“El Ministerio del Tiempo”: Tiempo de valientes. Los últimos de Filipinas
Televisión Española, en su serie “El Ministerio del Tiempo”, dedicó dos capítulos (15 y 16) a los sucesos históricos de Baler, titulándolos Tiempo de valientes I, II. Fueron emitidos, respectivamente, el 29 de marzo y 4 de abril de 2016, y están disponibles en la página “Televisión a la carta”. Como puede leerse en la web oficial, tal Ministerio “es una institución gubernamental, autónoma y secreta, que depende directamente de Presidencia del Gobierno”, por lo que, sólo el rey, el presidente y un escaso número de personas saben de su existencia y, naturalmente, de su funcionamiento; entre ellas, los componentes de las patrullas, quienes impiden traspasar las puertas del tiempo a extraños e intrusos, ya sean del pasado o del presente, que pretendan utilizar la Historia en beneficio propio; si nuestro pasado fuera modificado, el presente no sería como es, y viceversa.
Patrullas ministeriales
Por ello, miembros de las citadas patrullas, como Julián Martínez (Rodolfo Sancho), enfermero del Samur, Amelia Folch (Aura Garrido), la primera mujer universitaria en el siglo XIX, o Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda), soldado de los Tercios de Flandes, entre otros, trabajarán para evitar que manipuladores de toda condición y perversos de toda laya (sean personas físicas, potencias extranjeras, organizaciones políticas, etc.) intervengan, en beneficio propio, sobre cuanto fue y como fue y, a día de hoy, debe seguir siéndolo de la misma manera. Un grupo humano que, desde sus respectivas funciones y al margen de la época en que vivieron, aglutina a personajes como Angustias (Francesca Piñón), Salvador Martí (Jaime Blanch), Jesús Méndez “Pacino” (Hugo Silva), Irene Larra (Cayetana Guillén Cuervo) y Ernesto Jiménez (Juan Gea), entre otros.
Creación y producción
Los creadores de la serie son los hermanos Olivares, Javier y Pablo; la producción es de Onza Partners y Cliffhanger TV para Televisión Española; Marc Vigil es el director y los guionistas de Tiempo de valientes son Anaïs Schaaff, Carlos de Pando y el propio Javier Olivares.
La narración se estructura alternando la problemática de los tiempos presentes (el funcionamiento interno del Ministerio, las circunstancias personales de los funcionarios) con los pasados (en los que se recrean los momentos históricos correspondientes, ya sea un famoso personaje, el pintor Velázquez, o un grupo, caso de “los últimos de Filipinas”) aunque aquellos y estos no están exentos de las correspondientes interacciones junto a sus oportunas causas y consecuencias. Actualmente, el Ministerio está sometido a una auditoría interna, razón por la cual todos sus miembros están alterados en sus funciones y un tanto desquiciados en sus actitudes. Marisa (Nieve de Medina), la funcionaria enviada por Presidencia, amonesta enérgicamente a Salvador (Jaime Blanch) y, de paso, al resto de subordinados; estos estiman que, si resolvieron satisfactoriamente las cuentas del Gran Capitán, ahora no va a ser distinto.
Julián, soldado en Cuba…
Por capítulos anteriores sabemos que Julián Martínez (Rodolfo Sancho) (a quien la muerte de su esposa en accidente de circulación le dejó traumatizado) se ha despedido de sus compañeros del Ministerio mediante una carta en la que expone sus razones personales para abandonar su situación y entregarse al servicio de otros que pudieran necesitar de su oficio. Utilizando una de las puertas, acude a la guerra de Cuba en la primavera de 1898, y allí pone a prueba su oficio de enfermero ayudando a cuantos combatientes lo necesiten, muchos de ellos ya en plena agonía. La muerte, por hambre, de un niño de cinco años le hace considerar la situación general y la suya en particular: el sentido o sinsentido de la guerra, su misión de curar y no matar, los soldados, pobres y analfabetos en su mayoría, que no pudieron pagarse la cuota y librarse del servicio…
…Y en Filipinas
El descubrimiento que el Ministerio ha hecho de su situación, le obliga a dejar la isla cubana y buscar diferente lugar: el Hospital Militar de Manila, en Filipinas. En las conversaciones con compañeros critican al gobierno español por las situaciones existentes: “Algunos se les llena la boca del imperio español… Pero podían por lo menos alimentar dignamente a sus soldados”. “El beri-beri causa más muertes que las balas enemigas”.
El recurso empleado para que Julián llegue a Baler es el cumplimiento de una promesa hecha a un soldado moribundo: entregar un camafeo a su mujer, una tagala. El enfermero, con atuendo y uniforme militar, es llevado ante la superioridad, el capitán Enrique de las Morenas (Alberto Jiménez) y el teniente Saturnino Martín Cerezo (Pedro Alonso), a quienes explica la razón de su estancia en el poblado. En su línea de desconfianza habitual, el teniente lo considera no sólo un advenedizo sino incluso un traidor por lo que conviene reducirlo y encerrarlo; el capitán, siempre más cauto, solicita la opinión del médico Vigil de Quiñones (Paco Marín); Julián permanecerá en el destacamento hasta el día siguiente. Para el espectador, queda claro tanto la personalidad de cada uno como las disensiones entre ellos; todavía, en conversación complementaria, Vigil explicita que Cerezo menosprecia a los demás mientras que Las Morenas es más razonable.
