Enrique Colmena
La ceremonia de la entrega de los premios Goya referida al año 2009 (celebrada, obviamente, en 2010, concretamente el pasado domingo día 14), se saldó con un bastante evidente éxito de “Celda 211”, que obtuvo ocho estatuillas, frente a las siete que cosechó su rival más directa, “Ágora”. Podría parecer un resultado ajustado, pero en la realidad no lo fue, porque los Goyas de la película de Daniel Monzón fueron, en su gran mayoría, “de primera” (Película, Director, Actor Protagonista, Actor Revelación, Actriz de Reparto, Guión Adaptado, además de dos técnicos), mientras que los del filme de Amenábar fueron fundamentalmente técnicos (también conocidos coloquialmente como “de pedrea”: Efectos Especiales, Fotografía, Dirección Artística, Diseño de Vestuario, Dirección de Producción…).
Así que el duelo fue menos, y realmente hubo un triunfador claro, “Celda 211”, basada en la novela del periodista sevillano Francisco Pérez Gandul. De esta forma, el crítico Daniel Monzón, que durante años fustigó el cine de otros desde las páginas de la revista Fotogramas, consigue alzarse a la cima de la industria española, después de varios intentos infructuosos y (por qué no decirlo) fallidos; porque si bien su inicial “El corazón del guerrero” tenía cierto interés, sus títulos posteriores, “El robo más grande jamás contado” y “La caja Kovak”, resultaron fiascos bastante lamentables.
Aquí, sobre un clásico esquema de thriller carcelario, adecuadamente actualizado, Monzón traza un potente relato muy cinematográfico, pleno de tensión, con espléndidas interpretaciones (ese Luis Tosar que, por supuesto, se ha llevado el Goya que estaba cantado por su inolvidable Malamadre). Era lógico, y justo, que superara al gran armatoste historicista de Amenábar, una película en la que, como tenemos escrito, el tamaño elefantiásico de la producción se comió el talento del artista, forzado a actuar más como un bronco general al frente de un gigantesco ejército que como el sutil cincelador de emociones que realmente es.
El resto es (casi) silencio. Citaremos los dos Goyas para “Yo, también”, una de mis favoritas de este año (y no sólo porque sea cine andaluz, que conste…), en especial el conseguido por Lola Dueñas, que está inmensa, si bien fue una pena que Pablo Pineda no obtuviera el de Actor Revelación. Otros filmes de interés se fueron casi de vacío, como “Gordos”, y otros, que no tenían interés, como “Los abrazos rotos”, también se llevaron alguna cosa, más que nada porque Almodóvar (que tuvo una muy celebrada aparición en plan Reina Madre) tiene mucho peso.
Andreu Buenafuente condujo con su soltura habitual la gala, consiguiendo hacerla más divertida que en otras ocasiones, si bien algunos de los chistes cinéfilos y casi privados del guión seguramente dejaron con tres palmos de narices a la mayor parte de la audiencia televisiva, no experta en las jergas de la gente del cine. Otra cosa es el tema de los agradecimientos, cada año más plastas: a este paso habrá quien agradecerá el premio hasta a la tortuguita que tuvo cuando pequeño y que al morir le causó un trauma que después llevaría al cine… En fin, ya se sabe que, entre los especímenes humanos más riesgosos (permítanme el americanismo, que esta página la leen mucho en el Nuevo Continente) está el homínido con un premio en la mano y un micrófono en la boca: qué peligro…
Algunos colegas de la crítica han despotricado contra el éxito de “Celda 211”, echando en cara a la Academia que no se hayan galardonado apuestas más arriesgadas: vamos a ver, tíos, el cine español ya cubrió su cuota de premios intelectuales con el de Mejor Película y Mejor Director para “La soledad” hace un par de años; ya no toca hasta por lo menos dentro de una década… Claro que siempre se podría constituir la Academia de los Cuatro Gatos y entregar los Premios Torre de Marfil, que quedarían preciosos…
La ceremonia de entrega de los Goyas, no nos engañemos, es un evento industrial, comercial, social y cultural, no sé si por ese orden. No se trata de reconocer méritos de filmes minoritarios (para eso ya estamos la canalla crítica), sino de intentar hacer visible un cine generalista cuya competencia norteamericana es imbatible; en este combate David no gana, no puede ganar, a Goliat. Pero, ¿es que por ello ha de dejar de voltear su honda?