Cuando se cumplen en este mes de octubre 100 años del nacimiento del escritor Miguel Delibes, mi compañero y amigo Rafael Utrera Macías, en sendos e imprescindibles artículos anteriores, ha publicado en CRITICALIA un primer plano (conocido en la jerga cinematográfica como PP) sobre un aspecto poco conocido del escritor vallisoletano, en su texto titulado Miguel Delibes: crítico cinematográfico antes que novelista (I), y otro PP sobre una de las películas basadas en una novela delibesiana, con una muy interesante correlación con otra cinta, en este caso del polaco Zanussi, todo ello en el artículo titulado Novelista Delibes: “El disputado voto del señor Cayo”; cineasta Zanussi: “La estructura de cristal” (II).
Ahora, con este tercer y último artículo, queremos rendir homenaje al gran novelista castellano con una revisión de su obra en la pantalla, grande o pequeña, en un plano general o PG, ya que estamos con las analogías cinematográficas.
La primera ocasión en la que la obra de Delibes fue adaptada a un formato audiovisual tuvo lugar con la filmación de El camino (1963), adaptación de la novela homónima que el escritor había publicado en 1950 en Destino, el sello catalán que editaría la mayor parte de su narrativa, al menos en su primera época. La dirigía Ana Mariscal, durante muchos años la directora española por excelencia en el período franquista, contando con el pequeño José Antonio Mejías como protagonista absoluto en el personaje central de la historia, Daniel “El Mochilero”, quien, renuente, se encuentra en los días previos a marchar desde su pueblo natal a la ciudad, donde habrá de proseguir sus estudios, en una obra que, como buena parte de la narrativa delibesiana, apuesta más por la sencillez rural que por la impostación urbanita. Aparte de un nutrido grupo de excelentes secundarios de la época (Julia Caba Alba, Mary Delgado, Mary Carrillo, Maruchi Fresno, José Orjas, María Isbert...), aparecía una niña, Maribel Martín, que con el tiempo cerraría el círculo de las adaptaciones delibesianas produciendo, junto a su marido, Julián Mateos, la película cumbre basada en una obra de Delibes, Los santos inocentes.
Esta misma historia sería llevada a la pequeña pantalla 15 años después, en la entonces única empresa de radiotelevisión de nuestro país, Televisión Española, también bajo el título de El camino (1978), dentro del histórico programa Novela, que tanto hizo por la divulgación de textos novelísticos y teatrales en la España de los años sesenta y setenta. La adaptación la dirigió la cordobesa Josefina Molina, en cinco capítulos que se emitieron de lunes a viernes, como era habitual en este espacio, y con valores seguros de la actuación como los estupendos secundarios Antonio Gamero, Amparo Baró y Alicia Hermida.
Todavía en la década de los sesenta, y también en TVE, Delibes es adaptado dentro del programa Pequeño Cine Estudio; se trata de En una noche así (1968), sobre el homónimo relato publicado por el vallisoletano en 1954 dentro del volumen titulado genéricamente La partida, con un reparto esencialmente masculino con grandes nombres de la televisión de la época: Fernando Delgado, José Bódalo, Arturo López, Ángel Picazo... pero también algunas poderosas presencias femeninas de aquel tiempo: Lola Gaos, Nuria Carresi, Luisa Sala, Ana María Vidal, Mercedes Prendes...
A mediados de los años setenta, ya bajo el paraguas de cierta liberalización del régimen franquista que supuso el fenómeno conocido como la Apertura (una cierta permisividad, en lo político y en la censura de las obras artísticas), se filma el mediometraje La mortaja (1974), con dirección de José Antonio Páramo, realizador de TVE, con un reparto fundamentalmente masculino: Antonio Casas, Antonio Gamero, Tito García; estamos ante la adaptación a la pantalla del relato que daba título al volumen de cuentos publicado por Delibes en 1970.
La primera gran producción que se rueda sobre una obra delibesiana será Retrato de familia (1976), en plena Transición, una vez muerto Franco y en los convulsos años que, finalmente, desembocaron en la promulgación de la Constitución de 1978. La dirigió Antonio Giménez-Rico, y la novela adaptada era Mi idolatrado hijo Sisí, publicada por Destino en 1953, un poderoso fresco histórico de varias generaciones que llegó nítidamente a un público deseoso de nuevas historias que se alejaran de las rancias temáticas franquistas. Con un reparto de lujo de intérpretes entonces en su mejor momento (Antonio Ferrandis, Mónica Randall, Amparo Soler Leal, Encarna Paso, Miguel Bosé, Mirta Miller), la película conectó muy bien con el espectador, hasta el punto de que casi 1,4 millones de espectadores pasaron por taquilla para verla, personas que sin duda apreciaron que se les tratara como adultos y no como menores de edad, en una historia ciertamente dura, convirtiéndose posiblemente en la mejor de las películas rodadas por Giménez-Rico.
Si Retrato de familia fue un éxito por su tono adulto, la siguiente adaptación delibesiana lo será justamente por lo contrario: La guerra de papá (1977) se basa en la novela del escritor vallisoletano El príncipe destronado, publicada por Destino en 1973, donde Delibes cambiaba totalmente de registro y contaba una historia urbana, con un niño de cuatro años que se siente preterido por su nueva hermanita recién nacida, y cómo el crío intentará llamar la atención de la familia, todo ello como una radiografía de la burguesía española franquista de los años cincuenta y sesenta. Contó con el protagonismo del pequeño Lolo García, que gozaría de efímera fama, retirándose de la interpretación antes de cumplir la mayoría de edad, pero también con pesos pesados como Teresa Gimpera, Héctor Alterio y Verónica Forqué. Antonio Mercero, como director, consiguió la más exitosa, en términos comerciales, de las adaptaciones de las narraciones del escritor castellano, con más de 3,5 millones de espectadores.
