Tiene El viaje de Nisha varios atractivos: procede de un país, Noruega, del que se ven pocas películas en España, con un tema muy de actualidad, el conflicto entre culturas entre una civilización muy chapada a la antigua, muy religiosa, como la paquistaní, cuando los miembros de una familia han emigrado y están plenamente integrados, al menos formalmente, en una sociedad tan abierta y avanzada como la noruega. Pero es que además dirige el film una cineasta de ese país escandinavo pero de origen pakistaní, y lo hace sobre una historia de tintes autobiográfico que le sucedió a ella misma casi treinta años atrás, aunque las situaciones se hayan actualizado (los smartphones, por ejemplo, no existían hace tres décadas) y, lógicamente, modificado para ajustarlas a los cánones de una producción cinematográfica al uso.
La acción transcurre en Noruega, donde Nisha es una adolescente de esa nacionalidad pero de origen pakistaní, de 16 años, que vive una vida conforme a lo normal en el país cuando está fuera de su casa, pero que cuando entra en ella tiene que ajustarse a unas rígidas normas como si la familia estuviera todavía en el país musulmán. Cuando su estricto padre, Mirza, la encuentra besándose con su novio noruego, muele a palos a este y secuestra a su hija con la ayuda de su vástago mayor, Asif, escoltándola hasta su país de origen y confiándola a su hermana para que la “enderece”. Pero Nisha no se resignará...
Tiene El viaje de Nisha el valor del documento (aunque sea tratado a través de una ficción), de una historia que sabemos cierta, la de una cultura, la musulmana en este caso, que no acepta que el papel de la mujer en la sociedad sea igual que el del hombre. La directora, Iram Haq, ha tenido que esperar casi tres décadas para contar esta historia que, es obvio, la traumatizó siendo apenas una niña. El choque de civilizaciones en el film es tanto mayor cuanto que la chica, noruega ya de nacimiento, es compelida a plegarse a estándares de una cultura (por llamarlo de alguna forma), la islámica, que denigra el papel de la mujer, en contra de lo que se pregona y establece en Noruega y resto de Occidente, y consideran que su puesto en la sociedad está siempre en función del hombre: hija de, hermana de, esposa de, madre de... Siempre pendientes del qué dirán, de la vergüenza, del honor, como si el honor, en cualquier ser humano, hombre o mujer, no fuera respetar, amar, dar su sitio siempre a los demás, como si la honestidad no tuviera que ver con la generosidad, la autenticidad, la sinceridad, la integridad, y no con lo que quiera que cada uno haga con lo que se tenga entre las piernas.
Obra a ratos de una insoportable dureza, en especial un par de escenas ambientadas en Pakistán (aunque la directora rodó en la India, al ser incapaz, tras el trauma que le aconteció allí, de volver al país de sus progenitores), El viaje de Nisha se constituye entonces en un poderoso aldabonazo sobre las conciencias, para que sepamos hasta qué punto las jóvenes europeas cuyos ancestros proceden de civilizaciones arcaicas están expuestas a ser tratadas según las normas antediluvianas de sus países de origen, pero también es un film de vigoroso trazo, bien narrado, sin subrayados, con una inteligente gradación de la tensión y de la indefensión de esta mujer que fue capaz de rebelarse contra el papel subsidiario que su familia y su religión le tenían reservado.
Iram Haq, la directora, hace con este su segundo largometraje, tras el primero, no estrenado en España, Jeg er din (2013), cuyo título internacional en inglés fue I am yours, con lo que nos da pistas de por dónde iban los tiros, en ese caso una historia ambientada en un clan monoparental noruego, formado también por pakistaníes emigrados, con un personaje central de mujer y su relación con un entorno en el que existirá una importante fricción entre la liberalidad escandinava y la represión islámica.
Notable trabajo interpretativo de la jovencísima Maria Mozhdah, en su primer trabajo actoral; también brilla Adil Hussain, un actor hindú de dilatada trayectoria, que se hace cargo del complejo papel del progenitor de la protagonista, confiriéndole matices (sobre todo en la determinante escena final) que muestran el grave conflicto entre su amor de padre y el que cree su deber de rígido paterfamilias. La película, muy justamente, consiguió 4 premios Amanda, los Goyas noruegos.
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