Pelicula:

Rüdiger Suchsland es un periodista, crítico de cine y, finalmente, director cinematográfico, que debutó en la pantalla grande dentro del género documental con Doctor Caligari. El nacimiento del terror durante la Primera Guerra Mundial (2014), que se hacía eco del espacio temporal e histórico que va desde la llamada Gran Guerra, pasando por el estreno de El gabinete del Doctor Caligari (1920), de Robert Wiene, que preludiaría el horror nazi, y la república de Weimar, la paupérrima Alemania de entreguerras, el caldo de cultivo ideal, la tormenta perfecta para que surgiera el régimen nacionalsocialista del Tercer Reich, llegado al poder a través de las urnas, en 1933, urnas que estos antidemócratas de libro eliminaron a las primeras de cambio para perpetuarse en el gobierno.

Con este su segundo documental, Suchsland vuelve con un tema parecido, pero ahora centrándose en la producción cinematográfica rodada durante la duración del régimen nazi (1933-1945). Con la narración en off del actor Udo Kier, Suchsland va desgranando cronológicamente los antecedentes de ese cine nazi, con los últimos directores que tuvieron que batirse en retirada antes de ser literalmente eliminados, como tuvo que hacer Fritz Lang, o quedarse y plegarse a los designios de los nuevos gerifaltes, como hubo de hacer G. W. Pabst.

La película nos cuenta cómo el cine se convertiría para Hitler y sus adláteres en el principal elemento de comunicación (vale decir adoctrinamiento) de masas del nazismo. Se celebraba en el cine un cierto culto a la muerte, no a la vida. Todo en el cine (como en la civilización de corte nazi) estaba hecho en razón a la Patria, a Alemania, todo se supeditaba a ella. Será el nazi un cine carente de ironía, con una felicidad forzada, de una constante jovialidad impostada.

Goebbels, lugarteniente de Hitler, se constituirá en autor único del cine nazi, el único que realmente mandaba en el sector. Por él pasaban guiones, películas, él ejercía de censor, de mentor, de promotor de películas, a través de Ufa Films, la productora estatal que actuaría de facto como monopolio cinematográfico en el Tercer Reich. Así, desde la primera película de la era nazi, El joven Quex (1933), Goebbels ejercería un control absoluto sobre la maquinaria perfecta del cine hitleriano.

El cine nazi, entonces, se caracterizará por la fascinación por las escenografías de masas militares o militaristas, por la uniformidad, por la perfección de la simetría. La revista musical también será muy apreciada dentro del régimen, por su carácter escapista y su hueca pretensión de felicidad, aunque fuera falsa, contribuyendo también a la exhibición de orden y disciplina. Había una intención de asemejarse a Hollywood, que ya entonces era el espejo en el que se miraban todas las cinematografías, pero, por supuesto, a su manera, como una forma de manipular a la población germana haciéndole creer que lo que le daba era lo que realmente esa población demandaba. De esta forma, se hicieron algunos remakes de películas de Hollywood, como El trío de la fortuna (1936), que no era sino un remedo de Sucedió una noche (1934)

Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, con la invasión de Polonia por parte de la Werhmacht, el poderoso ejército de Tierra alemán, el cine nazi reafirma sus características: así, se hace un elogio implícito de la masculinidad alemana, como culmen de las virtudes del nacionalsocialismo. De la misma manera se falsificará la Historia y las noticias, para ajustarlas a lo que más interese en cada momento al régimen, en una forma de comportarse no demasiado lejana a la que Orwell imaginó, con el nombre de Ministerio del Amor, en su mítica novela 1984. También en esa misma línea ideologizante, el cine nazi se esforzó en hacer una apología del genocidio judío, una legitimación de la eutanasia forzosa y “limpiadora” de la raza, a veces con analogías tan pedestres como identificar a los judíos con ratas y, con ello, llamar a su liquidación traumática.

Según el documental de Suchsland, amor, guerra y musicales constituiría la fórmula magistral del cine nazi durante la contienda mundial, con escasísimas excepciones. Una de ellas fue Melodía de la gran ciudad (1942), en la que el director Wolfgang Liebeneiner se atrevió a hacer lo más parecido a una película feminista, con una protagonista que vivía su propia vida, sin depender de padre, marido o hijo, una profesional de la fotografía que nada tenía que ver con el ideal nazi de la mujer o madre abnegada. Otro film que pudo, increíblemente, hacer otro tipo de cine sería Bajo el puente (1944), ya casi en los estertores del régimen, que presentaba una historia demasiado íntima, demasiado civil, demasiado humana para los cánones del ideario nacionalsocialista. Su director, Helmut Kautner, sería uno de los pocos que, aun haciendo cine dentro del régimen, consiguió transmitir algunas ideas distintas a las que los mentores nazis propugnaban; de hecho, Kautner sería uno de los escasísimos cineastas que pudieron seguir haciendo cine posteriormente a la caída del Tercer Reich. El final del régimen se acercaba: el crepúsculo de los dioses era inexorable, y quizá por ello también las últimas muestras del cine nazi serán películas en las que brillarán gigantescas coreografías bien militares, bien musicales, bien mezclando ambos conceptos, un cine destinado a la evasión del alemán de a pie, del hombre de la calle cada vez más acuciado por una guerra que el país perdía sin remedio.

Hitler’s Hollywood es un muy notable ejercicio de análisis de una cinematografía, la nazi comprendida entre el citado período entre 1933 y 1945, que fue un auténtico ejercicio de control de la población a través de un gigantesco medio de comunicación de masas como era entonces el cine, sin competencia alguna. Suchsland se apoya en la poderosa voz de Udo Kier como narrador y en la fuerza y el vigor de unas imágenes que, como alguien ha dicho, provoca en el espectador el deseo de ver algunas de esas películas de las que se nos dan algunas escenas. Cine al servicio de una ideología, entonces, en una película en la que, es cierto, echamos en falta la intervención de algunos expertos en cine e historia del país, que pudieran aportar su personal “auctoritas” al film.

En cualquier caso, el texto de la narración y lo que se nos muestra cuadra perfectamente, con lo que ese “pero”, con serlo, es menor. Estamos entonces ante una película necesaria, que quizá fuera bueno mostrar en los colegios, y no solo en los de la República Federal Alemana, sino en todo el mundo, para que los más jóvenes conozcan (ahora que parece que vuelve, con otros ropajes) los gestos, el rictus, la horrenda faz del fascismo.
 
(31-10-2019)


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112'

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Hitler’s Hollywood - by , Oct 31, 2019
3 / 5 stars
El crepúsculo de los dioses