El éxito comercial de “El cementerio viviente”, un filme barato con una repercusión en taquilla sumamente rentable, hacía prever que sus fautores buscaran estirar el filón. Stephen King, con buen criterio, no entró en ese juego: la novela, y también la película, empezaba y se cerraba sobre sí misma. Así que el productor Ralph S. Singleton (de quien como director preferiríamos no tener que recordar su repugnante adaptación de “La fosa común”) no consiguió convencer a S.K. para que participara en esta segunda parte que se adivinaba bastante menos estimulante que la primitiva y genuina primera entrega. De esta forma, King no aparece para nada en los títulos de crédito, ni siquiera como "asesor creativo", figura que permite una bendición oficiosa del producto. Singleton mantuvo entonces a la directora de la primera parte, Mary Lambert, pensando quizá que ella era la responsable máxima de su éxito; como se ve al contemplar este “Cementerio viviente 2”, eso no es así. Ni la historia pergeñada por Richard Outten, el guionista, tiene entidad por sí misma, sino que se dedica a girar sobre los caracteres creados por King en la novela, ni la realización de Lambert alcanza niveles mayores que los de un telefilme discretamente manufacturado.
Porque lo que en la novela, sobre todo, pero también en la película, funcionaba era la sensación de terror sugerido, la sensación de miedo primordial de cosas que nos azotan en sueños: la muerte, pero sobre todo, la posibilidad de volver de ésta, y cómo regresan tales zombies. La necesidad emotiva de recuperar a los seres amados era el motor, pero en “El cementerio viviente”, gracias sobre todo al guión del propio King, se hacía a través de escenas sugerentes que dejaban lugar a la imaginación del espectador para que este sacara sus propias conclusiones. En esta segunda parte, Lambert, sin las muletas del guión kingiano, se enzarza en un carnaval sanguinolento, una casquería de la obviedad, con cuellos desgarrados, cuerpos que se derriten, rostros deformados, perros con ojos refulgentes, gatos masacrados, zombies convenientemente apestosos y crueles, sustos tópicos... Sólo hay un destello de inteligencia, en la escena en la que Drew le cuenta a Jeff que, tras la resucitación de su padrastro Gus, éste se comporta con él y con su madre como si fuera una auténtica familia, olvidando los rigores disciplinarios de cuando le latía el corazón: ironía brillante que, lamentablemente, no se mantiene durante el resto de la historia, transida de una mediocridad aplastante.
Y eso que Lambert y su guionista Outten recurren constantemente a invocar el fantasma de King, sobre todo al citar en varias escenas el trágico destino de la familia Creed, con la muerte del pequeño Gage, después de su madre y del padre, Louis, añadiendo incluso como estrambote en una secuencia (ambientada apropiadamente, eso sí, en el cementerio de animales y durante la noche de Halloween) el relato de lo que deparó el futuro a Ellie, la niña huérfana del matrimonio, única superviviente, quien habría matado a sus abuelos cierta noche y habría sido confinada de por vida en un manicomio, muy en la tradición del Michael Myers de “La noche de Halloween”. Pero no hay que engañarse: las invocaciones al original kingiano no pueden hacer olvidar que este es un filme mediocre, obvio antes que sugerente, resuelto con cierto aseo pero sin aportar nada a una historia que estaba finiquitada en la primera entrega, que nunca debería haber sido "primera" sino "única" parte.
Cementerio viviente 2 -
by Enrique Colmena,
Feb 27, 2009
1 /
5 stars
De lo sugerente a lo obvio
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