Disponible en Netflix.
La novela The perfect mother, publicada en 2014 por la escritora norteamericana Nina Darnton, es la base sobre la que se ha construido el guion de esta miniserie de 4 capítulos, Una madre perfecta. Curiosamente, Darnton se inspiró muy libremente para la trama de su novela en un caso real, el de Amanda Knox, joven norteamericana que fue condenada a prisión (y después absuelta) por un mediático caso acontecido ya en este siglo XXI en Italia, cuando fue considerada inicialmente como autora de un asesinato.
Hélène Berg es una profesional francesa de alto nivel, en torno a los 45 años. Está casada con un prestigioso cirujano alemán, Matthias, con el que tiene 2 hijos, Anya, veinteañera, y Lukas, aún adolescente aunque próximo a la mayoría de edad. Todos viven en Berlín, menos Anya, que está en París cursando estudios superiores. Un día Anya llama a su madre y le dice que ha hecho algo horrible, que se va a entregar a la Policía porque se ha visto envuelta en un suceso con resultado de un hombre asesinado. El muerto resulta ser el rico heredero de una familia muy importante. Hélène acude de inmediato a París, mientras Matthias permanece en Berlín para que Lukas no pierda los exámenes. Ya en París, Hélène recurre a Vincent, prestigioso abogado parisino con el que ella mantuvo una relación veinte años atrás, antes de conocer a su actual marido, y le pide que la ayude a sacar a su hija del embrollo, en el que la chica (aborrecible, la típica adolescente de familia llena de odio) parece ser la principal sospechosa...
Lo cierto es que Una madre perfecta es un buen ejemplo de ese tipo de serie que hace hoy día Netflix, con buena factura, actores solventes y trama más o menos intrigante, pero en la que se nota a la legua que todos están allí (elencos técnico y artístico) por la pasta, y poco más.
Es cierto que la miniserie cuenta con una filmación sobria, sin subrayados, en una historia de thriller clásico con posible falso culpable (con la previsible pirueta final al respecto, típica de nuestro tiempo), con un buen aprovechamiento de los hermosos paisajes urbanos parisinos (aunque quizá un poco de postalita…), en una producción solvente aunque evidentemente impersonal. Pero también lo es que en ocasiones adolece de un mal montaje, quizá rutinario, que afea la serie, y los actores y las actrices resultan poco creíbles, no pareciendo tener demasiado interés en hacer que sus personajes resulten verosímiles. De la poca confianza que tienen los autores con respecto a la inteligencia de sus espectadores da fe el hecho de que cada cambio de escenario de París a Berlín, y viceversa, está escrupulosamente anunciado con un letrero que lo indica, no vaya a ser que el público se despiste, a pesar de que los personajes en cada una de esas ciudades están claramente delimitados y es imposible confundirse...
Fiel a los tiempos actuales, hay una denuncia soterrada contra los depredadores sexuales, en especial los que se amparan en su nombre, en su proyección social, en los que creen que el derecho de pernada, con otro nombre, sigue vigente, y se comportan como sus antepasados los innobles nobles que lo ejercían sin recato; también hay una cierta reflexión sobre si la venganza puede ser una opción, o no, como respuesta a las agresiones sexuales. Pero realmente parece que lo que interesa no es tanto todo eso como jugar al gato y al ratón con el espectador, dándole pistas que en ocasiones parecen indicar que la chica es la culpable, y otras en las que se viene a decir justo lo contrario, todo ello probablemente para cubrir el metraje de los cuatro capítulos pactados en el correspondiente contrato de este producto industrial que, ciertamente, no pasará a ninguna Historia de las Series.
Un final deliberadamente indeciso y ambiguo, que pone a Hélène, la protagonista, en un dilema moral y existencial que solo ella podrá resolver, es quizá de lo mejor de esta miniserie, por lo demás tan desganada y rutinaria, en la que incluso Julie Gayet, estrella indiscutible del producto, no parece demasiado implicada, pareciendo ser para ella también un trabajo puramente alimenticio.