CINE EN SALAS
Aunque el cine hindú es, en buena medida, un gran desconocido en Occidente (ahora menos, por aquello de los audiovisuales que nos llegan de aquella procedencia vía plataformas de vídeo bajo demanda), lo cierto es que, en términos numéricos, es un auténtico gigante, con cifras que marean, cifras que parecen marcadas por el número 1.000: y es que en torno a 1.000 millones de personas acuden al año a ver cine en sus salas, una auténtica barbaridad sin duda facilitada por el hecho de que las entradas son baratísimas (ya podían aprender los muy “sobrados” exhibidores europeos, con muchos másters y poco seso...), y alrededor de 1.000 son los largometrajes que anualmente se producen en el país de Gandhi.
Pero a nuestras salas de cine lo cierto es que todavía es relativamente raro que llegue cine de la India, así que cuando sucede es un pequeño acontecimiento, y más si, como es el caso de esta La luz que imaginamos, viene precedida de abrumadoras buenas críticas y de premios de postín (Gran Premio del Jurado en Cannes, Mejor Película Extranjera para el Círculo de Críticos de Nueva York, Mejor Película Internacional de los Premios Gotham, entre otros). Pero, lamentablemente, no somos de esa favorable opinión al parecer mayoritaria...
La película se ambienta en nuestro tiempo, en Mumbai (la antigua Bombay colonial), una abigarrada ciudad donde moran en torno a 20 millones de personas (casi 29 Sevillas, desde donde escribimos...). Tres mujeres serán las protagonistas, aunque con un protagonismo mayoritario en dos de ellas y secundario en la tercera: las dos primeras son Prabha, una enfermera de mediana edad, casada con un hombre que emigró años atrás a Europa, y del que nada sabe desde hace tiempo; un médico la corteja pudorosamente, pero ella no le da pie. La segunda es Anu, más joven, veinteañera, ennoviada de forma secreta con un musulmán, Shiaz, siendo ambas comunidades (hindú e islámica) unos grupos étnicos muy reticentes entre sí, cuando no abiertamente enfrentados, por lo que su amor se antoja muy complicado. La tercera, Parvaty, es una mujer ya madura, en torno a los sesenta, que tiene problemas por estar sometida a una fuerte presión para que abandone su vivienda, objeto, junto al resto de su barrio, de un proceso de gentrificación para convertir la zona en un área residencial de alto nivel...
Entendemos lo que ha interesado de la película: tres historias (bueno, dos y media, porque la de Parvaty está casi esbozada...) de otras tantas mujeres, personas del género femenino de clase media-baja, que tienen un medio pasar económico pero cuyas vidas sentimentales están azotadas por problemas diversos: Prabha, por el marido en paradero desconocido que le impide poder rehacer su vida con otra persona, dado que el esposo parece haberla olvidado; Anu, impedida de poder formalizar su relación con el novio musulmán por las prevenciones interreligiosas que en la India son muy importantes, y no digamos en cuanto al carácter fuertemente conservador, en lo tocante a lo sexual, de ambas comunidades; Parvaty, una mujer ya en la recta final de su vida que tiene que afrontar presiones intolerables para abandonar su hogar de siempre.
Pero en cine, como en casi todo en la vida, no solo valen las intenciones, sino también cómo presentarlas, como modularlas. Y esas estupendas intenciones de hacer tres retratos del natural de otras tantas mujeres, personas olvidadas del mundo por su género, por su extracción social, nos parece que en este caso está presentado con los ropajes de una historia en la que falta eso que llamamos fuelle, una cierta tensión narrativa que permita que el espectador se olvide de ese tic incontrolado que conocemos como bostezo. No es que la película sea aburrida en su conjunto, pero sí con cierta frecuencia, y eso no ayuda precisamente a tener una opinión favorable sobre esta, por lo demás, tan voluntariosa película.
Hay una parte final que quizá sea la que más ha interesado a tantos críticos (también bastante voluntaristas en su apego, nos parece...), una parte final en la que se nos muestra una finta literalmente fantástica que solo se aprecia a toro pasado, una parte final que permite a Prabha algo parecido a una liberación de ese pretérito imperfecto al que la tiene sometida la ausencia indefinida del marido a la fuga. Pero la historia de la joven hindú y su novio musulmán, bastante tópica, no se aparta demasiado del típico relato romántico entre dispares con familias sociológicamente muy tradicionales y conservadoras, unos Romeo y Julieta de piel algo oscura, con dos amantes clandestinos para los que, como dice él, estar juntos debiera ser lo natural.
Correcta actuación de las tres actrices que interpretan a las protagonistas, sobre las que gira absolutamente esta historia en la que los varones son meros comparsas. La dirección de la joven realizadora hindú Payal Kapadia (nada que ver con el cineasta anglo-hindú Asif Kapadia) es funcional, en su segundo largometraje como tal. Habrá que seguirle la pista, porque apunta maneras, aunque es de esperar que afine mejor esas cualidades que se le intuyen.
(07-01-2025)
118'