Windtalkers

No deja de ser curioso que un hongkonés como John Woo, chino al fin y al cabo, oriental de ojos rasgados, haya sido el elegido para llevar a cabo esta película en la que otros amarillos, japoneses en este caso, caen como chinches, en el teatro de operaciones (como dicen los carajas supuestamente expertos en internacional) del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. La historia nos presenta a un sargento traumatizado por haber provocado involuntariamente la muerte de toda su compañía al seguir ciegamente las órdenes recibidas, y cómo podrá expiar su culpa cuando tiene que actuar de canguro de un indio navajo, experto en comunicaciones mediante el uso de su lengua vernácula para despistar a los nipones.

Como era de esperar, las escenas de acción, que son la especialidad de Woo (recuérdense títulos como Boilling Point, en su etapa china, o Broken Arrow, Face/Off y Misión Imposible 2, en su fase norteamericana), constituyen el fuerte de este Windtalkers (literalmente Los habladores del viento), aunque es cierto que el concepto de violencia coreografiada, que puso de moda el cineasta hongkonés, aquí prácticamente no se utiliza, quizá porque la violencia en la guerra es mucho más anárquica que la de un filme de acción al uso, y Woo decidiera dejarse de mariconaditas como ésas para esta historia más dramática de lo habitual en su cine.

Sin embargo, esa parte más humana, con la tragedia del hombre acosado por su pasado y que busca tal vez la muerte como expiación, está narrada no precisamente con sutileza, sino más bien con tosquedad. Es cierto que la titubeante amistad entre el sargento, niñera y verdugo, todo a un tiempo, y el soldado indio, se va forjando con calidez y emoción, aunque a veces lo haga a trancas y barrancas. El conjunto, no obstante, no deja de tener su mérito, teniendo en cuenta que la moraleja final viene a ser que vale más la vida de un ser humano que todas las órdenes del mundo... y del mando. No es que sea una gran cosecha, pero puede valer...