Robert Wise (1914-2005) fue un sólido profesional de la mejor época de Hollywood, la que va de mediados de los años treinta a finales de los cincuenta. Su carrera como director es notablemente prolongada: estuvo dirigiendo desde 1942 hasta 2000, 48 años en los que hizo de todo. Procedente del área de la edición cinematográfica (a la albertiana manera, él podría decir aquello de “respetadme, fui el montador de Ciudadano Kane”), su obra fue muy ecléctica, como por lo demás era lo habitual en los realizadores del Hollywood clásico, que servían lo mismo para un roto que para un descosido, aunque es cierto que, con frecuencia, se especializaban en algún o algunos géneros concretos. En el caso de Wise se podría decir que dio lo mejor de sí en terrores de serie B como El ladrón de cuerpos (1945), la ciencia ficción existencialista de Ultimátum a la Tierra (1951), el biopic boxístico de Marcado por el odio (1956), con Paul Newman y, sobre todo, en los potentes dramas musicales, tan diferentes conceptualmente como el rompedor West Side Story (1960), que codirigió con el coreógrafo Jerome Robbins, y el mucho más conservador Sonrisas y lágrimas (1965).
El melodrama también fue otro de los géneros en los que Wise brilló, con títulos ciertamente memorables como Quiero vivir (1958), formidable vehículo para el lucimiento de una extraordinaria Susan Hayward, pero también otros menos famosos, como este sin embargo también interesante Tres secretos, a vueltas con la maternidad, esa cosa que han “descubierto” las nuevas generaciones de directores (y, sobre todo, directoras…) del Viejo Continente en estas primeras décadas del siglo XXI.
Claro que la maternidad de la que aquí se habla es una maternidad que, en el momento en el que se rodó la película (y durante muchos años más, desgraciadamente) era objeto de escarnio: hijos tenidos antes del matrimonio con otras parejas, mayormente, o dentro del matrimonio pero cuando este se deshacía irremediablemente. El hecho de presentar a estas tres madres (que son las que tienen los tres secretos del título) como protagonistas absolutas ya supone, ciertamente, una osadía para la época, mostrándolas en pantalla sin los habituales tics condenatorios para “las malas mujeres” y otros tópicos de la época.
La historia, ambientada en el tiempo de su rodaje, en los años cincuenta, gira en torno a un accidente de aviación en el que se sabe que han muerto los padres de un niño que también viajaba en la avioneta, pero este, el pequeño, parece no ha fallecido, aunque sí puede estar herido; todo esto según los aviones que han sobrevolado la zona de montaña donde se ha producido el accidente. Tres mujeres, en distintos sitios, pero todos ellos más o menos cercanos al lugar de los hechos, se dan cuenta de que ese niño, del que la prensa sensacionalista ha revelado que fue adoptado, pudiera ser el hijo que, efectivamente, cada una de ellas entregaron para ese fin en un orfanato, al que la prensa intenta por todos los medios que revele quién fue la madre biológica, cosa a la que la institución se niega rotundamente… las tres mujeres acuden al campamento base donde se prepara la expedición para recuperar al niño herido y los cuerpos de los padres, todas ellas con la esperanza de que ese niño, efectivamente, sea su hijo. Todas ellas, también, de alguna forma, deseosas de que el secreto que han guardado durante años, sea finalmente desvelado para ponerse en paz consigo mismas…
Esa historia principal del rescate del niño y las tres mujeres esperando en el campamento base, con la incertidumbre de si finalmente sobrevivirá, y si alguna de ellas es efectivamente la madre del pequeño, se verá pespunteado consecutivamente, en flashback, por las historias de las tres féminas, lo que sucedió para tener esos hijos fuera del matrimonio y cómo fue el darlos en adopción. En ese sentido, se podría decir que el film es “paleo-feminista”, un avanzado de la ideología igualitaria entre hombres y mujeres, aunque quizá ni siquiera sabía que lo fuera; y es que el papel principalísimo de las tres féminas, y el hecho de que prácticamente en los tres casos los padres se comportarán no precisamente bien (en algún caso entrando de lleno en la felonía), abona la impresión de que el film, en su momento, debió ser muy adelantado para los estrictos y mojigatos estándares morales de la época.
Hay detalles de buen, de gran cine en el film, como la escena en la que asistimos al accidente del avión, dado solo con el sonido de la hélice defectuosa que precipitará la catástrofe: Wise sabía que menos es más, y esa es una buena muestra de ello (además de, por supuesto, ser mucho más económico que montar toda una escena con el estrellamiento del aeroplano…). Como película de comienzos de los primeros años cincuenta, cuando Estados Unidos estaba contentísima de haberse conocido tras haber ganado la Segunda Guerra Mundial y convertirse, sin duda, en la primera potencia mundial, pero antes de que llegaran Elvis, el rock, Vietnam y los hippies, Tres secretos tiene también algo de épica patriota, especialmente en toda la parafernalia que se monta para el rescate del niño, con un elogio sin mácula del tan sacrificado montañismo de socorro.
Película formalmente impecable, supone estilísticamente un denso melodrama bien hecho, inteligente y humano, dotado de una narrativa clásica, muy sólida, dando forma a tres historias distintas con tres mujeres diferentes que confluyen en una única situación, en la que se planteará para dos de ellas una disyuntiva atroz, volver a perder, de nuevo, al pequeño que una vez tuvieron que dejar ir. Así las cosas (recordemos que estamos a principios de los años cincuenta…), la peli se resolverá con un aparente final feliz, o al menos el menos infeliz de los posibles, quizá también el más justo, en términos de bienestar social y humano del pequeño, al que, se supone, debía tender todo.
Buen trabajo interpretativo fundamentalmente de las tres protagonistas (esta, como queda dicho, es una película muy de mujeres), Eleanor Parker, quizá la más conocida de las tres, pero también Patricia Neal y Ruth Roman.
(21-08-2024)
98'