Cualquier tema puede valer para hacer una película, como lo demuestra esta sencilla producción en la que se nos exponen los problemas que tiene que resolver un joven de 34 años, que se ha hecho cargo de la granja de sus padres, ya mayores, y que está consagrado en cuerpo y alma al cuidado de sus treinta vacas, lo más valioso que posee; hasta el punto está involucrado que sueña con ellas como vemos en la escena inicial. Las cuida, las adora, las llama por sus nombres, ya que para él no son un modo de ganar dinero aunque sí pretende ser el número uno en la producción de la calidad de su leche.
De vez en cuando consulta con su hermana, que es veterinaria, quien le aconseja acerca de sus dudas, como cuando se ve en una encrucijada, que no es otra que una vaca se pone enferma debido a una epidemia bovina, la llamada crisis de las vacas locas en la que se inspira la historia, que empieza a extenderse por Francia, y trata de ocultar el hecho haciéndola desaparecer, lo que es delito y puede terminar en la cárcel. Lo que debe hacer es dar parte a la policía para justificarla, ya que hay constantes inspecciones sanitarias, y pueden mandar sacrificarlas a todas, que es lo que teme y trata que no suceda.
Esto hace que apenas se relacione con sus amigos, ni con las novias que le busca su madre, ya que es una profesión muy sacrificada, en la que se trabaja las 24 horas de la jornada, cada día de la semana, porque los animales no saben de fiestas, ni vacaciones, han de comer a diario y ser atendidos, puesto que si se quiere sacar el negocio adelante ha de ser llevado con una disciplina férrea.
No creemos que el tema sea tan interesante como para justificar una historia como ésta, que pueda atrapar la atención de los espectadores, para que se interesen por la vida cotidiana y la rutina diaria de un vaquero, por más que el guion introduzca en este drama rural, tan hermoso como triste, un poco de suspense con un aire de thriller y la intriga de saber en qué terminará todo, que no será otro final que el que manda la lógica, y que no es difícil de imaginar para cualquier espectador medianamente avispado.
Otra de las cuestiones que nos sorprende es que haya podido ganar tres César de la Academia del cine francés: al mejor primer film, a Swann Arlaud como actor principal y a Sara Giraudeau como actriz secundaria.
Es la ópera prima como director del cineasta galo, hijo de granjeros, Hubert Charuel, y como suele suceder en estos casos cuenta algo de lo que mejor conoce, ya que se crió en un entorno similar al que se refleja en su cinta, de la que hace una puesta en imágenes correcta pero no brillante.
Por su parte Swann Arlaud se toma muy en serio su papel del pequeño granjero a que alude el título lo que le da un punto de veracidad a la historia, unido a la experiencia de los propios familiares del director que provienen de esa profesión, aunque no sean actores profesionales que intervienen en esta historia.
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