Esta película forma parte de la Sección Oficial del 17 Festival de Cine Africano (FCAT’20). Está disponible por tiempo limitado en Filmin.
Mamadou Dia es un joven director de fotografía senegalés afincado en Nueva York, donde se ha licenciado con un MFA, un máster en Bellas Artes. Hasta ahora había hecho como director cuatro cortometrajes, siendo este Baamum Nafi (literalmente, “El padre de Nafi”) su debut en el largo de ficción.
La acción se desarrolla en nuestro tiempo, en un pequeño pueblo imaginario, Yonti, al noreste de Senegal. Allí conocemos a Tierno, el imam del lugar, casado y con una hija, Nafi, ya en edad de merecer, que sueña con ir a la universidad de Dakar para estudiar Neurología. En una boda que oficia Tierno, su hermano, Ousmane, llegado del extranjero con mucho dinero, anuncia que su hijo Tokara y Nafi van a casarse, algo que no gusta a Tierno porque sabe que el dinero de Ousmane procede del terrorismo yihadista. La relación entre los hermanos empieza a deteriorarse, mientras que Ousmane va ganándose el favor de la gente con sus dádivas de dinero...
Tiene dicho Mamadou Dia (por cierto, el mismo nombre de un célebre político senegalés del siglo XX, enemigo acérrimo del que fuera presidente Leopoldo Sedar Senghor) que la película se inspira en hechos acontecidos en la ciudad maliense de Tombuctú en 2012, cuando cayó en manos de un fanático grupo de fundamentalistas islámicos que sumieron a la localidad en el terror. Sobre esa base, Dia imagina el proceso que podría desembocar en su tierra, Senegal, en algo parecido, evidentemente para prevenirlo y estar alerta sobre ello. Pero no es, evidentemente, Baamum Nafi un film de mera tesis, sino que juega la carta de la ficción, con esta historia de dos hermanos enfrentados, con sus correspondientes agravios familiares que motivan sus desencuentros, pero también la pugna entre tradición y fanatismo, entre tolerancia y comprar voluntades con dinero, entre principios y brutal intransigencia.
Mamadou Dia revela pronto que no es (al menos todavía) un cineasta exquisito. Su filmación es clásica, pero un tanto acartonada, con una puesta en escena impersonal, correcta pero sin toques propios, lo fía todo a la historia que cuenta. Tiene, eso sí, una muy buena fotografía, probablemente como corresponde a un profesional que procede precisamente del departamento de cámara.
La película temáticamente es interesante aunque un tanto simple, con un guion que a ratos da ciertos bandazos no suficientemente justificados. Con todo, la presentación del fenómeno que aquí se denuncia, la sibilina infiltración del terrorismo yihadista comprando, literalmente, las voluntades de las fuerzas vivas de la comunidad, la redime de sus defectos y reiteraciones. Importa más, entonces, el fondo que la forma: Dia señala sin ambages la ladina estrategia del integrismo islámico para introducirse en las poblaciones, colmándolas de regalos y prebendas mientras aislan o directamente eliminan a los elementos discordantes que se oponen a sus designios. La presentación en pantalla de esa capacidad del que podríamos llamar “terror-dinero” para captar adeptos por el mero (y metafórico) brillo de sus billetes, para hacer proselitismo apoyándose en la codicia humana, es quizá el mayor mérito de esta película que, sin embargo, en sus otras líneas argumentales secundarias, pero afluentes a la principal, quizá sea más endeble, menos interesante.
La fanática ignorancia de los nuevos conversos, como el llamado Bassa que toma como nombre islámico Abdalah, un auténtico zopenco, un palurdo analfabeto e imbécil al que la dirigencia del yihadismo pretende convertir en el nuevo imam (como muestra palpable de lo que les importa realmente la religión que supuestamente defienden con tanta ahínco), es también otro de los elementos estimables de esta por lo demás bienintencionada película, aunque resulte un tanto simple.
Baamum Nafi nos permite asomarnos a la sociedad senegalesa de nuestro tiempo, una sociedad tolerante y abierta donde las mujeres pueden llevar el velo o no, según les plazca, donde aunque el islamismo es la religión mayoritaria, conviven pacíficamente otros cultos, como el cristiano, donde la gente joven se divierte con las mismas músicas y tienen los mismos gustos, los mismos sueños de sus homólogos occidentales. Esa sociedad, aún intocada, es la que pretende Mamadou Dia, con la mejor de las intenciones, preservar, alertando sobre las sinuosas formas en las que la supuesta “piedad” de los que en realidad son impíos pueden acabar con ella.
En una tierra en la que conviven con naturalidad las tradiciones más ancestrales, con sus rebaños de cabras por las calles de terrizo, con las más novedosas tecnologías, con sus “smartphones”, sus ordenadores portátiles, sus poderosos vehículos 4x4, cuando los que resisten la arrolladora llegada de los nuevos e inmisericordes amos son tildados de tener “demasiados principios”, todo parece estar perdido. Ojalá no lo esté, como, a pesar de la tragedia final, expresa la película.
(10-12-2020)
107'