Enrique Colmena

Si decíamos en el artículo de fondo anterior que el año de cine en España había sido malo, no se puede decir lo mismo de los estrenos extranjeros en lengua no española. Lo cierto es que ha habido bastante calidad, como intentaremos demostrar. En cine europeo, por ejemplo, hemos tenido varios títulos de interés. El mejor, sin duda, "Los chicos del coro", de Christophe Barratier, una apuesta por el ser humano y por lo bueno que hay en él, con reminiscencias del "Adiós, muchachos", de Louis Malle, entre otras fecundas influencias. También ha sido destacable "La joven de la perla", la interesante versión sobre un episodio de la vida del pintor flamenco Vermeer, pleno de sensibilidad y de bellísima fotografía; "Wilbur se quiere suicidar", peculiar aproximación escandinava al tema de la desidia vital; también nórdica es "Dina", de Ole Bornedal, circunstancialmente alejado del cine de terror que le ha dado fama, en un melodrama apreciable, muy telúrico; de mucho más al sur, Italia, nos llegó "No te muevas", también un dramón de mucha consideración, con dirección de Sergio Castellitto e interpretación de nuestra Penélope Cruz; con aromas arabizantes pero capital francés pudimos ver "El señor Ibrahim y las flores del Corán", hermosa historia de acercamiento generacional y multirracial; desde Portugal nos llegó el Manoel de Oliveira anual con "Una película hablada", sobre la identidad y la diversidad cultural europeas, finalmente no muy esperanzada; y de Alemania lo más destacado quizá fue "Goodbye Lenin", que daba en clave de comedia una visión muy peculiar del choque de culturas entre las dos Alemanias tras la reunificación.
El cine norteamericano, como siempre, fue rey y señor de las carteleras, aunque su apabullante superioridad en número y recaudación no quiera decir que la calidad de sus películas haya sido pareja. De hecho, proporcionalmente es muy inferior a la del cine europeo. Pero eso no quita que haya habido buenos títulos: dentro de lo que habitualmente conocemos como cine independiente lo más llamativo ha sido el combativo "Fahrenheit 9/11", de Michael Moore, a pesar de lo cual la misión de derrotar a Bush en las presidenciales de Noviembre de 2004 se demostró imposible; "Lost in translation", sugerente segundo filme de Sofia Coppola, la hija del viejo Francis Ford, que confirma que el acierto de "Las vírgenes suicidas" no fue el sonido de la flauta del burro; a medio camino entre el cine independiente y el comercial, con buenos presupuestos pero miras más culturales, hemos gozado de varios productos muy apreciables: el mejor, para el que esto escribe, fue "21 gramos", del mexicano Alejandro González Iñárritu, ya plenamente integrado en la industria cinematográfica USA; su nueva película tras "Amores perros" es un prodigio de humanidad y buena caligrafía fílmica; "Cold mountain" nos reconcilió con el director Anthony Minghella, tras el fiasco de "El talento de Ripley": es un fresco histórico y romántico con la Guerra de Secesión Americana al fondo; Tim Burton nos aportó su título anual, "Big Fish", tal vez demasiado fantasioso (ya sé que para algunos esto no es un defecto, sino una virtud...); "Collateral", thriller "de autor" del siempre interesante Michael Mann, la noche de horror de un taxista que transporta a un asesino a sueldo. Ya en el terreno puramente comercial, pero no por ello sin interés, hemos tenido algunos filmes apreciables en el cine llegado de USA: el mejor de todos, sin duda, "Shrek 2", que confirma que la animación de Dreamworks nada tiene que envidiar a la de Pixar/Disney; sin embargo, "El espantatiburones" es claramente inferior a su homólogo "Buscando a Nemo", pero aún así estimable; "Cellular", un impactante thriller a vueltas con las nuevas tecnologías y una convincente Kim Basinger ya madurita; el díptico "Kill Bill" de Quentin Tarantino, pura acción la primera parte y más sosegada y sustanciosa la segunda; "La sombra de un secuestro", impactante duelo interpretativo entre Redford y Dafoe, con el añadido de Helen Mirren; "La terminal", el nuevo Spielberg, más en línea con Frank Capra que nunca; y "Olvídate de mí", peculiar experimento cinematográfico de Michel Gondry, con el muecas de Jim Carrey bastante comedido.
En cuanto al cine ni europeo ni norteamericano, bien poco nos ha llegado: algunas muestras desde el Sudeste asiático, como "Primavera, verano, otoño, invierno y primavera" (de título más bien obtuso, es cierto) y, sobre todo, "2046", del hongkonés Wong Kar-wai, que, sin llegar a su anterior y extraordinario "Deseando amar", tiene mucho interés.
Como se ve, una cosecha variada del cine extranjero, que no hace sino, por comparación, empalidecer el flojo bagaje del cine español de 2004.