primera vez, una persona del mundo del cine. Es cierto que Jorge Semprún fue ministro del ramo en uno de los muchos gobiernos de Felipe González, pero Semprún (o Federico Sánchez, su heterónimo en la clandestinidad) era más un literato que un hombre de cine, a pesar de que escribió algunos notables guiones, como los de “Z”, de Costa-Gavras, o “Stavisky”, de Resnais. Pero AG-S (abreviemos ya el nombre de la nueva ministra, para ahorrar) es una genuina mujer de cine, incluso “hija del cuerpo”, si nos permiten la expresión, como hija que es/fue del guionista y director José María González-Sinde, ya difunto; Ángeles comenzó en el guión, y en ese campo ha obtenido algunos éxitos, como el libreto de “La buena estrella”, la mejor película de Ricardo Franco (con permiso de “Pascual Duarte”), pero también ha escrito textos infames, como el de la tan actual “Mentiras y gordas”. AG-S se ha pasado no ha mucho también a la dirección, como casi todos los guionistas en España (menos el llorado Rafael Azcona y Lola Salvador, es cierto), con un título de cierto interés, “Una palabra tuya”, y una tv-movie, “¿Y a mí quien me cuida?”, con pinta de telefilme de sobremesa; un bagaje, entonces, que no es como para tirar cohetes...
Así que la flamante nueva ministra, ya ex presidenta de la Academia del Cine Español, tiene ante sí (aparte de gestionar el resto de la cosa cultural, lo que no es moco de pavo) el reto de levantar el alicaído cine español, con una magra cuota de recaudación en torno al 13%, y lo que es peor, con una sensación de que lo que nos cuentan nuestros cineastas, salvo raras excepciones, no interesa a su propio público. Y es que la culpa del desafecto del espectador español para con sus artistas cinematográficos no es sólo la defección de las salas por las descargas masivas de material por los diversos y populares emuladores: lo importante, me huelo, es que los temas, y la forma de contarlos por parte de los cineastas hispanos, se le da una higa al espectador medio. Así las cosas, los filmes españoles que supuestamente triunfan en taquilla son en realidad productos con fuerte apoyo extranjero, desde “Vicky Cristina Barcelona” a “Astérix en las Olimpiadas”, que poco tienen que ver con España y sí mucho con un estándar internacional de cine.
De esta forma, el hecho de que el Estado legisle el enorme vacío legal existente en el tema de las descargas internetianas (vamos a ir creando adjetivos con las denominaciones de las nuevas tecnologías, ¿no les parece?) no va a suponer, razonablemente, que las recaudaciones del cine español mejoren.
Vamos, por supuesto, a dar la bienvenida a la nueva ministra, una de las nuestras, si vale el apelativo, tan scorsesiano, tan cinematográfico. Dicen que los grandes artistas son malos gestores; bueno, como ésta no es precisamente una artista eximia, a lo mejor es una buena administradora…