Rafael Utrera Macías

La reciente publicación de “Cita de ensueños (Figuras del cinema)”, de Benjamín Jarnés, en rigurosa edición de José María Conget, publicada por Prensas de la Universidad de Zaragoza en la colección Larumbe (Textos aragoneses. 2018), nos invita a releer a un autor que, catalogado en la generación literaria del 27, dedicó, en su obra, personal atención al cinematógrafo cuando éste transitaba entre los finales de la etapa muda y la primera década del sonoro.

Con ocasión de este título, tendremos oportunidad de, en un primer artículo, dedicar atención al autor, Benjamín Jarnés, y a su obra especialmente relacionada con el cinema; en posteriores comentarios, nos referiremos a los contenidos del libro “Cita de ensueños” y a las peculiaridades y novedades de la edición de Conget.


Benjamín Jarnés. Nota curricular.


Benjamín Jarnés Millán (Codo, Zaragoza. 1888 – Madrid. 1949) fue miembro de una humilde familia compuesta por numerosa prole. Estudió en diversos seminarios que abandonó a poco de iniciar estudios de Teología; alistado en el ejército, se profesionalizó en la milicia. Avecindado en Madrid desde 1920, su vocación de escritor se dejó sentir en distintas novelas (“El convidado de papel”, “Teoría del zumbel”, “Escenas junto a la muerte”, “Locura y muerte de Nadie”, “Lo rojo y lo azul”, etc.), biografías (“Sor Patrocinio, la monja de las llagas”, “Zumalacárregui”, “Doble agonía de Bécquer”, etc.), y obras de teatro (“Tántalo”, “Sala de espera”), así como en numerosos artículos publicados en las más prestigiosas revistas de la época, desde “Revista de Occidente” a “La Gaceta Literaria”.


Precisamente, el director de esta publicación, Ernesto Giménez Caballero, organizó, en 1929, un homenaje al escritor en el que participaron cualificados representantes de las letras españolas, desde Azorín y Ramón Gómez de la Serna a Antonio Espina y Fernando Vela. El anfitrión dejó claro ante la concurrencia las razones para celebrar aquel acto y la grandeza del homenajeado: “No es Benjamín Jarnés hombre de aristas ni de agresiones. Su vanguardismo ha sido silencioso, tenaz e irónico. Amigo de los viejos, los ha ido dejando, elegantemente, detrás de sí, con ninguna protesta de ellos. Amigo de los jóvenes, se ha ido poniendo delante –sutilmente- con ninguna protesta de ellos. Ni rojo ni negro. Su política: la cordialidad. Su agresión: el talento. Su defensa: la modestia”.


Exiliado a México tras la guerra civil, regresó a España, muy enfermo, en 1948. Al año siguiente, murió en Madrid.


Jarnés en el contexto cinematográfico de su generación

No es éste el lugar para plantear si Jarnés perteneció a la generación novecentista, por razones cronológicas de su nacimiento, o a la del 27, por el carácter artístico y estético de su producción literaria. En razón al entusiasmo y entendimiento para con el cinematógrafo su posicionamiento se acomoda certeramente en esta última. El conjunto de su producción deja ver el interés y conocimiento que el escritor mantenía para con el cine y cuyo punto culminante fue “Cita de ensueños”.

En 1928, desde el número monográfico que “La Gaceta Literaria” dedicó al cine y, posteriormente, las entrevistas publicadas en “Popular Film”, se afirmaba el sentimiento de admiración que los jóvenes escritores mostraban hacia él; en este sentido se inscriben las opiniones de Rafael Alberti ("Yo nací -respetadme- con el cine"), de Francisco Ayala ("He sentido el cine, mi coetáneo, con amor, con encanto,..."), de César Arconada ("el cinema es la expresión de lo moderno"), y del propio Benjamín Jarnés (“...el cine se me antoja un regalo espléndido que hace esperar otros posibles...”) así como de tantos escritores que se alinearon en la "generación del cine y los deportes"; a propósito de ésta, Ortega y Gasset estimó que el segundo elemento significaba la victoria de los valores de juventud sobre los de senectud, mientras que el cinema venía a ser el arte corporal por excelencia.

