(Esta película forma parte de la sección Panorama Andaluz del 20 FESTIVAL DE CINE EUROPEO DE SEVILLA - SEFF'2023).
Bernabé Bulnes (Sevilla, 1982) es un cineasta andaluz que se ha desempeñado en muchas y diversas disciplinas dentro del audiovisual, desde guionista y director, empeños generalmente entendidos como autorales, hasta otras tareas más técnicas, como director de fotografía o ayudante de dirección. Estudió en la prestigiosa La Fémis, con lo que es evidente que buena formación tiene. El año pasado consiguió el Premio ASECAN a la Mejor Dirección Novel por su documental La sal de la vida. Ahora debuta en la realización de largometraje de ficción con esta Fueron los días.
La película se ambienta (y se rodó en su mayor parte) durante la celebración en Sevilla del 19 Festival de Cine Europeo de la capital andaluza, en noviembre de 2022. Conocemos a Gabino Robles, un director de cine sevillano que vive en Madrid, donde viene desarrollando una fructífera carrera gracias a la que ha conseguido ya un Goya, que vemos en una estantería, rodeado de libros, en la primera imagen de la película, quizá como una declaración de intenciones, además de situarnos al personaje. Gabino marcha a Sevilla para participar en el mentado festival hispalense; en el transcurso del viaje le envía un audio a Alma, antigua pareja suya de años atrás, actriz, pero también, obligada por el prosaico “pane lucrando”, forzosa camarera... El director le dice que en su nueva película hay un papel que ha escrito pensando en ella, y que le gustaría que lo interpretara... Quedan en verse para hablar del tema y, finalmente, Alma acepta realizar una prueba (que Gabino dice es un mero trámite) para hacer el personaje...
Vaya por delante que nos parece que Fueron los días es una película bien hecha, con una dirección correcta y un tono, en general, agradable. Dicho lo cual, tenemos también que decir que, como film, tiene errores apreciables. Quizá el fundamental sea precisamente su discursividad: gestado como el reencuentro de dos amantes que años atrás cortaron (más bien cortó él, que se fue a por tabaco y no volvió, como decía la vieja frase antañona), y la relación entre lo profesional y lo personal que se esboza ahora entre ambos, el film tiene un serio problema con sus diálogos, que presentan dos modalidades, o bien demasiado estándares y triviales, o bien demasiado poco realistas, artificiales, incluyendo hasta citas de personajes ilustres (Bergman, por ejemplo), como si fuera lo más normal del mundo en una conversación entre amigos, no digamos ya entre exparejas. Tampoco ayuda el tono absolutamente inocuo de la historia, en el que todos son personajes positivos; a lo peor que llega es a hacer que la actual novia de Gabino le mienta como una bellaca a la que cree (y, en principio, no anda desencaminada...) su rival, para quitársela de encima, pero poco más... Decía Gidé (ya estamos con las citas... pero esto no es una conversación entre amigos...) aquello de que con buenos sentimientos se hace mala literatura, y aquí, la verdad, no se hace buen cine, sin que tampoco sea malo.
Estamos entonces ante una película un pelín pedante, ambientada en un contexto, el de gente que se dedica al cine (profesionalmente, como el protagonista y su pareja, o en plan cuasi “underground”, como uno de los amigos bohemios de la prota, que se autodenomina sarcásticamente “director sin películas”), que no es precisamente muy generalizado sino más bien muy, muy específico; queremos decir que no tiene nada que ver con la gente corriente, con la gente de a pie. Así las cosas, Fueron los días nos parece un film bien rodado, pero demasiado acartonado, demasiado ensimismado en sí mismo, muy dado al ombliguismo... Resulta, como decimos, discursivo, incluso digresivo, con cierto punto petulante que quiere ser guay, me temo que sin conseguirlo.
Visualmente el film busca los colores vivos, con una fotografía bien perfilada, retratando una Sevilla en la que a veces se cae en la tentación de la postalita, aunque es cierto que la visión de la ciudad en bicicleta le da un aire distinto, extrañamente cosmopolita, como de urbe neerlandesa. Y es que Bulnes busca cierto esteticismo urbano: bien filmada la ciudad, tanto de día como, sobre todo, de noche, a bordo de la bici de ella o a pie, con música melódica, un poco chill out, con tono melancólico, como conviene a esta crónica que fue de amor y que ahora, en busca quizá de reavivar el rescoldo, se encuentra con que finalmente la historia no tiene vuelta atrás y que el tiempo de ambos juntos ya ha pasado, en un final ciertamente desconcertante pero también inteligente.
Encontramos correcto el trabajo de los dos protagonistas, el actor hispano-alemán Gregor Acuña-Pohl y la actriz teatral Adela Castaño, que debuta en cine con seguridad y solvencia; junto a ellos, la siempre estupenda Silvia Acosta, de la que tenemos dicho (y nos reafirmamos…) que la cámara la adora.
90'