Promesa cumplida
Julián cumple su encargo cuando entrega a María, la tagala, el camafeo y, al tiempo, le hace saber el desgraciado final de Rafael, su hombre. De igual modo, el enfermero actúa de escribiente para cuantos soldados analfabetos, la mayoría, quieren comunicarse con sus familias; ellos son los que, por falta de dinero, no pudieron librarse de la guerra.
La huida del pueblo tagalo a zonas alejadas pone en guardia al destacamento español que, tras las deliberaciones pertinentes, decide recluirse en la iglesia. Los gestos de Martín Cerezo ponen en evidencia sus disensiones respecto a las órdenes de Las Morenas; y éste, en tono displicente, le reprocha estar harto de sus comentarios. El capitán, en su dubitación, pregunta a Vigil sobre sus decisiones a la vez que enuncia en voz alta la pregunta: “¿Se está olvidando España de nosotros?”.
Julián, que acompaña a Martín Cerezo en una descubierta, rechaza el arma que se le ofrece; por éste y otros detalles se gana la confianza de los soldados y, al tiempo, se obliga a obedecer al teniente. El enfermero seguirá actuando conforme a su ética profesional y a sus conocimientos quirúrgicos.
Alonso de Entrerríos
El Ministerio ha descubierto que Julián está con “los últimos de Filipinas” y para rescatarlo envía a Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda) quien, tras haberse librado de la cárcel por intervenir contra la policía en un desahucio, llega a Baler en misión oficial. Lo hace con una carta de Calixto Villacorta donde se expone la verdadera y nueva situación de Filipinas respecto a España. Su lectura provoca evidentes disensiones entre ellos, sobre todo entre Martín Cerezo y Vigil de Quiñones. Posteriormente, la llegada de una nueva misiva, firmada ahora por el General Ríos, provoca las dudas sobre la situación y, una vez más, se rechaza su ofrecimiento alegando, en este caso, defectos de forma en el documento.
Paralelamente, Alonso y Julián conversan sobre sus respectivas situaciones al tiempo que éste comprende cómo sus compañeros militares se han convertido en “los últimos de Filipinas”. La Historia está escrita y con arreglo a ella hay que proceder. Las escaramuzas se suceden entre tagalos y españoles. La mísera vida continúa en la iglesia. La comida es cada vez más escasa y las enfermedades más abundantes. Ante la extremada situación, Julián propone a Vigil la búsqueda de proteínas aunque sea en animales no comestibles y para ello prepara un cuenco con lombrices. La enfermedad va mermando la vida de Las Morenas quien, finalmente, muere.
Una crítica a la situación crítica
La conversación entre Alonso y Julián tiene un punto de ácida crítica a la situación: “Aquí hay gente de todas partes de España: andaluces, catalanes, extremeños, vascos… Pero tienen una cosa en común: son pobres, por eso están aquí, combatiendo en una guerra que no se puede ganar. Que no entiende nadie”.
Julián y Alonso planean la huida junto a dos soldados que les acompañan. Martín Cerezo los descubre. Julián discute con él: hambre y miseria frente a honor y gloria. Los cuatro son esposados y encadenados. Martínez y Entrerríos escapan mientras que los otros dos soldados son fusilados por el teniente al considerarlos desertores. La lectura de la noticia periodística ilumina a Martín por lo que se acabará, definitivamente, con la trágica situación. Los 31 soldados salen por las puertas de la iglesia con el respeto y el reconocimiento de los nativos.
La presencia de los misioneros en ambos episodios es meramente simbólica; Fray Minaya, de hábito blanco, resuelve, con liturgia adecuada, las exequias del capitán. Y en cuanto a Fray Cándido Gómez Carreño, su nombre aparece en la inscripción de un enterramiento.
Final de la historia en época contemporánea
Una voz en off advierte que “a petición del teniente Saturnino Martín Cerezo, el rey Alfonso XIII le concedió la laureada de San Fernando (…); en cuanto a la tropa, no se hallaron hechos individuales que diesen lugar a las recompensas que determina la ley”.
Vuelto a la época contemporánea, Julián se interesa por el final de la historia; entre ver la película española de 1945 y leer un libro sobre “Los últimos de Filipinas”, prefiere esto último. La lectura, le produce un amargo sabor; pero, sobre todo, está dolido con el desenlace. Y, por ello, piensa: “Y encima al que le dieron una medalla fue a ese hijo de…”.
En definitiva: los capítulos de la serie mantienen mayor distanciamiento respecto a los hechos que se narran y, consecuentemente, ofrecen un posicionamiento crítico bien distinto a las versiones precedentes.
Internet: El Ministerio del Tiempo: Tiempo de valientes
Ilustración del capítulo: Rafael y María en Tiempo de valientes
Próximo capítulo: 1898. El sitio de Baler. Los últimos de Filipinas (y IV). 1898. Los últimos de Filipinas, de Salvador Calvo