Así pues, la generación del 27 y el cine son hijos del mismo tiempo, "venidos a la existencia -poco más o menos- con el mágico espectáculo", como señaló el crítico Luis Gómez Mesa. En consecuencia, la vanguardia aceptó el cinema como signo evidente de modernidad y los escritores vinculados a ella tomaron las figuras y hechos de la pantalla como recurso idóneo para contribuir a la nueva expresión de su literatura. Estos literatos, en general hijos de una ilustrada burguesía –donde Jarnés, por su humilde procedencia familiar, se convertía en excepción- renovaron sus emblemas identificativos: máquina, industrialización, automóvil, jazz, psicoanálisis, cinema.


Presencia de Jarnés en el “Cine-club Español”

Las actividades cinematográficas de “La Gaceta Literaria” se canalizaron a través del “Cine-club Español”, inaugurado por el propio Giménez Caballero en 1928 y, desde entonces, dirigido por él. Entre los escritores e intelectuales que presentaron, de uno u otro modo, los títulos exhibidos, citaremos a Ramón Gómez de la Serna, Pío Baroja, Benjamín Jarnés, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Julio Álvarez del Vayo, Luciano de Feo, Eugenio Montes, Gregorio Marañón, Gonzalo R. Lafora, Miguel Pérez Ferrero y Germaine Dulac. El cine vanguardista, el ruso, el científico, el educativo y el de animación, se exhibieron en veladas culturales donde el arte silente era la estrella, unas veces como fin y otras como medio. Sus actividades se prolongaron por otras capitales españolas, Barcelona, Valencia, Murcia, Valladolid, Vitoria, Sevilla, etc.

El atento espectador cinematográfico que fue Jarnés no tuvo excepción alguna para con los distintos cine-clubs madrileños de la época. En concreto, asistió a la sesión inaugural del “Español” y sobre las películas proyectadas en ella escribió una reseña publicada en el nº 66 de “Revista de Occidente”. En el anterior ejemplar de esta publicación, el escritor había ya reseñado distintos films de su preferencia; bajo el título genérico de “Cinema” una triada de bloques focalizaba su interés sobre el actor Emil Jannings, el dibujo animado Gato Félix y sobre un breve film titulado Ojo con la yugular. El cronista reflexiona sobre el personaje del gran duque Sergio y su papel cinematográfico haciendo de sí mismo en la película de Josef von Sternberg La última orden, en la que llama su atención el “ir y venir de un espíritu de un mundo a otro”, del mismo modo que cuando Félix le roba la sombra a un guardia y huye con ella en bicicleta le permite afirmar que estamos ante “metáforas, imágenes, poesía”; por ello, que hay que “reeducar al espectador y someterlo a disciplina visual” en aquellas “aulas” donde sólo “se proyecten proyecciones”, no banales espaldas desnudas “a lo Clara Bow”.

Con esta referencia pedagógica, el lector que revise el comentario de Jarnés a la primera sesión del “Cineclub” (sic) entenderá su aseveración de que “se celebró en un aula” y, consecuentemente, “la pantalla era un encerado donde se demostraban algunas cosas”. Por ejemplo, la evolución de la materia fotogénica comparando el arte rudimentario de una película primitiva como María, la hija de la granja con Tartufo, de Murnau, donde la materia fotogénica es ya muy propia por más que se sirva de otras artes; y en el caso de L'etoile de mer se aporta una nueva lección: en que es posible llegar a un arte cinemático donde los objetos “nada tengan que hablar”; Jarnés, a finales de 1928, en los prolegómenos del cine parlante, afirma con rabia profunda que eso es “el asesinato del cinema”.



