Territorio Comanche

El peor enemigo de esta voluntariosa película de Gerardo Herrero es el indeleble recuerdo del genuino horror de la guerra de Bosnia, vivido en los hogares de medio mundo entre bocado y bocado, en los telediarios. Contra ese recuerdo espantoso poco puede esta esforzada recreación sobre el lacerante crimen que es cualquier guerra; también la de la ex Yugoslavia.

Pero no carece de interés el filme, aunque el arranque resulte poco prometedor, empeñado el realizador y sus guionistas en demostrarnos los resabiados que son los corresponsales de guerra (obvio trasunto de Arturo Pérez-Reverte, autor de la novela autobiográfica original, y su cámara) y su petulancia con la periodista de despacho recién llegada al frente (por cierto, parecidísima a la auténtica Ángeles Rodicio que la inspira).

Poco a poco, sin embargo, los sentimientos van ganando terreno, llegando los mejores momentos cuando los reporteros se implican, tal vez a su pesar, en la pesadilla de la que son testigos: el cámara filmando aterrorizado el cadáver de la mujer con la que ha compartido sexo y caricias, el pañuelo de la periodista tocando la frente ensangrentada de una moribunda, el reportero entregando angustiado sus viandas a un grupo de ancianos abandonados... ráfagas de auténtica emoción en un filme correcto, no demasiado personal, sobre una (otra más) de las barbaries en las que es perito el ser humano.