Serie: El agente nocturno

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El thriller de acción con contenido político tiene ya una larga tradición en las series. A principios de este siglo XXI lo puso de moda el larguísimo serial de casi 200 capítulos titulado 24 (2001-2010), creado por Robert Crochan y Joel Surnow e interpretado por Kiefer Sutherland. Este El agente nocturno se puede inscribir razonablemente dentro de ese género, o subgénero, que mezcla la adrenalina típica de los audiovisuales de acción con las tramas alambicadas de la alta (o baja, según se vea...) política, con sus correspondientes maniobras y manipulaciones, con sus inevitables traiciones de quien menos se espera, con sus falsos culpables, etcétera.

Bastante de esto hay en esta serie de 10 episodios, ambientada en nuestro tiempo. Al principio conocemos a Peter Sutherland (el apellido no es casual... recordemos quién hemos dicho que protagonizaba la mentada 24...), un agente del FBI de bajo nivel; está viajando en el metro cuando observa a un hombre que sospechosamente deja abandonada una mochila en el vagón... cuando la revisa, descubre que contiene una bomba, por lo que detiene el convoy con el freno de emergencia y grita a todos que salgan cuanto antes... gracias a su intervención se salva casi todo el mundo, aunque hay algunos heridos, entre ellos él... Un año más tarde, Peter ha sido asignado a la Casa Blanca a un despacho en el sótano como “agente nocturno”, en el que solo tiene que esperar la posible llamada de agentes del Buró que puedan estar en peligro; en ese puesto Peter tiene que reportar (y obedecer, a veces con órdenes contradictorias...) a su superior jerárquico en el FBI y a la jefa de gabinete de la Casa Blanca, que es quien le ha procurado ese puesto. Paralelamente conocemos a Rose Larkin, hasta hace poco brillante CEO de una “start up” especializada en ciberseguridad, cuya empresa ha ido a la bancarrota por la traición de un amigo y se ha quedado en la calle; se refugia en casa de sus tíos, que son como unos padres para ella, mientras intenta decidir, deprimida, qué hacer con su vida. Pero esa noche, cuando se despierta, oye ruidos raros; ve que sus tíos, armados con pistolas, se disponen a repeler lo que parece un ataque inminente de un grupo agresor; sus familiares le dicen que huya a la casa de al lado y desde allí llame a cierto número y diga una contraseña... al otro lado del teléfono, Peter recibe esa llamada...

Shawn Ryan (Rockford, Illinois, 1966) es un reconocido productor y guionista que desde principios de siglo viene desarrollando una apreciable carrera en ambas facetas, generalmente en series televisivas que combinan elementos tales como la acción, la investigación policíaca, la lucha contra el crimen y los submundos del espionaje, con títulos como The Shield, The Unit, Timeless y el reboot de SWAT: Los hombres de Harrelson. Con El agente nocturno incluye varias de esas mismas bazas, dando entrada también a una compleja trama política para desestabilizar el país con una conspiración que busca descabezar el estado, y en la que se ven involucrados un agente de bajo nivel, traumatizado por el hecho de que su padre, también agente del Buró, fue acusado de traición cuando él era solo un adolescente, y una brillante exejecutiva cuyo trauma procede de su fracaso empresarial y, sobre todo, de la tragedia de haber visto matar a sus queridos tíos y ser ella misma objeto de una caza a muerte...

Lo cierto es que esta El agente nocturno nos parece una competente intriga, aunque no sea especialmente original (eso es ya difícil hoy día...), ciertamente bien narrada, con un bien graduado suspense, en una trama amena que apenas da respiro. Los hechos se van sucediendo a lo largo de la serie, mientras los protagonistas, el agente del FBI de bajo nivel y la exCEO en bancarrota huyen de enemigos muy poderosos, que mueven los hilos desde la mismísima Casa Blanca. Se suceden las emboscadas, las traiciones, hasta el punto de que los dos protagonistas llegan a la conclusión de que están solos contra un sordo poder cuasi omnímodo, en una historia en la que los protas son meros peones en un metafórico juego de tronos en las más altas esferas de la administración USA. No estamos, por supuesto, ante un producto que busque preguntarse cosas, sino ante una intriga política, policíaca y de acción, un lícito, vistoso y grato entretenimiento de ver y de seguir, con una puesta en escena funcional y correcta. Las escenas de acción están adecuadamente dosificadas, para que cada capítulo contenga dos o tres de ellas, buscando diversificar sus características, de tal manera que tendremos luchas a cuerpo limpio, a tiros, y persecuciones en coche, entre otras opciones, siempre resueltas con profesionalidad y buen hacer.

Temáticamente, se puede decir que estamos en realidad ante la historia de un pobre diablo traumatizado por la traición de su padre, que no quiere ni puede asumir, empujado de lleno a involucrarse en un fregado que lo supera. En resumidas cuentas, la peripecia vital de un don Nadie enfrentado al Poder, todo un clásico… También, por supuesto, y aunque en “sotto voce” y como de fondo o paisaje, hay una cierta denuncia del poder omnímodo, del que se considera por encima de la ley y de la justicia y actúa a su conveniencia, con los tics de los monarcas absolutistas que creían que el estado eran ellos, aunque estemos en el siglo XXI en lugar del XVIII en el que buena parte de aquellos sátrapas perdieron (literalmente...) la cabeza.

Cabe destacar, como curiosidad, la peculiar pareja de “killers” que asesinan mandatados por la conspiración, una pareja en la que ambos son también amantes, pero en la que ella (que en realidad es una sociópata de libro), inesperadamente, añora una vida “normal”, mientras viven de “okupas” distinguidos en un casoplón, una vida en la que incluso fantasea con la posibilidad de cuidar de un bebé, no necesariamente tenido por los medios habituales, que para eso se les da estupendamente secuestrar los rorros ajenos... Esta pareja asesina, en la que él es un profesional consumado y disciplinado, y ella un poco cabra loca, carente absolutamente de cualquier atisbo de piedad, con sus deseos de mediocridad, con sus ganas de jugar “a las casitas”, es uno de los hallazgos de la serie, dos personajes (ella, en especial) muy interesantes en su forma de enfrentarse a su peculiar “trabajo” y a cómo afrontar el resto de sus vidas.

Al protagonista, Gabriel Basso, lo vemos bastante “palo”; si bien en la mayor parte de la serie ese hieratismo conviene a su personaje interiormente atormentado, cuando necesita expresarse con dramatismo lo hace de forma más bien poco convincente; mejor es la coprotagonista, la neozelandesa Luciane Buchanan, más fresca y creíble. Entre los secundarios citar a Robert Patrick, el inolvidable T-1000 de Terminator: El Juicio Final (1991), aquí ya bastante avejentado; y es que el tiempo pasa hasta para los invencibles androides delicuescentes...
 


El agente nocturno - by , May 11, 2023
3 / 5 stars
Un Don Nadie enfrentado al Poder