Aunque coincida en el título con la película de Abel Ferrara de 1992, casi nada tiene que ver con ella, salvo el personaje del policía corrupto que se aprovecha de las parejas para conseguir la droga con abuso de su placa. En Nueva Orleans, Terence McDonagh salva a un preso de morir ahogado tras el paso del huracán Katrina y es condecorado por su heroico gesto. La adicción a los analgésicos para curar la dolencia de espalda que esto le ha provocado le lleva al consumo de drogas y a utilizar brutales métodos para conseguirla; también para Frankie, su novia, una prostituta de lujo.
En esta versión más que remake no aparece por ningún lado el tema pseudo-religioso del comienzo del film de Ferrara, ya que poco tiene que ver con aquel, cambiado esta vez por el tema de la culpa y la locura, algo que suele aparecer habitualmente en la filmografía de Herzog, como por ejemplo ocurría en Aguirre, la cólera de Dios, cambiando en esta ocasión la selva por una Nueva Orleans al borde de la catástrofe, en donde es moneda de cambio el mal, las mafias del tráfico de drogas y el crimen, como el que sucede con la matanza de una familia de cinco miembros de senegaleses cuyo caso ha de solucionar el protagonista.
En esta ocasión el guión no presta mucha atención a que se resuelva la intriga satisfactoriamente, ya que ocurre de manera accidental al final, por lo que el teniente es vuelto a condecorar y a ascender, en lugar de alcanzar la redención y sin que pague por los delitos cometidos de forma legal. En cambio se interesa más por la decadencia y ambigüedad del impresentable personaje.
El papel está confeccionado para el lucimiento de un Nicolas Cage que pensamos está bastante pasado de rosca. Mejor nos parece Eva Mendes encarnando a Frankie. La acción, situada esta vez en Nueva Orleans, tiene un fondo distinto para una cinta irregular con un relato policial nada original en el que, una vez más, el protagonista abusa de su autoridad. La fotografía posee un aspecto oscuro a tono con la degradación física y moral de Terence que trata de hacer justicia, pero le puede más su adicción al juego y a la violencia para resolver los conflictos, con momentos a veces grotescos, quedando finalmente como un héroe a pesar de su mala conducta.
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