Hostel

Se ha vapuleado a este filme “presentado por Quentin Tarantino”, seguramente con toda razón. De hecho, no seré yo el que eche mi cuarto a espadas por esta historia mal contada, peor argumentada y cinematográficamente nula. Pero también es cierto que aporta alguna idea, como la perversidad absoluta que puede sobrevenir a quien tiene tanto dinero que ni despilfarrándolo se arruinaría.

Hay que tener la cabeza muy bien puesta sobre los hombros para que el poder prácticamente cuasi omnímodo que da el dinero (estamos hablando de cientos de millones de euros o dólares, no de bagatelas...) no haga que aquellos privilegiados que han llegado a tan alto “status” no desbarren y entren en prácticas como la aquí descrita, que no destriparemos (nunca mejor dicho...) para que no se nos acuse de contar el meollo del filme.

Pero, al margen de esa aportación (tampoco novedosa, es cierto, pero que nunca está de más recordar), lo cierto es que este Hostel no es ninguna maravilla, sino más bien al contrario: actores espantosos, diálogos para echarse a llorar, historia surrealista, acumulación de tópicos... En fin, no precisamente una joya, sino en todo caso bisutería, y de la mala, en un filme que podría pensarse es un cruce entre un clásico como La matanza de Texas (aquí la sierra mecánica toma una variante quizá imprevista...) y Blanco humano (sí, ya sé que a Jean-Claude Van Damme no se le puede considerar precisamente un clásico...).