La primera película que Florián Rey rodó en España, tras su estancia en Alemania dirigiendo películas para el III Reich, en compañía de su esposa Imperio Argentina, fue esta “La Dolores”, lamentablemente muy inferior a las cimas de su cine, fundamentalmente la versión muda de “La aldea maldita”, un fresco histórico y documental sobre la emigración rural en los primeros decenios del siglo vigésimo.
Hay un evidente nexo temático y estético entre este filme, “La Dolores”, y el también dirigido por Florián Rey, “Nobleza Baturra”, rodado en los años treinta; ese vínculo no estriba sólo en que su paisaje y su paisanaje sea, en ambos casos, el Aragón folclórico y rural de jotas y pañuelos en la cabeza. De nuevo hay aquí una chica virtuosa y enamorada, a quien un pretendiente antiguo, despechado, decide vengarse de la bella inventándole una jota calumniosa.
Es cierto que a estas alturas resulta risible ver a los actores que la protagonizan vestidos de riguroso traje regional aragonés, como auténticos maños joteros; eran las servidumbres de un cine teledirigido por el régimen de Franco. No se olvide que todavía se estaba en los años del “por el Imperio hacia Dios” y de “la unidad de destino en lo universal”... Protagoniza Conchita Piquer, tan notable tonadillera como mediocre actriz, y Manuel Luna hace un personaje de pérfido inolvidable.
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