Serie: La ley de Lidia Poët

ESTRENO EN NETFLIX.

La historia de Lidia Poët, que fuera la primera mujer que se registró como abogada en el Colegio Oficial correspondiente en Italia, es la base en la que se inspira, bastante libremente, esta serie de 6 episodios, producida por la empresa italiana Groenlandia y creada por los guionistas Guido Iuculano y Davide Orsini. Decimos que es la base en la que inspira, aunque ciertamente los herederos de Poët no han estado precisamente felices con el resultado, que, según ellos, se distancia considerablemente de los hechos y del carácter de la primera abogada italiana de la historia.

La serie hace toda una declaración de intenciones cuando arranca con una escena de sexo, bastante subida de tono, entre la protagonista, la joven Lidia Poët, y su amante. Se nos sitúa la acción a finales del siglo XIX, aunque en puridad debe ser concretamente el año 1883, en el que tuvo lugar tanto la inscripción de Lidia en el Colegio de Abogados de Turín (ciudad en la que se ambienta la serie) como su posterior eliminación a los pocos meses, a instancias del Fiscal General del Reino en un recurso ante el Tribunal de Apelaciones. Conocemos entonces a esta mujer rebelde, hija y hermana de abogados, a la que la retrógrada justicia de la época deniega, tras unos meses de autorización, la licencia para ejercer de abogada. A partir de ahí, Lidia tendrá que ingeniárselas para hacerlo vicariamente, por persona interpuesta, trabajando en el bufete de su hermano Enrico, quien a regañadientes acepta, aunque intenta que no interfiera en su tarea y, desde luego, se opone (con escaso éxito...) a los impulsos de su hermana cuando intenta defender causas en las que cree, generalmente relacionadas (aunque no exclusivamente) con mujeres acusadas de crímenes que ella cree no han cometido. El primer caso que le tocará resolver, a trancas y barrancas por la oposición de su hermano, pero sobre todo de las autoridades judiciales, será el de una bailarina que aparece asesinada dentro de un baúl en el almacén de un teatro. Lidia se encargará, contra viento y marea, de la defensa del acusado... En cada uno de los seis capítulos habrá un caso distinto, que la flamante abogada (que poco después dejará de serlo oficialmente...) tendrá que resolver...

Ciertamente se entiende que la familia de la signorina Poët haya despotricado de la serie, porque el enfoque de ésta presenta a una mujer muy probablemente imaginaria, con el nombre de la famosa abogada (que finalmente pudo adscribirse legalmente al Colegio de Abogados de Italia en 1920, 37 años después de que se le denegara la inicial inscripción, y cuando ya contaba con 65 años), un personaje que, como decimos, tiene pinta de ser realmente una creación de los guionistas (liberal en todo, también en las relaciones sexuales; convencida feminista “avant la lettre”; tan avanzada que parece del siglo XXI en vez del XIX), cosa que, en principio, no es reprochable si habláramos de un papel ficticio, pero es que no lo es...

En cualquier caso, parece evidente que la productora Groenlandia y sus creadores no juegan al biopic de la signorina Poët sino, con la excusa de esta mujer que estuvo litigando por ser admitida como abogada de pleno derecho durante casi cuarenta años (a pesar de lo cual lo hizo “de facto” a través del bufete de su hermano), presentar una especie de heroína novecentista, una mujer tan adelantada a su tiempo que, como decíamos, parece más de nuestros días, aunque con ropajes de época, que de su tiempo histórico real. Porque aquí se nos muestra a Lidia como una mujer libre, con un pensamiento semejante al de cualquier mujer occidental del siglo XXI, nada que ver con las mujeres de la época. Pero es que esa presentación como una fémina adelantada a su tiempo, en realidad, tiene trampa, dado que juega con la carta marcada de estar hecha en la actualidad, pero mirando hacia atrás.

