El cine de bebés intercambiados al nacer, por diversos motivos, parece estar de actualidad; hace poco veíamos una estimulante aportación japonesa al tema, De tal padre, tal hijo, de Hirokazu Kore-eda, y ahora es el cine francés, aunque ambientando su historia en el convulso Israel y la no menos atormentada Palestina, el que pone en escena una historia similar, aquí con ribetes especialmente acerados, teniendo en cuenta que los hijos intercambiados por un albur bélico serán un judío y un árabe, de tal forma que cada una de las familias cuida amorosamente a quien, en otras circunstancias, considerarían su enemigo.
El filme parece partir de esa gran inventora de historias que es la pregunta “qué pasaría si…”, planteando ese escenario, ya de por sí doloroso, del intercambio de bebés y descubrimiento del hecho cuando los hijos que no lo son tienen ya una edad y forman parte inextricable de la familia, en una de las zonas más peliagudas del planeta, donde dos pueblos coexisten de mala manera, donde las relaciones de ambas comunidades son poco menos que inexistentes, donde se considera que el otro te va a pegar un tiro con su fusil de soldado hebreo o te va a reventar con su cinturón de explosivos, según la perspectiva de cada uno.
Lorraine Lévy, la directora (cuyo apellido delata que su relación con los judíos es algo más que circunstancial), es sobre todo una guionista que episódicamente dirige algunos filmes, bien para televisión o, como en este caso, para el cine. Tiene buena mano para historias como ésta, en la que los sentimientos están a flor de piel, en la que la exploración de las emociones es la tarea más interesante que se puede plantear, cuando dos familias, en teoría absolutamente opuestas en todo, habrán de empezar, al menos, a entenderse en beneficio de sus hijos, para gestionar como buenamente puedan este mazazo que el destino les ha deparado.
Rodada con delicadeza y sin jugar bazas extremistas (tentación a la que se prestaba el filme, aunque afortunadamente Lévy no cae en esa trampa), El hijo del otro es una película seguramente necesaria, que habla del amor por encima de la sangre o del ADN, del amor como forma de relacionarnos, de entregarnos, de ser el otro siendo uno mismo. Es cierto que su conclusión quizá sea excesivamente optimista, pero también que cierta catequización, en según qué temas, es conveniente, incluso necesaria, a lo mejor hasta imprescindible. También es cierto que Lorraine Lévy no es una cineasta exquisita, notándose que se encuentra más cómoda ante la página en blanco del guión que encuadrando la escena, dirigiendo a los actores, ordenando a ese pequeño ejército que es el equipo de rodaje de una película. Pero, ¿quién dijo que todos tenían que ser como Scorsese?
El hijo del otro -
by Enrique Colmena,
Jun 29, 2014
3 /
5 stars
Criando a tu enemigo (o no)
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