Una bonita mañana

Una bonita mañana (2022), dirigida por Mia Hansen-Love, cuenta la historia de Sandra Kienzler, traductora de profesión, madre de unos 40 años, cuyo marido murió hace cinco, que vive con su hija Linn de ocho, y atiende a su padre Georg Kienzler, que padece una enfermedad neurodegenerativa (síndrome de Benson), al que visitan de vez en cuando su ex-esposa Françoise y la actual Leïla, que no vive con él.

Fue catedrático de filosofía y su pasión son los libros, de los que tiene una magnífica biblioteca, la pena es que va perdiendo la vista y ya no puede leer y casi no ve bien a las personas. Mientras, las dos hijas que tiene, Sandra y Elodie, buscan un hogar para ancianos donde internarlo, porque no puede vivir solo, se desorienta por el piso y necesita ayuda para algunas funciones necesarias. Las residencias que encuentran no son de su total agrado, lo que hace que cambie constantemente.

Un día Sandra se encuentra con Clément, un amigo que hace tiempo que no ve, está casado y tiene un hijo, aunque no está en buena relación, no es feliz, no obstante se embarca en una aventura amorosa con ella y su hija lo acepta como el padre que no tiene.

En estas historias transcurre este film en el que se hace una reflexión sobre esas personas ya en la tercera edad que además sufren una enfermedad, como es el caso de Georg, que necesita ayuda porque ya no se puede desenvolver solo. El problema es que no se sale de lo diario, y eso se puede hacerse algo reiterativo.

El resultado es un drama amable, que se ve con naturalidad, que hace reflexionar sobre esas personas y otras, como Sandra, que no encuentra al hombre con el que vivir y ser feliz, que le ayude a criar a su hija y cuando lo halla y se siente bien está casado.

La cinta está dirigida por la cineasta parisina Mia Hansen-Love, que es un referente en el cine independiente del país vecino, de la que pudimos ver recientemente La isla de Bergman (2021), que tampoco es que se prodigue mucho, ya que su filmografía de historias cotidianas apenas sobrepasa la media docena de títulos y casi todos están relacionados con su vida o con su familia.

Esta historia la extrae del poema de Jacques Prévert de igual título, al que le une el carácter autobiográfico, que trata sobre el amor y la vejez.

Cuenta como protagonista con la encantadora Léa Seydoux, que nos recuerda a Jean Seberg, que se convierte en el hilo conductor de las diferentes cuestiones que confluyen en la narración, como la relación entre padres e hijos, las crisis personales, las madres viudas, la vida de pareja, la pérdida de memoria y la vista, los problemas de la tercera edad, las relaciones imposibles, la salud, el amor, la vejez, la muerte, etc.

Todo ello está expuesto con amabilidad, con deseos de mostrar pero no de criticar, simplemente son cosas que pasan, que están ahí, en la sociedad francesa o de cualquiera otra nacionalidad.