Enrique Colmena

El estreno casi simultáneo en cine de “La carta esférica” y en televisión de “Quart, el hombre de Roma”, pone de moda (si es que no lo estuviera permanentemente) al autor de los textos en los que se basan ambas obras, el novelista y periodista cartagenero Arturo Pérez-Reverte. Nacido en 1951, la historia de este hombre no deja de ser curiosa: licenciado en Periodismo, pronto se convertiría en corresponsal de guerra, cubriendo, primero para el desaparecido periódico “Pueblo” y después para Televisión Española, buena parte de los conflictos bélicos de los años setenta, ochenta y noventa. A mediados de los ochenta empieza a publicar novelas, oficio en el que pronto conseguirá grandes éxitos comerciales y también, por qué no, cierta reputación entre la crítica. Su faceta de escritor irá ganando terreno a su labor como corresponsal de guerra, hasta que, a finales de los años noventa, abandona tan riesgosa tarea para centrarse definitivamente en la literatura. En 2003 es elegido miembro de la Academia Española de la Lengua, no sin polémica, y se puede decir sin incurrir en error que es el escritor español vivo que más vende, tanto en España como en el resto del mundo.
Su obra literaria está compuesta fundamentalmente por dieciocho novelas, buena parte de las cuales (y de ahí que estemos glosando aquí su vida y su obra) ha sido llevada al cine y la televisión. “El maestro de esgrima”, en 1992, fue su primera novela trasladada al celuloide, bajo la dirección de Pedro Olea, que consiguió transmitir razonablemente el tono del original literario, un texto de honor y duelos en el ambiente dieciochesco de la España galdosiana; en 1994 es la cinematografía norteamericana (en coproducción con España) la que, sorprendentemente, se fija en un texto de Pérez-Reverte y lleva al cine “La tabla de Flandes”, con Jim McBride (qué lejos ya sus inicios cuasi “underground”) en la dirección, en lo que constituye una de las peores adaptaciones de la obra revertiana (y las ha habido malas…), siendo irreconocible en pantalla la estimulante trama literaria que combinaba la Barcelona actual y la Edad Media, en un intrigante contexto ajedrecístico.
Enrique Urbizu, generalmente un cineasta potente y capaz, pinchó en la endeble “Cachito”, versión que de la novela “Un asunto de honor” rodara en 1996. El productor Gerardo Herrero, en su faceta de realizador, dirigió un año después la adaptación de “Territorio Comanche”, en la que Arturo narraba algunas de sus peripecias como corresponsal en el conflicto bélico yugoslavo, aunque el cineasta no conseguía transmitir más que a ráfagas el horror de la guerra. En 1999 el realizador Robert Young lleva a la pequeña pantalla la miniserie “Camino de Santiago”, una idea original de Pérez-Reverte que no había sido plasmada previamente en una novela; muy ambiciosa, no consiguió sin embargo concitar el interés que se preveía.
2000 se abre con otra película, “Gitano”, rodada sobre una idea original de Arturo, sin novela previa, y la película de Manuel Palacios, con un espantoso Joaquín Cortés como protagonista, se convierte enseguida en una de las peores cintas españolas de los últimos años. Fue un fracaso de tal categoría que tendrían que pasar seis años antes de que otra historia revertiana se llevara a la gran pantalla. Sería “Alatriste”, bajo la dirección de Agustín Díaz-Yanes, uno de los casos más clamorosos de desperdicio de una idea y de una megaproducción española (véase en CRITICALIA el Artículo de Fondo titulado “A propósito de los despropósitos de “El capitán Alatriste”), que masacraba las cinco primeras novelas de la saga del viejo soldado de los Tercios de Flandes.
Ya en 2007 llega “La carta esférica”, una esforzada versión de la novela homónima de Arturo, sobre un marino en tierra, una “femme fatale”, un tesoro por encontrar y un par de malos de opereta, cuya simplificación en pantalla, bajo la impersonal, tosca manera de dirigir de Imanol Uribe, no hace honor a la novela, bastante más interesante. En cuanto al serial televisivo, “Quart, el hombre de Roma”, con algunos de los personajes (el propio Lorenzo Quart, el agente secreto del Vaticano; Macarena Bruner, la sensual sevillana marcada a fuego en el corazón del cura espía) que hicieron fortuna en su novela “La piel del tambor”, que sin duda sería un más que interesante material para llevar al cine. De lo visto hasta ahora en el serial (sólo el capítulo inicial cuando se escriben estas líneas) se puede colegir que el proyecto, bajo la dirección de Jacobo Rispa y Santiago Pumarola, se deja ver, aunque no es precisamente la octava maravilla, ni mucho menos…
Arturo Pérez-Reverte, en literatura, representa la pasión de narrar. En sus historias pasan muchas cosas, y su mayor virtud es mantener la atención del lector. Es cierto que, con el tiempo, sus novelas se están haciendo también más literarias, quizá por la impronta que, “velis nolis”, otorga la ilustre compañía de los inmortales en la Real Academia, o quizá porque Arturo se siente ya más literato que narrador; es visible esta intención en sus últimas novelas, sobre todo en “El pintor de batallas”. Empero, quizá deba recordar el murciano que está donde está, y vende lo que vende porque sabe hipnotizar al lector con sus historias. Homero, no lo olvidemos, era un cuentacuentos antes que un poeta. Así que mejor no malgastemos nuestros dones queriendo ser lo que no somos…