Serie: Entrevías

ESTRENO EN NETFLIX.


David Bermejo es un guionista español que comenzó su andadura profesional con dos series míticas de la televisión española, las “sitcom” 7 vidas y Aida, en las que actuó como dialoguista, para convertirse ya en guionista principal de la también humorística serie Los hombres de Paco. Curiosamente, cuando ha pasado a controlar ya todo el proceso creativo, se ha decantado claramente por las historias de intriga, por argumentos de thriller, en los que ha conseguido éxitos apreciables como Luna. Los misterios de Calenda y, sobre todo, la notable Vivir sin permiso. Ahora, también bajo los auspicios de la poderosa Mediaset, propietaria en España de TeleCinco, presenta esta Entrevías que ha vuelto a reeditar, en la cadena de Berlusconi, el éxito de su anterior serie, y también de nuevo ha sido comprada por Netflix.


La serie consta en principio de 2 temporadas de 8 capítulos cada uno, si bien cuando se escriben estas líneas ya está anunciada una tercera temporada de igual número de episodios. 


Si Vivir sin permiso tuvo a Aitor Gabilondo como creador y a David Bermejo como el “primus inter pares” de los guionistas, ahora, en esta nueva producción de Alea Media (también participada por Mediaset), Gabilondo pasa a ser productor ejecutivo y Bermejo creador, en una feraz dupla que se está demostrando muy interesante. 


La serie arranca en nuestros días, en Madrid, en el populoso barrio de Entrevías, en el distrito de Puente de Vallecas. Entrevías es uno de los muchos barrios creados en la capital de España al abrigo de la explosión demográfica que tuvo lugar en Madrid durante el siglo XX, cuando gran parte de la población rural de las provincias limítrofes, pero también de otros puntos del país, emigraron a la llamada Villa y Corte, en busca de nuevas perspectivas de bienestar para sus modestas familias. Con el tiempo, como es normal, el barrio ha ido evolucionando y ahora en él viven muchos emigrantes de otros países, especialmente hispanoamericanos, árabes y asiáticos. En ese contexto, conocemos a Tirso, un sesentón largo, excapitán del ejército español, ya jubilado, que vive solo en la casa familiar en Entrevías, donde regenta un anticuado negocio de ferretería. Es un auténtico gruñón, un metomentodo, un tipo insoportable que en un momento dado se autocalifica como un “cabronazo de la vieja escuela”, o, como lo describe otro personaje, un “papel de lija”. Está harto de que las pequeñas mafias latinas aposentadas en el barrio campen a sus anchas, y cuando la Policía no atiende sus quejas (que es lo habitual), su irascibilidad le hace sacar la pistola que guarda de su tiempo de militar y salir a tomarse la justicia por su mano, aunque generalmente no llega la sangre al río... Paralelamente conocemos a Irene, vietnamita, hija adoptada por Jimena, hija de Tirso; la adolescente, que aún no ha cumplido los 18, está en relaciones con un chico colombiano del barrio, Nelson: ambos se quieren y sueñan con irse de Madrid porque la familia materna no ve con buenos ojos esa relación. Gladys, la madre de Nelson, que emigró con él cuando el muchacho era aún un niño, se gana la vida como puede limpiando escaleras y otros trabajos similares. Por su parte, conocemos también a Ezequiel, policía de la comisaría de Entrevías, un tipo socarrón, corrupto, a sueldo de Sandro, el pequeño capomafia del narcotráfico del barrio. Tirso se lleva fatal con sus hijos, tanto con Jimena como con Santi, un calzonazos con mujer dominante y cargado de hijos tirando a idiotas. Cuando Irene, que está sirviendo de mula para su novio (dice Tirso, con razón, “nunca subestimes la estupidez de un adolescente”), con idea de hacer dinero e irse ambos de la ciudad, se encuentra en dificultades en Entrevías, llama a su abuelo Tirso, quien la rescata, pero al encontrar la droga en su mochila, toma una decisión que precipitará los acontecimientos...


Entrevías funciona por varias razones: una, porque su transversalidad (esa cualidad que hace que sea una serie para todos: adolescentes, mediana edad, mayores...) no resulta artificial sino coherente; tendremos así a los jóvenes amantes, lo que permite al público veinteañero conectar con la peli, además de facilitar la habitual exhibición de mucha epidermis en las (seguramente inevitables...) escenas de sexo, o de amor; a los de mediana edad, en este caso el poli corrupto, pero también su contrafigura, la jefa de Policía recta y legal, además de los hijos de Tirso, en especial Jimena, cuyo personaje cobrará más importancia (con alguna sorpresa...) en la segunda temporada; y por supuesto, a los personajes ya incursos en la tercera edad, o colindantes, en este caso el propio Tirso más sus colegas y amigos entrañables del ejército, Pepe y Sanchís. 