A finales de los años setenta, concretamente en 1979, se había estrenado en los escenarios teatrales la adaptación a las tablas de la novela de Delibes Cinco horas con Mario, con protagonismo de Lola Herrera, adaptación teatral que se ha seguido representando, en distintas etapas y casi siempre con la carismática actriz vallisoletana. La cineasta cordobesa Josefina Molina rueda a principios de la siguiente década Función de noche (1981), que ahora llamaríamos docudrama, un film en el que Herrera, en el camerino mientras se prepara para representar la obra, dialoga con su ya entonces exmarido, el también actor Daniel Dicenta, en una suerte de paralelismo entre la trama que desarrolla la actriz sobre el escenario y su vida personal. Aunque la película solo presenta en pantalla algunos pequeños fragmentos de la representación de la obra delibesiana, se puede concluir que la historia, por ese paralelismo establecido por la directora y su coguionista y también productor José Samano, estaría manifiestamente imbuida del espíritu de Miguel Delibes.
A mediados de los ochenta llega la que se puede considerar, sin margen de error, como la obra maestra de las adaptaciones delibesianas: Los santos inocentes (1984), sobre la novela homónima del escritor, publicada por Planeta en 1981, supone la mayoría de edad del cine español de la década, lejos ya del impulso renovador del Nuevo Cine Español de los años sesenta (al rebufo de las nuevas olas de la época, pero con su propia impronta y personalidad), y también la consagración de un cine español de calidad, al amparo de la entonces recentísima Ley Miró, que apoyó decididamente la industria cinematográfica hispana. Con dirección de Mario Camus, la película refleja acertadamente la historia delibesiana, el bronco drama rural ambientado en la Extremadura de los años cincuenta, donde los señoritos eran la ley y sus empleados eran más siervos, con frecuencia bestias, que personas. Con personajes inolvidables, como el Paco el Bajo que compuso Alfredo Landa, o el Azarías de Paco Rabal, con su “milana bonita”, pero también con un poderoso elenco de secundarios (Juan Diego, nunca tan odioso; Maribel Martín, cerrando el círculo delibesiano, como habíamos comentado; y una inolvidable Terele Pávez, mater dolorosísima), la película se llevó un buen número de premios, entre ellos el de mejor interpretación, “ex aequo”, para Landa/Rabal en Cannes. Y además consiguió el premio mayor de todos, la unanimidad del público, que llenó las salas con más de dos millones de espectadores.
A finales de la década de los ochenta se estrena una nueva adaptación de Delibes. Es El tesoro (1988), sobre la novela homónima publicada por Destino en 1985, con dirección de Antonio Mercero (deseoso quizá de reeditar el éxito de su La guerra de papá), pero que no funcionó en taquilla ni agradó a la crítica, a pesar de contar con un apañado reparto, comandado por José Coronado y Ana Álvarez. La primera novela publicada por Miguel Delibes (en 1948, en Destino) será llevada a la pantalla a principios de los años noventa, con igual título que su original: hablamos de La sombra del ciprés es alargada (1990), una coproducción hispano-mexicana con el director Luis Alcoriza a los mandos, el más distinguido discípulo de Buñuel y él mismo exiliado en el país de Emiliano Zapata, pero la película apenas tiene repercusión, contando en sus principales papeles con Emilio Gutiérrez Caba y la “garciana” (por sus frecuentes colaboraciones con José Luis Garci) Fiorella Faltoyano.
Las ratas (1997) será la nueva apuesta de Giménez-Rico (que ya versionó, como hemos visto, un texto delibesiano en Retrato de familia), quizá buscando reeditar no solo su propio éxito sino, sobre todo, el de Los santos inocentes, al tratarse también de un bronco, duro relato de corte rural, en un ambiente de declarada degradación social. Elevando a la categoría de protagonista al habitual actor de reparto José Caride, que ciertamente hizo toda una creación, la película sin embargo tampoco concitó entusiasmos.
El último film, cuando se escriben estas líneas, basado en una obra original de Delibes es Una pareja perfecta (1998), sobre la novela Diario de un jubilado que publicó el escritor en 1995 a través de Planeta. Dirigió el catalán Francesc Betriu, contando con un entonado reparto: Antonio Resines, José Sazatornil “Saza”, Kiti Mánver, Chus Lampreave... pero la película tampoco funcionó, cerrando con ello, al menos por ahora, las adaptaciones delibesianas a la pantalla, grande o pequeña.
¿Qué historias de Miguel Delibes, inéditas en el audiovisual, podrían adaptarse al cine o la televisión?
Intentaremos contestar a esta pregunta desde nuestro particular criterio. Para televisión vemos una miniserie muy interesante, en clave realista pero sin renunciar a la emoción, con la materia argumental suministrada por La hoja roja, publicada en 1959 por Destino, la historia de un jubilado y sus vivencias. Parábola del náufrago, publicada en 1969 por Destino, podría también llevarse al cine, en un film de corte experimental, como la propia novela, que además podría beneficiarse de los actuales y portentosos efectos digitales. Asimismo, Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso, publicada por Destino en 1983, nos parece que tiene una película dentro; y no digamos la novela histórica El hereje, editada por Destino en 1998, su última gran obra.
Fuente de información de número de espectadores: Web del Ministerio de Cultura y Deporte.
Ilustración: Mónica Randall y Miguel Bosé, en una imagen de Retrato de familia (1976), dirigida por Antonio Giménez-Rico sobre la novela Mi idolatrado hijo Sisí, de Miguel Delibes.