Enrique Colmena

El estreno de Carmen y Lola, el estupendo drama romántico de Arantxa Echevarria sobre dos adolescentes gitanas que viven un inesperado amor en contra del criterio de sus familias y de su comunidad, nos permite hablar de cómo ha tratado el cine la temática del amor lésbico.

Lo curioso es que, si la homosexualidad masculina, en tiempos pretéritos, tuvo poca representación y siempre se hizo de forma esquinada, despectiva cuando no ridiculizadora, la femenina ha sido cuantitativamente mucho menos tratada, como si no existiera, y cuando aparecía, no era precisamente con una visión positiva, ni siquiera neutra.

Se puede segmentar la cronología del amor lésbico en el cine en dos grandes épocas: una primera, que llegaría hasta finales de los años sesenta del siglo XX, en la que el sexo entre mujeres se tocó muy esporádicamente y, generalmente, con una mirada desfavorable, estigmatizándolo como una conducta desviada, cuando no de pura depravación; y una segunda, que abarcaría desde los primeros años setenta hasta nuestros días, en la que, tras una primera fase de mirada ambivalente sobre el tema, con posiciones pro y anti, desembocará, a partir de los años ochenta, en una mirada natural hacia la orientación sáfica, utilizándose el cine con frecuencia para denunciar las cortapisas, los frenos, las limitaciones que una sociedad todavía no suficientemente abierta pone al amor entre mujeres.

Hablaremos hoy, entonces, de esa primera fase de negación y estigmatización de las relaciones lésbicas, y un segundo capítulo lo dedicaremos al período más reciente, en el que, tras una cierta ambivalencia, se produjo la normalización en la gran pantalla de un tema tan humano, tan emocional, tan sentimental.


Lesbianismo en USA hasta los años sesenta: de eso no se habla

Aunque en otros países (que comentaremos más adelante) se tocaron, aunque muy escasamente, las relaciones sáficas, lo cierto es que el cine comercial norteamericano se resistió numantinamente a ello. De hecho, cuando tocó el tema lo disfrazó para que no pareciera lo que realmente era. Quizá el caso más llamativo de ese tipo de maniobra de camuflaje fuera Esos tres (1936), por lo demás entonado melodrama de William Wyler, en el que el gran director de origen alemán, establecido en Hollywood y nacionalizado yanqui, se vio obligado a que convertir el drama teatral The children’s hour, de Lillian Hellman, que trataba sobre dos profesoras falsamente acusadas de lesbianismo, en un triángulo con dos féminas y un hombre.

Curiosamente, quizá por justicia poética, sería el propio Wyler quien, 25 años después, volvería a rodar esa misma historia pero ya con la trama original de Hellman, con Shirley MacLaine y Audrey Hepburn, en La calumnia (1961). Debe decirse pronto que, aunque por primera vez en cine comercial USA aparecía el lesbianismo como tema, su tratamiento no pudo ser más retrógrado y reaccionario, como si en vez de ser una forma de amar del ser humano fuera un crimen, con autoculpabilización y trágica expiación incluidas. Durante esa misma década, el cine norteamericano comercial volvería a tocar de nuevo el tema, ahora de forma más suave, en El grupo (1966), de la mano de un entonces ya prestigioso Sidney Lumet, film en el que una de las componentes del grupo del título tiene una evidente orientación y lésbica.


Los años de plomo lo fueron menos extramuros USA

No es que se hicieran muchos films sobre amor sáfico en otras latitudes allende Norteamérica hasta los años sesenta (década en la que, con la liberalización de las costumbres, el fenómeno hippie, Elvis, los Beatles y la contestación anti-Vietnam, todo cambió rápidamente), pero al menos se hicieron algunos. Un caso curioso es el de Muchachas de uniforme (1931), de Leontine Sagan y Carlo Froelich, film alemán anterior a la llegada de los nazis al poder, versión para el cine de la obra teatral de Christa Winsloe, sobre una chica que queda huérfana y su internamiento en una institución para muchachas sin padres, donde conocerá, y se enamorará, de su hermosa profesora. Lo curioso del caso es que esta historia ha conocido hasta dos versiones más, una mexicana, titulada igualmente Muchachas de uniforme (1951), dirigida por Alfredo B. Crevenna, y otra de nuevo en Alemania (en este caso posterior al régimen nazi), que en España llevó el título de Corrupción en el internado (1958), con el director húngaro Géza von Radványi a los mandos.

Pero la cinematografía que probablemente trató más el amor lésbico hasta los años sesenta quizá fuera la francesa. Así, en la década de los años treinta llevó a la pantalla Club de femmes (1936), con dirección de Jacques Deval, historia ambientada en un hotel “solo para señoritas”, una de cuyas tramas contendrá una relación de carácter lésbico. El gran Henri Georges Clouzot, uno de los nombres fundamentales del “film noir” francés, el famoso “polar”, sería el autor de En legítima defensa (1947), denso thriller en el que uno de los personajes secundarios tenía tendencias sáficas.

En la década de los cincuenta, y de la mano de la directora Jacqueline Audry, pionera de las cineastas galas, se hicieron dos films con temática lésbica: Olivia (1951), con una adolescente en un internado (se ve que ese tipo de instituciones dan mucho juego en el tema...) y la fascinación mutua, no exenta de celos, con dos profesoras; y Huis-Clos (1954), sobre la pieza teatral de Sartre, simbólicamente ambientado en el infierno, a donde llegarán tres nuevos condenados, una de las cuales resulta ser una lesbiana que (menos mal...) no está en la morada de Pepe Botero por su orientación sexual, sino por haber llevado a la muerte a un primo (carnal, se entiende, no un “primo” en sentido coloquial, un incauto). Audry cultivaría más adelante otras historias sexualmente heterodoxas, siendo una auténtica avanzada a su tiempo.

Todavía en Francia, pero ya en los años sesenta, y con la coartada cultista de la novela de Diderot, Jacques Rivette, quizá uno de los miembros menos conocidos de la Nouvelle Vague, aunque director de gran talento, llevará a la pantalla La religiosa (1966), en la que una joven novicia se verá asediada por una superiora que quiere de ella algo más material que salvar su alma...

Canadá, país liberal donde los haya, se sumará durante los todavía duros años sesenta al cine de temática lésbica con La zorra (1967), por cierto, no estrenada en España, por mor de ese escabroso tema, hasta 1978, con el advenimiento de la democracia; estaba dirigida por Mark Rydell y protagonizada por un entonces todavía no muy popular Keir Dullea (al año siguiente haría 2001, Una Odisea del Espacio y entraría con ello directamente en la Historia del Cine) y las actrices Sandy Dennis y Anne Heywood, que componían una pareja bisexual autosuficiente, en la que irrumpirá el macho para desestabilizarla.


Ilustración: Una imagen de La calumnia (1961), de William Wyler, con Audrey Hepburn y Shirley MacLaine.


Próximo capítulo: El amor (lésbico) en los tiempos de la intolerancia (y II). Ambivalencia, normalización