Por otro lado, y como ya ocurriera en Vivir sin permiso, Entrevías es una serie en la que los personajes están bien cincelados, no son de cartón piedra, tienen carne, sangre y alma. El mejor, sin duda, el protagonista, ese Tirso que, siendo un tipo con el que difícilmente uno se iría de cañas (antipático, machista, racista, tacaño, un auténtico puerco espín), sin embargo resulta muy atractivo como personaje, cuya incorrección política precisamente es uno de sus alicientes, en un tiempo, el nuestro, tan lleno de bondades de pacotilla, de eufemismos para no llamar a las cosas por su nombre. De hecho, resulta curioso porque el personaje de Tirso podría considerarse heredero o pariente del que interpretara Clint Eastwood en su película Gran Torino, y, como éste, también sufrirá una evolución que le irá haciendo mejor persona, menos gruñona, más generosa, más implicada con los demás. Pero no es el único personaje bombón de la serie: también, por ejemplo, el de Ezequiel, el policía corrupto con palabrería para todos, de una moral ambigua; o Gladys, la madre protectora, jacarandosa hembra, luminoso personaje; o Nelson, demediado entre la atracción del abismo, del mundo delincuencial, o la perspectiva de una vida normal junto al amor de su vida, Irene.


Con esos mimbres, adecuada transversalidad y buenos personajes, Entrevías ya tenía andado un buen trecho del camino. Si además le unimos que la serie tiene buenos diálogos, acerados y cortantes, irónicos y con frecuencia políticamente incorrectos, la cosa sigue mejorando. Además, el guion tiene giros en general bien fundamentados y generalmente atractivos, aunque algunos chirríen por ese error de los libretistas modernos que acomodan las historias a sus intereses, sea o no concordante con el resto de la trama. Y es que en la serie pasan muchas cosas, y en ese sentido resulta muy entretenida, aunque a veces haya incoherencias en lo que se nos cuenta. 


Grabada con funcionalidad, la serie tiene buena factura formal, con una solvente puesta en escena; en eso se nota la mano de los muy profesionales y expertos directores: Iñaki Mercero (de casta le viene al galgo...), Alberto Ruiz Rojo, Oriol Ferrer y Luis Oliveros. Es cierto que los últimos episodios de la primera temporada, y el último de la segunda, resultan más flojos, quizá porque la tensión progresiva se frustra por escenas que quedan por debajo de las expectativas creadas, pero el conjunto es razonablemente armónico. Las escenas de acción, tensión y suspense están, en general, bien rodadas, e incluso se permite algunas escenas de gran intensidad emocional; en este sentido, hay momentos de genuina emoción gracias al personaje de Gladys, al que da vida la cubana Laura Ramos.


  Temáticamente, además del progresivo deterioro del barrio (aunque la serie, con buen criterio, se encarga de no culpabilizar al grueso de los inmigrantes que han venido a nuestro país a ganarse honradamente la vida), hay otros temas interesantes, como el de la gentrificación o expulsión de los habitantes de siempre del populoso barrio, en beneficio de los fondos buitre (notable que el villano máximo de este audiovisual sea precisamente un felón menorero, dueño de varios fondos de inversión de ese jaez...), pero también la corrupción policial y la difícil relación, con frecuencia, entre la comunidad originaria del barrio, la española, y la multiétnica (asiáticos, hispanos, árabes...) que se ha establecido también en él. Ello además de las complicadas relaciones intergeneracionales, tanto de Tirso con sus hijos como con su nieta, y viceversa. El trío del bar, formado por el propio Tirso y sus amigos del ejército, aporta con frecuencia el contrapunto cómico, también necesario para destensar otras escenas de mayor voltaje de intriga.  


Por supuesto, habrá una evolución del protagonista, como por lo demás cabía esperar, pero es una evolución razonada y razonable, sin caídas del caballo en el camino de Damasco, sino reflexionando sobre lo evidente, en un trabajo muy interesante de Jose Coronado, que, como siempre, si está bien dirigido (y es el caso), suele estar extraordinario. Esa evolución también tendrá lugar, quizá contra toda esperanza (pero habrá que creer en la conversión de los pecadores...), en el personaje de Ezequiel, el policía corrupto, quien, varias veces a las puertas del infierno, real o metafóricamente, buscará finalmente la redención, incluso con peligro cierto para su pellejo, procurando evitar el sufrimiento del amor de su vida, todo ello en un matizadísimo trabajo de ese grande que es Luis Zahera, el mayor descubrimiento interpretativo del cine y la televisión españolas de la década de los años diez de este siglo, graduado ya “cum laude” en esta tercera década. Queda apuntado el magnífico trabajo de Laura Ramos, que ilumina las escenas en las que participa; de los demás citaremos a los andaluces Manolo Caro y Manuel Tallafé, que serían como un Sancho Panza desdoblado, como contrapunto al alegórico Don Quijote que representaría Tirso, el personaje de Coronado; y, desde luego, Jordi Sánchez, en un personaje tan diferente al que le ha hecho famoso en la serie La que se avecina, aquí realmente odioso y repulsivo a pesar de (o quizá precisamente por lo que representan...) sus costosos trajes. Ah, y desde luego, habrá que citar a la estupenda María de Nati, cuyo personaje Nata, una chica criada en la calle, sin miedo pero enamorada hasta las trancas de Nelson, será crucial en el desarrollo de la serie, en una interpretación llena de fuerza y naturalidad, con lo joven que es...


 


Entrevías - by , Mar 19, 2023
3 / 5 stars
Un cabronazo de la vieja escuela