Moriarti es (además de, con “y”, Moriarty, el villano de Sherlock Holmes) una productora vasca que tiene ya una apreciable trayectoria en el cine realizado en su tierra, con temas casi siempre euskaldunes, aunque, como suele suceder con el cine localista (véase el wéstern, ejemplo más obvio), casi siempre tienen una evidente vocación universal.
De la productora Moriarti (en este caso junto a sus pares Irusoin y Kowalski) se han visto algunos títulos interesantes en los últimos años, como 80 egunean (2010) y, sobre todo, Loreak (Flores) (2014). Generalmente las tareas de guionista y producción suelen repartírsela entre varias personas, aunque casi siempre Jon Garaño es el eje sobre el que pivotan los films, manteniéndose como codirector y coguionista en la mayor parte de ellos. Aquí Garaño codirige junto a Aitor Arregi, al igual que en Loreak lo hizo con Jose Mari Goenaga, aquí solo coautor del guion y coproductor.
Handia parte de la llamada leyenda del Gigante de Altzo, un hombre que, en la primera mitad del siglo XIX, se constituyó en un mito no sólo en el País Vasco, sino en el resto de España e incluso en las ciudades más cosmopolitas de Europa. La historia se inicia en 1836, en el contexto de la Primera Guerra Carlista, cuando al caserío de Antonio Eleizegui, que tiene dos hijos varones, Martín y Joaquín, veinteañeros, llega el ejército vasco que apoya al aspirante Carlos María Isidro de Borbón, y que obliga al padre a elegir uno de sus dos hijos para ser reclutado por la leva forzosa. Antonio Eleizegui elige al mayor, Martín, aunque nunca aclarará el motivo. El joven lucha en la guerra y resulta herido en el brazo derecho, que nunca más volverá a poder a usar. Cuando vuelve al caserío, varios años más tarde, se encuentra con que su hermano Joaquín sufre un proceso de crecimiento al parecer imparable que lo ha convertido en un gigante de más de 2,30 metros de altura. Agobiada la familia por las deudas (el caserío está arrendado al cacique de turno, que no se compadece de las penurias de sus arrendatarios), dan en exhibir al gigante por ferias, primero en la propia Euskadi, después por el resto de España e incluso por Europa (Londres, París, Burdeos...). Pero el gigante se siente infeliz: su tamaño le hace ser un fenómeno de barraca, no el ser humano vulgar que quisiera ser...
Handia mezcla con sabiduría la rigurosa ambientación histórica con la sensible crónica del hombre que nunca quiso ser un gigante, sino uno más, un hombre que casara, tuviera hijos, trabajara, muriera. Por contraposición, su hermano mayor, Martín, lo que querrá será escapar del terruño, viajar a ese Eldorado que imagina es América, donde todo parece posible, aunque si hubiera finalmente marchado al Nuevo Continente se habría percatado de que tampoco allí atan los perros con longaniza. Ese carácter contrapuesto de los hermanos, y la circunstancia fundamental del gigantismo del más joven, condicionará las vidas de ambos.
Los directores, Garaño y Arregi, hacen un matizado trabajo de puesta en escena, apoyados por un guion que va dosificando la progresiva infelicidad del coprotagonista, en una historia que prende en el espectador y, sin necesidad de un ritmo endiablado, como es frecuente en el cine hodierno, mantiene el interés del público por penetrar en la mente de este hombre que recibió un don, por llamarlo de alguna manera, que nunca pidió, y al que hubiera renunciado si le hubiera sido posible, pero también de su hermano mayor, que hizo de su vida un monumento de ayuda, cuidado y auxilio de su hermano pequeño (en edad, que no en tamaño...).
La excelente ambientación, la espléndida fotografía de Javier Agirre, que se recrea en los bellísimos paisajes rurales vascos, la hermosa a fuer de telúrica música de Pascal Gaigne, los extraordinarios efectos especiales que nos hacen creer en la existencia real de este gigante, junto con la matizada interpretación sobre todo de los dos actores que hacen de hermanos, Joseba Usabiaga (de todavía corta carrera) y Eneko Sagardoy (con una filmografía ya más que apreciable), conforman una película melancólica, extraña, sugestiva, emocionante sin ser sentimentaloide, que habla del horror de ser diferente en un tiempo (tampoco hoy es que seamos mucho mejores...) en que serlo equivalía a ser monstruo de barraca o individuo sospechoso, cuando no a inspirar el miedo atávico a lo que se desconoce.
(04-02-2018)
114'