Pelicula:

En plena postguerra española, con el poder de Franco en todo su apogeo, un director falangista se atrevió a hacer una película política que, si bien resultaba superficialmente tan sectaria como todo el cine que se hacía en aquella época en España, en el fondo era mucho más razonable, dando cancha tanto a los suyos como a los opuestos, a los enemigos recientemente vencidos en una guerra crudelísima. Además, formalmente era infinitamente más avanzada que el generalmente cine inane de aquella etapa infausta.

Rojo y negro, de tan stendhaliano título, aunque no tenga nada que ver con la novela francesa, remite en los colores de su nombre a dos instituciones políticas antagónicas que, curiosamente, compartieron identidades cromáticas: Falange Española (que Franco domeñó y castró añadiéndole el estrambote de "Tradicionalista y de las J.O.N.S.") y la Confederación Nacional del Trabajo, la célebre CNT, que durante la Guerra Civil, con el acrónimo CNT-FAI y la colaboración del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), fue una de las más poderosas fuerzas políticas de la época. Curiosamente, ambas tenían los colores rojo y negro en sus enseñas, y ambas, Falange y CNT, serán las instituciones que se enfrentarán, soterrada o abiertamente, en el filme, a través de sus dos protagonistas, un hombre y una mujer que se conocen desde niños, y que desde niños se profesan un amor que en la edad adulta será pleno. Pero él ha escogido estar con los revolucionarios anarquistas de CNT y ella con los rebeldes de Falange, que se reputaba el equivalente en España al Partito Nazionale Fascista de Mussolini.

Estructurada en cuatro partes, Mañana, Día, Noche y Amanecer, su relato parece en principio seguir la previsible historia oficial del franquismo, con dos niños, chico y chica, enamorados desde pequeños, su crecimiento ya durante la época de la república, la terrible Guerra Civil y el triunfo del régimen de Franco, que pronto se vio no era sino una horrible dictadura con intención de perpetuarse eternamente. Pero pronto advertimos que, lejos de ser el típico y tópico adoctrinamiento tan habitual en la época (véanse, por ejemplo, filmes como ¡A mí la legión! o ¡Harka!), Rojo y negro era mucho más sutil, mucho más sugerente.

De entrada, Arévalo, también autor del guión, plantea su filme trufado de simbolismos, una cosa tan extraña en el cine español de la época como los pingüinos en el Sahara. Así, al comienzo de la cinta veremos un péndulo, como símbolo del tiempo, que se sobreimpresiona sobre los planos de una ciudad en maqueta (que pretende parecer auténtica, claro está); ese péndulo servirá tanto para marcar el paso del tiempo de los protagonistas, que de niños pasan a ser jóvenes adultos, como para exponer el inexorable transcurrir temporal en una España que se acercaba fatalmente a un cruel enfrentamiento entre hermanos. La (para el autor) ceguera del pueblo español de la época de la Segunda República será presentada muy gráficamente con varios planos en los que vemos a una serie de ciudadanos, incluso diputados, que hablan con mucho entusiasmo, pero con los ojos vendados... Más tarde, el genio de Arévalo se anticipará al imaginativo esquema que presentó en los tebeos las viñetas conocidas como 13 Rue del Percebe, presentando la checa de Fomento (uno de los lugares en los que los revolucionarios recluían a los sospechosos de connivencia con los franquistas) con un corte como de cata arqueológica, de tal modo que, al compás del movimiento de la cámara sobre cada una de las estancias del siniestro lugar, podemos ver lo que en cada una de ellas estaba ocurriendo.

Rojo y negro es un filme extraño, una rara avis histórica, evidentemente de corte franquista pero donde los otros, los que en el resto del cine de la época eran "los malos" sin ambages, aquí son personajes de carne y hueso, en especial el coprotagonista, dibujado como un hombre que cree honestamente en sus planteamientos ideológicos y al que repugnan las bárbaras posturas maximalistas de otros camaradas. Por supuesto, también hay una pintura de chafarrinón, como la de los cenetistas de la célula de las Adoratrices, torvos, resentidos, una panda de analfabetos que recelan de todo y de todos. Pero el conjunto está a años luz del cine político del régimen que se hacía en la época.

Quizá por ello el filme tuvo una acogida más que tibia para lo que se estilaba en aquel entonces en este tipo de cine político, e incluso las copias desaparecieron y se dieron por perdidas durante medio siglo, hasta aparecer una, milagrosamente, en los años noventa del siglo XX.

Protagonizan dos intérpretes que tuvieron una dispar carrera: Conchita Montenegro venía ya de triunfar en Hollywood, y dos años después, al casar con un diplomático, se retiró de las pantallas y de la vida pública. Ismael Merlo, por su parte, miembro de una dinastía actoral que tuvo otros destacados miembros antes y después de él, tendría una feraz trayectoria en cine, teatro y televisión.

En cuanto a Carlos Arévalo, el guionista y director, nunca más despuntó a esta altura.



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80'

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Rojo y negro - by , Jul 13, 2016
3 / 5 stars
A años luz