El tesoro de Bengala

La cinematografía italiana, siempre pendiente de los éxitos del cine americano para seguir su estela y arañar algo del original, perpetró también algunas secuelas como ésta, inspirándose (cuando no directamente plagiando) en los films que en los años cuarenta protagonizara el actor indio-americano Sabú. Aquellas películas tenían como elemento común la presencia invariable al frente del reparto de este joven de aspecto y rasgos inequívocamente hindúes, siempre filmado en historias mitad mágicas, mitad aventureras, con exóticos fondos de mezquitas, turbantes y minaretes.

En 1953, cuando Sabú ya estaba en decadencia, en parte por haber crecido y no ser ya el adolescente travieso con el que se identificaban los muchachos de su edad, ni tampoco el pequeño al que todas las madres adoraban, la cinematografía italiana le ofreció volver a las andadas con esta pequeña producción artesanal, en la que, sin embargo, se prefiguraron algunas de las ideas que después desarrollaría Steven Spielberg en Indiana Jones y el templo maldito.

En Bengala existía un pueblo, feliz y confiado, bajo la protección de la leyenda de una joya llamada “la estrella del fuego”. Por supuesto que esa joya será objeto de la codicia de muchos.

El relato resulta entretenido; a pesar de sus deficiencias, se deja ver. Gianni Vernuccio fue un director, guionista, montador y productor cuya presencia en el cine estuvo siempre ligada a productos de poca monta; sin embargo, sin proponérselo, con films como éste sería precursor de las aventuras exóticas que, fundamentalmente en la década de los ochenta, llenó los bolsillos de George Lucas y Steven Spielberg, con la entonces aún Trilogía de Indiana Jones. Quién iba a decir a este artesano oscuro y rutinario que, sin saberlo, iba a anticiparse a los nuevos maestros del cine de aventuras que, décadas más tarde, refrescarían un género que intermitentemente parece moribundo, aunque finalmente siempre termina resucitando.

(05-06-2009)