Lejos del cielo

En principio podía parecer que no era Todd Haynes (realizador históricamente adscrito al cine militante gay) el más adecuado para este melodrama romántico; sin embargo, lo cierto es que consigue un resultado satisfactorio en esta historia ambientada en los años cincuenta, con familia aparentemente perfecta que, inesperadamente, empieza a hacer agua por todas partes: el marido se revela como un homosexual oculto, la mujer concibe un amor subterráneo pero evidente por el jardinero negro... Y lo curioso es que, aparte de algunas novedades de los tiempos actuales, el tono, el "tempo", los personajes, el escenario, el atrezzo, la paleta de colores, todo remite al melodrama que inmortalizara Douglas Sirk, aquellos hermosos folletines como Escrito sobre el viento o Interludio de amor.

Cabría decir que Haynes realiza no sólo un homenaje al cineasta alemán que se afincó en Hollywood, sino un ejercicio de estilo, un filme "a la manera de...", sin por ello perder su propia personalidad, que se trasluce en tantos detalles. Pero por encima de esta historia de mujer perfecta que, sin embargo, es tan desgraciada, sobrevuela la bellísima crónica de un amor imposible, entre la dama de alta cuna caída en desgracia por un matrimonio infeliz, y el culto, generoso, discreto jardinero negro, cuya vida se ve sometida a un vertiginoso carrusel por una relación jamás iniciada, aunque tan deseada por ambos.

Un amor plenamente platónico, una pasión subterránea que apenas si aflora tímidamente al exterior, es la mejor baza de esta atractiva película que no sería la misma sin el trabajo siempre espléndido de una Julianne Moore que va camino de ser, si no lo es ya, la Meryl Streep de su generación, una actriz con el don de la exactitud en cualquier papel que se le encomiende.