Así las cosas, asistiremos a los seis casos en los que Poët pondrá todo su saber para desentrañar la verdad, que siempre resulta ser distinta de la que los obsoletos sistemas judiciales del país han dado por buena, siempre con una miopía, pero también una soberbia digna de mejor causa. El atractivo de la serie parece estar entonces en el hecho de poner en pantalla a esta mujer que se puso el mundo por montera y actuó como abogada sin poderlo ser legalmente, y ver de qué manera su pensamiento lateral, ajeno al más común de sus pares (que no querían serlo...), la ayudaba a descubrir la verdad, con cierta frecuencia con alto riesgo para su propio cuello. Pone el acento la serie, como cabía esperar, en las posturas ultramontanas y desdeñosas de la época sobre el hecho de que una mujer ejerciera la abogacía, en una mirada retrógrada, pero que era la que había entonces…

Lo cierto es que, a nuestro juicio, se nota demasiado que estamos ante un producto prefabricado, una serie impostadamente feminista, porque está de moda y vende, salpimentada de algunas escenas de acción y otras de cama, que también funcionan en este tipo de audiovisuales. Es cierto que se trata de un producto agradable de ver, bien filmado y ambientado, con hermosas localizaciones en la ciudad de Turín, tanto exteriores como interiores, siendo una serie costeada, con mucha figuración vestida de época. Pero también entendemos que las intrigas de los seis casos a investigar por la protagonista (y, a su rebufo, por su más bien obtuso hermano) están poco trabajadas, con endebles tramas no precisamente brillantes.

Los creadores no se detienen ante el hecho de que su personaje actúe con frecuencia saltándose no ya las normas anquilosadas de la época, lo que podría ser comprensible dado el inmovilismo cuasi cavernícola de la justicia, sino que incluso lo hace recurriendo a mentiras y hasta a la extorsión y el chantaje, con tal de conseguir sus objetivos; estaríamos entonces ante el retorcimiento de los métodos para llegar a la verdad, un alegato cuando menos cuestionable sobre el paradigma de que el fin justifica los medios. En este sentido, Lidia es descrita como una experta en liar a la gente, a confundirla, a engañar sin escrúpulo alguno, aunque es evidente que lo hace luchando contra el papel subsidiario de la mujer en la época, siendo su manera de enfrentarse, de sobreponerse a ello. Sin embargo, sus constantes salidas de tono, aunque lleve razón, terminan convirtiéndose en algo recurrente y, nos tememos, repetitivo, que juega en contra de la credibilidad y de la amenidad de las tramas que se cuentan.

Con una narrativa tradicional, sin apenas flashback ni narración disruptiva, la serie, como hemos comentado, resulta agradable de ver y de seguir, al margen de la disociación del personaje de Lidia con la persona real que fue la abogada Poët, toda una institución en su país y ciertamente un ejemplo y referente para las mujeres italianas.

Eso sí, de vez en cuando hay algún error de ambientación, como la bicicleta que monta Lidia, claramente de fecha posterior al siglo XIX en el que se sitúa la historia. También llama la atención, pero no por su anacronismo, la secuencia de la fiesta de máscaras, tan evidentemente deudora de Eyes wide shut, inspiración permanente desde hace tiempo para toda escena que implique un  ambiente degradadamente exquisito.

Nos ha gustado mucho la música de Massimiliano Mechelli, el joven compositor italiano, uno de los nuevos valores de las bandas sonoras del país de la bota, con una muy sugestiva utilización de voces humanas percutantes y misteriosas, que contribuyen poderosamente a la creación de una atmósfera de suspense.

Buen trabajo de la protagonista, Matilda de Angelis, muy entregada a su papel, del que hace toda una creación; otra cosa es que se parezca como un huevo a una castaña, tanto física como mentalmente, a la biografiada Lidia Poët.


La ley de Lidia Poët - by , Mar 29, 2023
2 / 5 stars
Como un huevo a una castaña