Sobre la verídica historia de Mikel Lejarza, un topo vasco dentro de la ETA que luchaba contra el franquismo, se ha hecho esta película, que sin duda modifica aspectos sustanciales de los verdaderos hechos históricos, entre otros los propios nombres de los protagonistas de esos hechos. Lejarza ya no se llama así, ni los etarras que aparecen tampoco. No obstante, se puede reconocer a algunos. Por ejemplo, el siniestro matarife que compone Patrick Bruel, con el sobrenombre de "Nelson", pudiera ser "Apala"; el intelectual que hace Jorge Sanz con el alias de "Asier" tiene todo el aspecto físico de ser "Wilson", el ideólogo del asesinato de Carrero, pero por la forma de terminar del terrorista (muerto a manos de un sicario de su propia banda), más parece "Pertur", desaparecido en Francia a mediados de los años setenta, y hasta hoy; la activista de la que se enamora el Lobo podría ser Belén González Peñalba, y así sucesivamente.
En cuanto a la película en sí, ciertamente es curioso el acercamiento a un momento histórico (el tardofranquismo, la agonía de Franco, la complicadísima Transición), además, por un lado, desde dentro de la banda terrorista, y por otro, de lo que Felipe González llamaba "las cloacas del Estado", para el caso el SECED, antecedente del posterior y conocido CESID y éste del actual CNI: en dos palabras, los espías españoles. Pero se echa en falta en la película alguna crítica sustanciada hacia los postulados terroristas, porque las palabras llenas de sangre y odio de los matarifes de la época quedan siempre sin respuesta. Es cierto que entonces sus oponentes eran los policías y agentes de un Estado represor, el gobernado con mano de hierro por el régimen de Franco; pero la benevolencia con el terror siempre está de más.
Miguel Courtois, nuevo en esta plaza (¿no había ningún director español que pudiera afrontar el filme?), conduce la historia sin alharacas, con tono artesanal, sin nada realmente reseñable. Hay, es cierto, una crítica apenas soterrada a los sicarios de las sentinas del Estado, de todo Estado, pero con frecuencia tenemos la impresión de estar ante una película de estereotipos: el Lobo, un individuo próximo a ETA que se cambia de bando sólo por dinero; Ricardo, el jefe de los espías, retratado aquí como un figurín sin escrúpulos que, llegado el momento, abandonará a su hombre infiltrado en la banda terrorista; no digamos ya errores de "casting" como hacer de Jorge Sanz nada menos que el ideólogo de la banda, cuando es obvio que no da el papel. Así las cosas, El Lobo interesa más por ser una de las escasas aportaciones del cine español al trágico fenómeno etarra que por otra cosa.
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra polÃtica de cookies, pinche el enlace para mayor información.