Leaving Las Vegas

Mal tienen que andar las cosas en Hollywood cuando esta mediocridad bienintencionada ha sido candidata a varios Oscars, aunque afortunadamente no a la Mejor Película. Y es una lástima, porque el material original no era desdeñable, sino más bien al contrario: se trataba de contar una historia semiautobiográfica del escritor John O'Brien, la crónica de la pasión terminal entre un alcohólico que busca el suicidio a través de la bebida y una prostituta que lo dejará todo para iniciar una relación sin futuro, pero que la llena totalmente.

Pero una cosa es predicar y otra dar trigo, o lo que es lo mismo, el planteamiento original y su desarrollo, que en las manos de Figgis, omnipresente como director, guionista (en ambas tareas se desempeña fallidamente) y músico (aquí sí que consigue una estimable atmósfera existencialista, de lo mejor del filme), termina siendo un quiero y no puedo, un relato desmañado que apenas progresa porque el realizador se muestra incapaz de hacerlo avanzar.

Así las cosas, estos días sin huella, que podrían haber dado en otras manos una obra mayor, se queda en un esforzado trabajo de actores (y eso que Cage, tan alabado y oscarizado, no da el papel de alcohólico terminal ni loco, tan musculoso y saludable; imagínense que caracterización habría hecho, por ejemplo, De Niro) y en la sensación de haber perdido una ocasión de oro para hacer una maravillosa película de amor y espirituosos.