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No es la primera vez que el cine americano tiene la valentía de sacar a relucir los trapos sucios de la Justicia de su país, en la que en el año 1993 todavía había racismo contra la población negra y era capaz de condenar a un inocente hombre negro por el asesinato de una chica blanca de 18 años basándose en la falsa declaración de un testigo inexistente al que le ofrecieron librarse del corredor de la muerte si prestaba una declaración en contra, con lo que quedaba resuelto el caso y así las autoridades locales se ponían una medalla más por haber hallado al "asesino" de una mujer blanca y hacer "justicia".

Por lo visto no les quedaba remordimiento de conciencia por mandar a la silla eléctrica a una persona inocente, por no cumplir con su deber de encontrar al verdadero culpable. No tienen en cuenta no sólo la injusticia sino también el dolor que ocasionan a su familia y a toda una comunidad por ello. Hay un testigo, un joven de color, que le cuesta decir la verdad por no quedar señalado y temiendo a las represalias que puedan sobrevenirles. No tienen inconveniente en acosar al abogado por si eso le hace echarse atrás y no seguir poniéndolos en evidencia, ni en humillarlo teniendo que desnudarse, a pesar de ser un letrado, riéndose así de él por el simple hecho de ser un hombre de raza negra, sin tener derecho a burlarse así de él.

Cuenta la historia real del joven abogado de color Bryan Stevenson y de su lucha por la justicia fundando la Equal Justice Initiative para dar asistencia legal a afroamericanos sin recursos en la ciudad de Montgomery (Alabama). Después de licenciarse en Harvard, Bryan recibe ofertas de trabajo muy lucrativas, pero él prefiere poner rumbo a Alabama para defender a personas que han sido condenadas erróneamente o que carecían de recursos para tener una representación legal adecuada, y lo hace con el apoyo de la activista local Eva Ansley, sin cobrarles nada a sus defendidos.

Uno de sus primeros y más turbulentos casos es este de Walter McMillian, que en 1987 fue sentenciado a la pena de muerte por el asesinato de Ronda Morrison, una chica blanca de 18 años, a pesar de que las pruebas demostraban ostensiblemente su inocencia, ya que él nunca estuvo en el lugar del crimen a la hora en que se cometió, sino a varias millas de distancia trabajando en la reparación de una lavandería con el joven Darnell Houston, un amigo de su hijo, que no se atreve a declarar por lo que le pudiera sobrevenir.

En los años posteriores Bryan se ve envuelto en un laberinto de maniobras legales y políticas y de un racismo declarado mientras lucha por Walter y por otros como él, como el caso de Herbert Lee Richardson, que finalmente fue ejecutado, a pesar de tenerlo todo en su contra, incluido el sistema legal, en una de las escenas más duras que nos ofrece este film, que nos ha recordado otra ejecución famosa, la de Barbara Graham, en ¡Quiero vivir! (1958), de Robert Wise, con una gran interpretación de Susan Hayward que le hizo ganar el Oscar, en esa ocasión con más detalle que aquí.

La cinta tiene un poderoso guion, bien estructurado, llevando a cabo los casos, especialmente el de Walter McMillian, como meollo de esta historia, lo que hace que se mantenga el interés desde el primer minuto al último a pesar de su extenso metraje.

Hacía tiempo que no se veía en el cine americano una producción de juicios y tan bien realizada como ésta por el director hawaiano Destin Daniel Cretton, que tras varios cortos y documentales debutó en la dirección de un largo con Iam not a hipster (2012), que no se vio en España, pero sí sus siguientes títulos, Las vidas de Grace (2013) y El castillo de cristal (2017), que nos ofrece ahora su cuarto y formidable film, Cuestión de justicia (2019), bien llevado y con un notable trabajo de su trío protagonista, Michael B. Jordan, Jamie Foxx y Brie Larson.


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137'

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Cuestión de justicia - by , Mar 09, 2020
3 / 5 stars
En defensa de los más desamparados