Presentación de El difunto Matías Pascal

La cuarta sesión del Cine-club se llevó a cabo el 19 de marzo de 1929, en el madrileño cine Palacio de la Prensa y, como ya era costumbre, estuvo musicalmente animado por la orquesta de Rafael Martínez (hermano del cineasta Florián Rey). La programación cinematográfica seleccionada para la ocasión estuvo compuesta por el documental Moana, de Robert Flaherty, el largometraje El difunto Matías Pascal, de Marcel L'Herbier, basado en un texto de Luigi Pirandello, y Luces y sombras, de Alfred Sandy, película experimental.

Benjamín Jarnés fue invitado por Giménez Caballero a presentar la película de L'Herbier, aunque imaginamos que de manera bien distinta a como lo hicieron sus compañeros escritores en sesiones anteriores: Ramón Gómez de la Serna, con la cara pintada de negro para introducir El cantor de Jazz, y Pío Baroja, vestido de sargento carlista para dar noticia de la primera adaptación de su novela Zalacaín el aventurero.

El texto leído por Jarnés en la citada sesión sobre la película El difunto Matías Pascal fue publicado, posteriormente, en el nº 56 de “La Gaceta Literaria”, lo que nos permite conocer en detalle sus características. La reseña de Juan Piqueras en esta misma revista, más allá de aludir a las proyecciones en precisos párrafos, elogió a su colega presentador con estas frases: “...como solamente él podía hacerlo... sus opiniones fueron el apunte de un plato exquisito... se le aplaudió sinceramente...”.

Jarnés comenzó su disertación no sin ciertas matizaciones irónicas: la costumbre cineclubística de introducir lecturas, que deben aceptarse no sólo como rito sino como una fatalidad, para añadir, con semejantes matices, que Matías Pascal es uno de los muertos que en la historia del cinema gozan de mejor salud y ello, a pesar de que su anterior proyección en sala pública levantó la airada protesta de unos energúmenos dotados de buenas dosis de analfabetismo. Seguidamente, frente al dicho popular de “no somos nadie”, Pascal enmienda: “somos muchos”; con esto, el presentador, ya entra en materia literario-cinematográfica y lo que para el escritor de la obra es simple duplicación o triplicación del personaje de Matías, para el cineasta adaptador debe ser transmutación; es lo que consigue L'Herbier ejercitando su maestría sobre el actor Ivan Mosjoukine. Lo que va de la novela al cine no es pues una “reproducción” sino una “metamorfosis”; de tal manera que lo que se pierde “en razones” se ha ganado en “imágenes”. En opinión del presentador cineclubista, la “serpentina de celuloide” en la que está filmada la fábula le ha ganado la partida al bloque de cuartillas donde previamente se había escrito.

La página de la publicación donde firmaba Jarnés su comentario, iba acompañada de otras colaboraciones: desde Londres, Concha Méndez reseñaba Picadilly, el último film de Dupont, reconocido autor de Varieté, mientras que Carmen Conde escribía una oda al Gato Félix, dedicada a Soledad, la hija del poeta Pedro Salinas.


Jarnés en Noticiario del Cine-club

Ernesto Giménez Caballero dirigió, entre otros títulos cinematográficos, Esencia de verbena y Noticiario del Cine-club. Si en el primero estaba representado el Madrid popular, en este otro presentaba al intelectual. Con una sencilla cámara “Aica” filmó a las distintas personas que conformaron el elenco en un escenario tan familiar como la terraza de su casa, en la calle Canarias. Dice el realizador sobre su película: "es un documento importantísimo porque están las tres generaciones, Menéndez Pidal y Baroja por un lado, con Américo Castro y Rivera Pastor por otro, y para acabar, nuestra generación, con Bergamín, Alberti, Salinas, Marichalar...”. Benjamín Jarnés aparecía acompañado de una religiosa, en alusión a Sor Patrocinio, aquella decimonónica monja de las llagas a la que había dedicado una de sus documentadas biografías.

Ilustración: Benjamín Jarnés

Próximo capítulo: Benjamín Jarnés: Cita de ensueños (II)