Las cenizas de Angela

Siempre hemos dicho que la biografía es de los géneros más difíciles de reflejar en cine, por la dificultad de meter en poco más de dos horas la existencia de toda una vida. El expatriado autor irlandés Frank McCourt esperó a los 60 años para escribir su biografía, con la que este profesor de literatura inglesa obtuvo el Premio Pulitzer en 1997, y que ahora acaba de publicar su continuación, titulada Lo es.

Las cenizas de Angela (1999) comienza en 1935 y nos cuenta los primeros años de su infancia, cuando, tras emigrar con sus padres a los Estados Unidos, la familia se encuentra en Brooklyn viviendo de forma paupérrima y miserable. Angela y Malachy, su marido, tienen cuatro hijos y les nace una hija; tras la muerte de ella terminaron por volver a casa, a su Irlanda natal, donde encuentran que la situación es aún peor: el padre no halla trabajo y se da a la bebida, y Angela, la madre, enferma, tiene que mendigar para mantenerlos, vivir de caridad, mientras va viendo morir a sus hijos, e intenta, contra viento y marea, escapar de la pobreza endémica en los barrios marginales de Limerick antes de la guerra.

Es un drama de duros perfiles que se desarrolla en la más absoluta pobreza en una Irlanda que en los años 30 y 40 estaba sumida en la miseria, donde la Iglesia ejercía una gran influencia, se carecía de comida, asistencia sanitaria y la educación religiosa era de lo más rígida, y los pobres se contaban por millares en la pequeña población de Limerick, donde se desarrolla la acción de este film en buena parte del metraje.

Quienes conocen el libro hablan de la mayor fuerza que posee la obra literaria con respecto a la cinematográfica, a la que el director Alan Parker dota de un excesivo realismo en la ambientación de la miseria en la que vivían aquellas pobres gentes, pero se olvida de dotar de más vida a los personajes, resultando así el relato algo frío, contenido, sin emoción en muchos momentos de la historia.

La cinta discurre con normalidad, destacando tanto la interpretación de esos dos buenos actores que encabezan su reparto, como son Emily Watson y Robert Carlyle, así mismo de los jóvenes que incorporan a Frank McCourt en las tres etapas que abarca el relato, lo que hace aumentar el interés del mismo.

Una estupenda fotografía de Michael Seresin y una interesante música de John Williams, nominada al Globo de Oro, completan sus principales valores.

Nominada al Oscar y al Globo de Oro la música de John Williams. Premio del público en el Festival de Karlovy Vary. Premio Sierra al score de John William de los críticos de Las Vegas. Premio de los críticos de Londres a Emily Watson.