El dramaturgo chileno-francés Alejandro Jodorowsky es, a qué dudarlo, una de las figuras fundamentales del teatro mundial del siglo XX. Junto con Fernando Arrabal y Roland Topor crearon a principios de los años sesenta lo que la Historia conoce como el “movimiento pánico”, que busca producir obras artísticas desde criterios relacionados con lo caótico, lo primordial, lo telúrico, en una mezcla de contrarios sugerente pero también, con frecuencia, chirriante, cuando no directamente estomagante. Sus postulados básicos indicaban que todo arte era admisible, siempre que contuvieran elementos de terror, humor y euforia.
Jodorowsky, artista total (dramaturgo, poeta, director de cine, director escénico, guionista, actor, autor de cómics, novelista, ensayista...), tiene en su faceta de cineasta la que posiblemente sea la obra más corta en una carrera más larga: cuando se escriben estas líneas su producción cinematográfica, incluyendo 3 cortos, alcanza los 11 títulos, realizados a lo largo de 60 años (1957-2017), lo que supone 1,8 títulos cada 10 años, todo un record...
Evidentemente, el interés de Jodorowsky en el cine no tiene nada que ver con lo económico: su obra es multiforme, delirante, explosiva, desbordante; también excesiva, incoherente, desaliñada... En el largometraje se estrenó con la adaptación de Fando y Lis (1968), una de las obras teatrales de cabecera de Fernando Arrabal, su colega del Movimiento Pánico, para posteriormente dar a conocer su propia voz con la tremenda El topo (1970), un drama con claves de western fronterizo, e incluso con una iconografía que recordaba el cine de Glauber Rocha y el Cinema Novo Brasileiro.
Santa sangre es una de sus películas más características, en la que (con guion del propio Jodorowsky) se dan cita la mayor parte de las obsesiones reveladas en la obra de este hombre que en el siglo XV hubiera sido renacentista, pero que en los siglos XX y XXI tiene una difícil clasificación.
Un hombre con problemas psiquiátricos escapa de la institución en la que está recluido. Pronto conoceremos que sus problemas mentales están relacionados con cierto asunto de su pasado, cuando, siendo niño, vio en el circo de sus padres como su progenitor, atacado por su esposa cuando cometía adulterio con otra mujer, mata a la madre en presencia del hijo. A partir de ahí, conoceremos cómo este hombre tiene un grave trastorno de bipolaridad, transformándose en su madre cuando alguna mujer le tienta sexualmente...
Abigarrada, sensual, caótica, también cáustica, mezcla de tradición, rito y antigüedad con modernidad y una obvia mirada libertaria, Santa sangre es quizá el epítome del cine de Jodorowsky, una obra inclasificable, multiforme, disparatada y a la vez intelectual, un film extrañísimo que, ciertamente, tiene en esa cualidad su mejor baza.
Y eso que Jodorowsky, cuyo segundo apellido debería haber sido Nepote, tuvo la nefasta idea de incluir a dos de sus hijos en el reparto, Axel y Adan Jodorowsky, que compiten entre ambos por ser los actores más pencos que se han visto en cine en décadas: es lo que tiene no ser profesional y, además, ser negados para un arte que no es para cualquiera, aunque haya quien así lo crea. En el reparto llama la atención la aparición del actor norteamericano Guy Stockwell, que tuvo una época de galán de la que aquí, prematuramente avejentado y con muchos kilos de más, ya no quedaba nada.
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