El cine indio es un gran desconocido en Occidente, aunque en los últimos años, con el acceso de películas y series hindúes a las plataformas de “streaming” (singularmente Netflix), ese desconocimiento empieza a dejar de serlo. Pero, como decimos, el cine indio es muy potente, con gran número de largometrajes rodados a lo largo de cada año, y una industria, conocida popularmente como Bollywood, que produce grandes cantidades de productos audiovisuales, sobre todo para consumo interno, pero desde hace algunos años también externo, fundamentalmente películas de gran colorido, fastuosos números musicales y argumentos más o menos elementales, con irisaciones melodramáticas y románticas. Esta RRR forma parte de ese tipo de cine bollywoodiense, y su relativo éxito en Occidente se ha acentuado al ganar el Oscar a la Mejor Canción Original, para “Naatu naatu”, que cantan y bailan los protagonistas del film.
La película, de más de 3 horas (metraje bastante habitual en el cine hindú), está contada por capítulos. Al principio vemos una de esas atrocidades típicas del colonialismo, cuando, antes de que la India consiguiera su independencia, el felón de turno, en este caso un alto cargo británico, el gobernador Scott, secuestra sin conmiseración alguna a Malli, una niña, por su preciosa voz cantarina para solaz de su mujer, otra buena hijaputa. La familia de la niña se juramenta para recuperar a la cría, y allá que marcha el hermano de la pequeña, llamado Bheem, quien intentará, con astucia, acercarse al suntuoso palacio del felón secuestrador para llevarse a su hermana. Al tiempo conocemos a Raju, un oficial indio en el ejército británico, de temerario valor, cualidad que, sin embargo, no le reconocen sus superiores, premiando siempre a sus pares ingleses por su raza en lugar de a él. Pero este Raju esconde un secreto, un juramento realizado en su traumática infancia que está dispuesto a llevar a cabo a todo trance. El destino une a Bheem (que se da a conocer con el nombre ficticio de Akhtar, para no revelar que es un rebelde) y Raju, que se amistan hasta convertirse en íntimos amigos, como hermanos...
Con dirección de S.S. Rajamouli (Karnataka, 1973), guionista, director y productor indio de ya apreciable filmografía, la película llama mucho la atención para los ojos occidentales por su gusto por las exageraciones imposibles, de una fantasía exacerbada, buscando (y consiguiéndolo, ciertamente) un gran espectáculo con coreografiadas y brillantes escenas de acción, a la par que una película musical de muy vistosos números musicales, que pespuntean intermitentemente la trama. Las escenas de acción tienen un punto imposible, con frecuencia recurriendo a lo casi milagroso, lo taumatúrgico, como si los protagonistas tuvieran los poderes sobrenaturales que, evidentemente, no tienen. Y es que a veces da la impresión de estar viendo un espectáculo del Circo del Sol...
Con un cierto gusto por el hiperrealismo, la película resulta ciertamente enfática, épica, pero también elemental, aunque con buena factura. Ideológicamente, en línea con la actual línea del gobierno nacionalista del Partido Janata y el primer ministro Narendra Modi, el film resulta ciertamente muy maniqueo, buscando exacerbar los sentimientos nacionalistas, con una mirada muy crítica hacia los ingleses imperialistas que mantuvieron el control de la India hasta los años cuarenta del siglo XX, pintados aquí como altaneros, soberbios, orgullosos y crueles, con un supremacismo atroz que ejemplifica el gobernador Scott cuando, en varias escenas, recurrentemente, pronuncia una execrable frase lapidaria, “una bala inglesa vale más que la vida de un indio, no hay que malgastarla”, afirmación que, como cabría esperar, tendrá su justa venganza, en uno de esos ejemplos de karma no precisamente instantáneo, pero que finalmente termina llegando.
Con unos actores y actrices muy extremosos, poco dados a la sutileza, aunque ciertamente efectivos para lo que se cuenta y el contexto en el que se cuenta, RRR (la más costosa de las producciones hindúes hasta la fecha, con un presupuesto de 72 millones de dólares) envía un nítido mensaje de determinación a todo trance, de amistad por encima de todo, pero también un discurso fuertemente nacionalista, identificando a lo británico, por extensión a lo occidental, como el enemigo, un mensaje también que enaltece el sacrificio como una de las grandes virtudes del hombre, pero también un mensaje muy machista, en el que el papel de la mujer se reduce al de novia, o hermana a la que salvar, o guapa con buen corazón (aunque inglesa, mecachis...) a la que conquistar…
(06-10-2023)
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