La desaparición de Anne-Elisabeth Hagen el 31 de octubre de 2018, en su casa en Noruega, sigue siendo, cuatro años después, un enigma por resolver, y constituyéndose desde entonces en uno de los grandes temas recurrentes nacionales del país. Aunque el esposo de la desaparecida, el multimillonario Tom Hagen, fue detenido por este asunto dos años después de esa desaparición, lo cierto es que se sigue sin saber a ciencia cierta si realmente el marido tuvo que ver en este asunto (a lo que apunta la Policía noruega) o no. Sobre este caso irresuelto se han hecho al menos dos productos audiovisuales, el documental Forsvinningen pa Lorenskog (2021), creado por Fredrik Horn Akselsen, y esta miniserie de 5 episodios (cuyo final sugiere una segunda temporada), hecha en clave de ficción, manteniendo los nombres de los protagonistas de esta historia, aunque con algunas modificaciones (ya se sabe, la licencia del artista…).
La historia empieza con un simulacro: Jorunn, la policía al cargo de la investigación, realiza un ensayo sobre cómo pudo acontecer el secuestro de Anne-Elisabeth, pero el tiempo cronometrado resulta ser demasiado largo… A partir de ahí, retrospectivamente, oímos a Tom Hagen, el anciano esposo de Anne-Elisabeth, llamando a la Policía para denunciar lo que parece el secuestro de su mujer; al llegar a casa se ha encontrado con una nota de rescate que advierte que no avise ni a la Policía ni a los medios, y que prepare un rescate de 9 millones de coronas noruegas (al cambio cuando se escriben estas líneas, en torno a 875.000 euros) para pagar en Moneros, una criptomoneda poco conocida y utilizada con frecuencia en temas delincuenciales porque apenas deja rastro. La Policía enfrenta el caso con perplejidad por la falta de comunicación de los secuestradores, lo que hace que empiecen a sospechar de otras hipótesis, como una desaparición voluntaria o un asesinato, del que sería autor o inductor el esposo, Tom Hagen, que pasaría de esta forma de ser víctima a verdugo…
La miniserie cuenta con 5 episodios, presentando como novedad el hecho de que cada uno de ellos está visto desde la perspectiva de un determinado colectivo concernido por el supuesto secuestro. Así, el primer capítulo se titula Los investigadores, y será visto fundamentalmente desde la visión de los policías encargados de la investigación; el segundo y el cuarto están centrados en Los periodistas, en los que veremos a dos reporteros que investigan el caso, cada uno con una visión diferente sobre el mismo; el tercero se titula Los abogados, y se centra en el letrado de la familia Hagen, que habrá de afrontar la defensa de Tom cuando este sea inculpado por la Policía; y en el quinto, con el título de Los informantes, veremos las informaciones que llegan de ciertos reclusos que cumplen condena, cuyo testimonio, en especial el de uno de ellos, podría aportar pruebas de lo que realmente sucedió aquel 31 de octubre de 2018.
Pero lo cierto es que la miniserie creada por Nikolaj Frobenius y Stephen Uhlander, al margen de esa cierta originalidad, nos parece un producto que no termina de convencer. Con un guion regular, manifiestamente mejorable, la historia está además contada con poca pericia. Y lo curioso es que hay algo intenso y dramático en esta historia con frecuencia desconcertante, pero no está bien expresado. Con frecuencia sus autores, persiguiendo ser crípticos, solo consigue ser espesos, que no es precisamente lo mismo... Hay algo que no termina de funcionar en la serie, a pesar de los buenos mimbres de los que se ha dispuesto: una historia intrigante, basada en hechos reales; un presupuesto holgado, que ha permitido una amplia utilización de recursos; una visión de los hechos que permite diversas perspectivas; un elenco competente y entregado…
El conjunto naufraga, con una filmación lenta y una realización impersonal, a ratos casi vulgar, desperdiciando algunos momentos originales y creativos, como varias de las escenas en las que se presenta una intersección espacio-temporal de algunos de los protagonistas (la policía en jefe, el periodista obsesionado por el caso), en las que los vemos a ellos en su estado actual, en lugares en los que se produjeron hechos relevantes, trágicos de su pasado, representados allí en el mismo plano donde aparecen ya adultos.
Pero no deja de ser un espejismo, porque el resto no termina de conseguir ese punto de interés que es imprescindible en todo thriller de intriga. Un final en anticlímax, queriendo dar una vuelta de tuerca más, inconcreta y difusa, no hace sino añadir más confusión a una historia ya de por sí bastante compleja.
A modo de curiosidad, comentaremos alguna reflexión interesante, como la que se realiza sobre el papel de la prensa en una sociedad libre pero sometida a las reglas del mercado: viene a preguntarse la serie ¿interesa la verdad, o lo que interesa a los lectores… o quizá a los editores? Tampoco dejan de ser peculiares algunas coincidencias cinéfilas con algunos de los nombres de los personajes de la miniserie. Así, da la casualidad de que el esposo de la secuestrada (quizá su asesino, en autoría o inducción) se llama Tom Hagen; aunque es el nombre y apellido real del multimillonario noruego implicado en el caso, no deja de ser curioso que ese nombre y ese apellido sean, exactamente, los de uno de los personajes de El padrino (1972), concretamente el del “consigliere” de Don Corleone, interpretado en la gran película de Coppola por el no menos grande Robert Duvall. También casualmente, el apellido del abogado de la familia, personaje central del episodio tres, es Holden… como el famoso y estupendo actor William Holden… Y ya en plan guiño cinéfilo muy, muy exquisito, la rival de una boxeadora que tiene un papel circunstancial en el último episodio, resulta que se llama… Norma Rae, como la famosa película homónima de Martin Ritt de 1979, sobre una verídica luchadora por los derechos laborales.
Correcta interpretación de actores y actrices, en una miniserie de la que se puede decir que existe un protagonismo coral.