It’s not the time of my life

Esta película se pudo ver en la Sección Oficial a Concurso del Sevilla Festival de Cine Europeo 2016 (SEFF’16).

Szabolcs Hajdu es un actor y director húngaro que tiene ya una carrera de cierta consideración. Muerta o retirada la gloriosa vieja guardia (Miklós Jancsó, István Szabó), la nueva ola está comandada por Béla Tarr y Kornél Mundruczó, pero hay otros valores, como este Hajdu o el novísimo y tan bueno Lázslo Nemes (El hijo de Saul) que vienen pisando fuerte.

Un matrimonio con niño pequeño en el Budapest actual. A la pareja le va bien la cuestión económica, pero tienen desavenencias; el niño, tirando a hiperactivo, es el eje de esos problemas conyugales, con una madre que se lo consiente todo y un padre que no le consiente nada (aunque después veremos que realmente tiene bastante correa…); a ese ambiente sólo aparentemente idílico llegan los parientes pobres tras una fracasada emigración a Escocia, por lo que se tienen que alojar, temporalmente, con la familia protagonista…

A pesar de que Szabolcs Hajdu es uno de los nuevos valores del cine húngaro, no parece sin embargo que sea esta It’s not the time os my life la película que le haga traspasar fronteras y su nombre se haga internacional. No le negamos virtudes al filme: está exquisitamente rodado, cuando pone la cámara al hombro no marea, como tan habitual es en esos casos (confundiendo cercanía e informalidad con rebuscamiento visual), y tiene una planificación excelente. Pero (siempre hay un pero…) la historia es un poco marciana: parece que está estructurada (sin estarlo) por capítulos; tenemos el primero en el que vemos las desavenencias de la pareja protagonista, después llega el numerito de los fallidos emigrantes que vuelven con el rabo entre las patas, más tarde la escena del niño perdido (y encontrado no precisamente en el templo…), posteriormente la del sobre perdido, más tarde la del cuñado cornudo, etc. Son como secuencias que parecen no tener nada que ver una con la otra, incluso lo que sucede en unas no afecta a las otras, como si fueran compartimentos estancos.

Está el problema, por tanto, en un guión fallido, confuso, lleno de incoherencias y frases lapidarias, como si fueran eslóganes en vez de diálogos entre gente normal en el contexto de sus vidas corrientes y molientes. Los personajes parecen una cosa y la contraria según el momento de la trama en que estemos, y eso actúa en contra de una película que, por lo demás, y como queda dicho, funciona muy bien en los aspectos técnicos.

A buen seguro que Szabolcs Hajdu tiene un brillante porvenir (gracias, Vicente Aranda), pero habrá de afinar sus guiones para que sus historias tengan la consistencia debida. Es evidente que ello no ha sido óbice para que el Festival de Karlovy Vary le diera su máximo galardón, pero bien haría el interesante cineasta magiar en no creérselo del todo: entre él y Jancsó, por citar a uno de los más ilustres directores húngaros de todas las épocas, sigue existiendo un abismo.